La mano (izquierda) que mecía la cuna




Hay varios lugares de peregrinación que todo amante del baloncesto debería visitar al menos una vez en la vida. Si tenéis tiempo y dinero no podéis dejar de visitar Springfield, MA, donde todo empezó. O el United Center de Chicago, donde este deporte fue elevado a la propia estratosfera por su Majestad El Aire. Si no queréis ir muy lejos y sois madridistas había un viejo frontón con casi tanta historia como aquel salón de juego de pelota parisino donde los revolucionarios se comprometieron a no abandonar Francia sin antes redactar una Constitución para su país. Me refiero al solar que hasta 1965 ocupó el Frontón Fiesta Alegre donde el Madrid de Pedro Ferrándiz empezó a labrar su condición de club más laureado de Europa y que fue derruido por los motivos especulativos que tan conocidos nos resultan en estos tiempos revueltos que corren. Y si decidimos desplazarnos por el viejo continente qué mejor que acercarnos a la Costa Dálmata a visitar el lugar de origen del eternamente joven, del genial e irrepetible Drazen Petrovic.

Pero si os digo que las coordenadas que hemos de marcar en nuestro GPS son los 55º N y 24ºE rápidamente vuestro geolocalizador os situará en uno de esos templos que los que practicamos la religión del baloncesto no podemos dejar de visitar o, al menos, conocer. Kaunas, una de las perlas que esconde la República báltica de Lituania, un pequeño paraíso en la confluencia de dos ríos, el Neman y el Neris, que vio nacer a algunos de los hombres más importantes del país. Y no son políticos o estrellas de televisión. Son jugadores de baloncesto. Son los Sabonis, Chomicius, Jasikevicius, Ilgauskas,... Es Sarunas Marciulionis.

Aunque nacido en Kaunas, Sarunas iniciaría su carrera deportiva en la capital, Vilnius, en el seno de un modesto equipo (el actual Lietuvos Rytas), factor éste que le impidió pelear por los principales títulos continentales. Pronto destacó como una de las figuras emergentes del baloncesto soviético en el marco de una generación irrepetible al frente de la cual lograría el oro olímpico en Seul 1988. Sin embargo, toda vez que la URSS empezó a desintegrarse proclamándose independientes muchas de las repúblicas que la constituían, el propio Marciulionis movilizó a sus compatriotas para conformar un potente combinado que, en su primera participación por separado, lograría una muy meritoria medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Barcelona (actuación que repetirían cuatro años más tarde en Atlanta).

Si nos ceñimos al aspecto puramente deportivo, Sarunas fue un base de 1,96, con un físico poderoso y con un talento innato para el dribling. De su zurda maravillosa igual podía salir una suspensión desde cinco metros, que un triple tras bote o que una entrada brutal hacia canasta. Su físico privilegiado, más propio de un jugador afroamericano, fue un factor decisivo para que su carrera en la NBA no fuera la del típico europeo de los años ochenta, que chupaba banquillo a cambio de un buen sueldo y de poder decir que estuvo en la mejor liga del mundo. Ya desde su año de rookie Marciulionis demostró que su juego se adaptaba perfectamente al de la competición americana anotando con suma facilidad y desarrollando promedios más que interesantes. Lo cierto es que su aterrizaje en la Bahía de Oakland, en el seno de unos Golden State Warriors dirigidos por Don Nelson y con verdaderos jugones (Chris Mullin o Tim Hardaway) como compañeros, ayudó a que su proceso de aclimatación fuera más sencillo. 



En dos temporadas fue finalista en el premio al mejor sexto hombre de la competición llegando a promediar 18 puntos por partido a pesar de jugar apenas 30 minutos. Pronto las lesiones, especialmente una de rodilla, mermarían su capacidad atlética y su atractivo para las franquicias. De ahí que no renovara contrato con los Warriors y que acabara convirtiéndose en un temporero más con la maleta siempre en la puerta y jugando en tres franquicias distintas (Sacramento, Seattle y Denver) antes de dar por finalizada su carrera deportiva.

Su última gran actuación tuvo lugar durante el Europeo de 1995, un Europeo disputado en Atenas en el que España fue apartada de las medallas en un partido muy igualado ante el equipo anfritrión. Allí, en el país heleno, se reunió tal pléyade de estrellas que fue difícil escuchar sin sonrojarse aquello de que el último Eurobasket (Lituania 2011) presentó el mayor nivel de su historia. Puede ser que no haya habido nunca en Europa una pareja interior como la de los Gasol, es cierto, pero es que en aquel 1995 Yugoslavia presentaba a Djordjevic, Danilovic, Bodiroga, Divac, Rebraca, Savic,... Croacia a Kukoc, Radja, Vrankovic, Perasovic, Komazec, Grecia a Giannakis, Fassoulas, Ekonomou, Sigalas,... Sólo si comparamos estas tres selecciones con las que han presentado estos mismos países en el Europeo de 2011 tendríamos material suficiente para desechar la afirmación antes mencionada. Pero si evocamos el quinteto formado por Marciulionis, Kurtinaitis, Chomicius, Karnisovas y Sabonis entonces ya tenemos claro que se trataba de una broma, que por mucho que Francia presentara seis o siete jugadores NBA poco hubiera podido hacer contra cualquiera de estas selecciones salvando la distancia temporal y la evolución física del juego. 



Y entre todas aquellas estrellas y a pesar de los 41 puntos de Djordjevic en la final, fue Marciulionis el que se alzó con el título de mejor jugador del campeonato. Cuando la botaba Marciulionis hasta el propio Sabonis (al que le deseo una pronta recuperación de su dolencia cardíaca) parecía pequeño. El "7" de la URSS y el "13" tanto de los Warriors como de la selección lituana, jugaba como un auténtico líder. Manejaba todos los registros. Podía correr como una gacela o hacer que el tiempo pareciera detenido. Podía penetrar y anotar con su enorme talento para finalizar, podía dividir y asistir a sus compañeros o podía detenerse y elevarse en una suspensión infinita para anotar haciendo saltar la red de la canasta. Lo tenía todo: físico, talento y capacidad de liderazgo. Muchos en los 90 quisieron ser como él en la cancha. Muchos, aún hoy, quieren dominar el baloncesto como él lo hizo.

No es de extrañar que hoy sea una auténtica referencia en su país, un hombre respetado y escuchado, un empresario de éxito y una voz muy tenida en cuenta. Un hombre íntegro que meció la cuna del baloncesto del este sin insidias ni venganzas de por medio. Sólo manejando el bote de una pelota mientras el mundo le miraba asombrado, mientras el niño se quedaba dormido y soñaba con poder algún día jugar así a este deporte, un deporte que mientras él lo jugaba bien podría haberse llamado Marciulionis.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Aclarando conceptos (V)

Vamos allá con la quinta entrega de esta sección que, como sabéis los asiduos del blog, trata de difundir de forma sencilla y amena el conocimiento de toda una serie de conceptos relacionados con el baloncesto.

Falso pívot. Dícese de aquel jugador interior, maestro de las fintas y gran jugador de poker. ¿O no? En realidad un falso pívot es un jugador que habitualmente actúa como alero, pero que por necesidades del guión o como recurso táctico pasa a actuar como cuatro e, incluso, como cinco. En el baloncesto español el caso paradigmático es el de Carlos Jiménez quien, tanto en sus equipos como cuando fue capitán de la selección española, asumió su papel de "role player" actuando en numerosas ocasiones como "falso cuatro" o "falso pívot". Es un jugador polivalente y muy apreciado por sus entrenadores.



Y "role player", ya que nos ponemos, bien podría ser nuestro amigo friki amante de juegos como Magic, Warhammer o Risk. Pero no, en baloncesto es aquel que realiza labores de intendencia alejadas del papel protagonista, pero esenciales para el éxito del colectivo. Un "role player" sería el propio Carlos Jiménez, un especialista defensivo, gran reboteador y capacitado para jugar en diferentes posiciones. Otros ejemplos definitorios serían Dennis Rodman o Ben Wallace, jugadores, ambos, que entendían y aceptaban su papel sin reclamar mayor protagonismo en ataque al reconocer sus propias limitaciones y siendo conscientes del talento de sus compañeros (Jordan, Pippen o Kukoc en el caso de Rodman y Hamilton, Billups o Rasheed en el caso de Big Ben). 



El falso pívot, y seguimos concatenando, es una pieza esencial para practicar lo que en su día fue bautizado como "small ball". El small ball no hace referencia a deportes que se juegan con pelota pequeña como el tenis o el golf, sino a que el quinteto en pista es deliberadamente "pequeño". Lo patentó Don Nelson, eminencia de los banquillos, con el objetivo de practicar un juego muy veloz y atractivo y, sobre todo, para defenderse de contrarios con mucho mayor poderío interior. Al alinear a jugadores de corta estatura pero de gran velocidad conseguiremos que muchas veces el entrenador rival se vea obligado a responder a nuestro desafío táctico rebajando la estatura de su quinteto. 

Pero puede suceder que el entrenador del equipo contrario decida mantener su plan inicial. De ser así, dado que sus defensores van a tener problemas para frenar en el uno contra uno a los rivales más rápidos y ágiles, serán necesarias buenas "ayudas" y buenas "ayudas a la ayuda" o "segundas ayudas". Y por "segunda ayuda" no nos referimos a la política de rescates de la Unión europea con respecto a Grecia, aunque este ejemplo bien nos podría servir como ilustración. La segunda ayuda es una acción defensiva que lleva a cabo un jugador para cubrir a un atacante que ha quedado libre como consecuencia de la necesidad que tuvo su defensor inicial de acudir al rescate de un compañero al que habían superado. Exige máxima concentración por parte del jugador y mucho entrenamiento para que la rotación defensiva consiga evitar tiros de alto porcentaje por parte del equipo contrario. Y es que toda vez que se ponen en marcha los sistemas de alarma producto de la imposibilidad de contener a un atacante en el uno contra uno es inevitable que el otro equipo consiga una buena posición de tiro (siempre que muevan bien el balón), pero como defensa, hemos de conseguir que ese tiro sea en las peores condiciones posibles. 



Cambiando de registro, aunque manteniéndonos en clave defensiva, me gustaría hablaros de la defensa de cambios automáticos que nada tiene que ver con el modus operandi de nuestros jóvenes con respecto a sus parejas. Cuando se decide defender con "cambios automáticos" los jugadores saben que en cada bloqueo directo o indirecto que lleve a cabo el equipo contrario se ha de producir un cambio de asignación quedándose el jugador que ha sido bloqueado con su bloqueador. Es una defensa muy útil para situaciones concretas como "no podemos encajar un triple" o "quedan pocos segundos", pero genera fuertes desequilibrios como situaciones de pívot defendido por base en el poste bajo o de base defendido por pívot en el triple que suelen culminar con canasta o falta para el equipo que ataca. 



Finalizo con el combo guard que no es, precisamente, un movimiento del Street Fighter. Se trata de un jugador con características físicas de base, pero con mentalidad de escolta anotador, sin el altruismo propio de un director de juego (y sin su visión de juego) y sin la altura que suele ser habitual en un dos, lo que le ocasiona problemas especialmente en la parcela defensiva. Ha habido numerosos ejemplos a lo largo de la historia reciente y entre los nombres actuales cabe destacar a Sergio Llul, al propio Mcalebb o a Kemba Walker (estrella de Connecticut) entre ellos.


Espero que os haya gustado y que haya una sexta edición en la que espero incorporar vuestros aportes. Aquí podéis consultar las ediciones anteriores.

Aclarando Conceptos (I)
Aclarando Conceptos (II)
Aclarando Conceptos (III)
Aclarando Conceptos (IV)

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Punto al pasador



Una de las tareas más complicadas a las que se enfrenta un entrenador de baloncesto (o de cualquier otro deporte no individual) es la de conseguir que todos los miembros que conforman el equipo trabajen en beneficio del colectivo dejando en un segundo plano sus objetivos particulares.

La dificultad de la empresa es obvia. La codicia y la ambición, aspectos intrínsecamente humanos, se han visto retroalimentados por el actual modelo de sociedad que encumbra al líder mientras silencia los logros, más modestos, del honrado trabajador. Los iconos mediáticos monopolizan las portadas de los periódicos, los programas de radio y todos los "informativos" de deporte. Son las principales referencias de esos jóvenes que sueñan con ser algún día como ellos. No como el defensa que robó la pelota, como el pivote que la aguantó o como el extremo que la centró. Ellos quieren ser el que mete los goles. El que encesta y no el que bloquea. El de los 37 puntos y no el que logró dos cargas que culminaron con dos faltas en ataque del conjunto rival. Quieren ser directivos y, lo peor de todo, a toda costa y le pese a quien le pese.

Generalizo y con ello falto a la realidad. Lo sé. Expongo el mensaje de manera catastrófica y ello me convierte en un agorero. También lo sé. En realidad sólo trataba de presentar la figura de Dean Smith. Y decir Dean Smith, queridos amigos, es prácticamente lo mismo que decir Universidad de Carolina del Norte y pronunciar en alto el nombre de este college es también pensar en James Worthy, Vince Carter, Brad Daugherty, Sam Perkins o Michael Jordan. Y el de cientos y cientos de jugadores que les acompañaron en la búsqueda de la gloria, compañeros con los que estas figuras de la NBA compartieron habitación y autobús, victorias históricas y dolorosas derrotas. Dean Smith fue el padre espiritual de treinta y seis familias, de treinta y seis equipos que defendieron el color azul celeste de la camiseta de los Tar Heels en torno a unos principios básicos, unos valores comunes que les definían, a cada uno por separado, como miembros de una misma comunidad, de una misma idea en pos de unos mismos sueños.

Corrían los años sesenta. John Wooden y Dean Smith, junto a Bobby Knight las dos figuras más importantes de los banquillos universitarios en aquella época, asistieron a una conferencia de la Asociación de Atletas Cristianos en el estado de Colorado. Habría pagado muchos euros por colocar un micrófono y poder ser testigo de las palabras que cruzaron John y Dean, principales exponentes de dos de los programas más exitosos de la historia del baloncesto. Aun así, para nuestra fortuna, lo que trascendió de aquel diálogo entre mitos no fue baladí.

Al parecer, el Mago de Westwood planteó la necesidad de que el jugador que anotara la canasta diera las gracias al pasador. Sin embargo, Dean Smith, amante de la comunicación no verbal entre los jugadores propuso que este gesto fuera más evidente de manera que el reconocimiento no quedara acotado a los dos protagonistas. He aquí, por tanto, el origen de ese dedo índice en señal de agradecimiento. Un gesto sencillo en su ejecución, pero cargado de significado. Una pequeña señal que pone de manifiesto de qué madera está hecho un jugador, cuál es su concepto de equipo. Un símbolo de gratitud que aumenta la autoestima del señalado, que contribuye a conformar ese espíritu altruista del que se debe alimentar todo equipo que se precie de ser tal. Un punto al pasador extensible al que bloquea o al que realiza una oportuna ayuda, al que abre un espacio o al que bloquea un rebote que es finalmente alcanzado por otro.

Palabra de Wooden. Palabra de Smith. Principio universal. Me despido con una frase de Shakespeare aplicable a la actualidad y más aún, a nuestro deporte. "Interpreta bien tu papel, en ello radica la gloria".

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

A propósito de Sergio



Cierras tu maleta y embarcas camino a Milán. Tu Inter está en horas bajas y, sin embargo, el Armani Jeans, al que dirigirás esta temporada, está confeccionando una plantilla muy competitiva. Contarás con Cook y Bourousis, con Nicholas y Fotsis. Si el lockout se alarga, que no parece, también podrás contar con la última perla italiana, Danilo Gallinari.

Apenas has tenido tiempo para mostrar, orgulloso, la última medalla de oro conseguida tras mes y medio de preparación y tres semanas de campeonato, tras múltiples noches en vela visionando partidos de los rivales, tras horas y horas reunido elaborando el "playbook" y los sistemas defensivos. Pero quién valora al entrenador de los Gasol, Navarro, Calderón y compañía. Quién no ganaría este campeonato con meras nociones de lo que es un balón y una canasta, repasando las páginas finales de Marca y hojeando la revista de la Federación.

Sergio, con tu segundo Eurobasket consecutivo has igualado la gesta de grandes como Dusan Ivkovic. Sin embargo a él le llaman maestro, mientras que a ti te acusan hasta del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Quizá sean las canas. O sus gafas. Quizá no guste tu estilo. Tal vez sea tu acento. Porque si tú has contado con grandes jugadores ya me dirán quiénes eran los Drazen Petrovic, Vlade Divac, Dino Radja o Toni Kukoc. Cuatro amigos, claro.

Nadie entiende tu apuesta por Ricky del que dicen que es un jugador sobrevalorado cuyo caché es más mediático que deportivo. Tú, en cambio, le diste minutos importantes, acabaste con él algunos partidos donde necesitabas mayor velocidad y mayor presión sobre el balón. Creen que es otra de las imposiciones venidas desde arriba, como la ausencia de Suárez o los rápidos descartes de Xavi Rey o Rafa Martínez. Yo estoy contigo. Ricky es un chico especial que aporta cosas que muy pocos hacen. Suárez podía haber tenido sitio, pero Víctor Claver te aportaba mayor polivalencia. Rafa y Xavi, y esto es opinable, simplemente no daban el nivel para estar entre estos doce jugadores de máximo nivel internacional.

Apostaste por llevar tres bases. Y acertaste. No sólo como prevención en caso de lesión, sino que finalmente se demostró que todos jugaron minutos importantes. Ricky estuvo bien defendiendo ante Alemania y marcando el ritmo ante Macedonia. Calderón, tras un inicio lento de campeonato, acabó dando verdaderas lecciones de lectura de juego y Sada, aportó trabajo de calidad principalmente en la final.

Creo que sabes que hay quien, todavía, añora a Pepu Hernández. Piensan que entonces sí que jugábamos bien, que aquello era baloncesto. Olvidan que en los seis partidos decisivos de los dos últimos Campeonatos de Europa nunca hemos vencido por menos de doce puntos. Olvidan que tu apuesta de jugar sin tres alto es la más arriesgada y ofensiva de cuantas hemos visto en la última década. Apuestas por jugar con los mejores y que sean los rivales los que se adapten a nuestro juego y critican que no tengamos un jugador para contrarrestar a los aleros altos rivales. ¿No queríamos ser grandes? Pues los grandes juegan así, marcando estilo. Critican la ausencia de un cuatro abierto. Como si pudieras conjurar un hechizo y crearlo de la nada. El mejor de nuestra historia, Jorge Garbajosa, abandonó la selección. El que está por llegar, Nikola Mirotic, no podía venir sin dejar fuera a uno de los mejores intimidadores del planeta baloncesto. Pese a eso, has conseguido dar con los sistemas adecuados para que los dos Gasol pareciesen, por fin, hermanos también en la cancha.

Si ganamos, dicen otros, es porque este Europeo que venía bendecido como uno de los más fuertes, no fue tal. Sin embargo, el maestro Ivkovic terminó diciendo que fue el mejor de cuantos se han disputado. Quizá una excusa de viejo gruñón, de ese profesor que no puede admitir su error delante de los alumnos, de un genio que no consiguió llevar a una buena generación serbia a los Juegos Olímpicos de Londres. Qué hubiera sido de Dusan si se hubiera llamado Sergio y hubiera entrenado en España...

Triunfaron Navarro y Gasol. Y triunfaste tú, Sergio. Ambos son dos jugadores de época. Serán leyenda por sus números y sus títulos, por su juego y sus maneras. Sin embargo, todas las defensas rivales sabían que ellos serían los catalizadores de nuestro ataque y aun así, y no sólo por su talento, han conseguido ser los dos mejores jugadores del campeonato. Ha de ser éste un reconocimiento hacia tus sistemas, a esos bloqueos entre pequeño y grande que imposibilitaban los cambios defensivos y que posibilitaban la introducción de balones al poste bajo, a esos cortes consecutivos que llevaban a cabo los aleros y que terminaban con una buena posición de tiro para el "7" de nuestra selección.

En fin, Sergio, mientras la prensa lituana alababa el lunes tu actuación desde el banquillo, aquí en España muchos se mordían la lengua para no pedir tu dimisión. Por tu rotación de ocho jugadores (utilizada en los playoffs de la NBA en partidos más largos y duros), por infrautilizar a jugadores como San Emeterio o Llul (que cuando lo hicieron bien tuvieron minutos). En definitiva, por cualquier decisión que tomaras.

Seguro que hubo cosas mejorables y que habrás tomado nota de cara al reto que se nos presenta en el horizonte. En unos Juegos Olímpicos todo ha de salir perfecto y estoy seguro de que ésa será tu aspiración. Los críticos estarán en la puerta. También el que tu nombre y el de toda esta selección pase a la historia. A por ellos. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Banderas de nuestros padres






No sé por dónde empezar. Si por Rudy o por Claver, por Sada o Calderón, por Scariolo u Orenga, por Navarro o por Gasol. Por ti o por mí, aficionados de una selección que está marcando una época en la historia del baloncesto europeo. Una selección de la que recordaremos sus integrantes de manera automática haciendo que nuestros hijos nos miren con extrañeza preguntándose si somos sus verdaderos padres.

Dará igual. Pronto crecerán, rebuscarán en los libros de historia y comprenderán que no somos unos locos, que nuestra única enfermedad fue disfrutar con los ojos fuera de las órbitas del control del tempo de partido de Calderón, de la defensa de las líneas de pase de Ricky, del trabajo oscuro de Sada, de los pases desde el poste alto de Marc Gasol, de los clínics en el poste bajo de Pau, de las penetraciones de Rudy, de la defensa de Llul o de las ayudas de Ibaka que culminaban con el balón saliendo rebotado lejos de nuestro aro.

Y seremos nosotros los que, orgullosos, comprobaremos que empiezan a lanzar bombas sobre una pierna y triples cuadrándose en una milésima de segundo. Porque sé que Navarro será imitado aun dentro de muchos años siempre que seamos capaces, nosotros los seguidores del baloncesto actual, de hacer llegar a las futuras generaciones el verdadero valor de un jugador de 1,90 que siente el baloncesto muy dentro y que, por esa misma razón, nos lo transmite en su forma más pura. Sus gestos de triunfo denotan la pasión del héroe que sabe que la victoria y la derrota son realidades antagónicas separadas por un fino hilo que sólo se hace más grueso a base de trabajo y más trabajo.

Habrá tiempo para ocuparnos de la dimensión baloncestística, del tú a tú que plantearon los franceses ante una selección que, cual Dream Team, domina los partidos que se juegan en torno a los 90 puntos. Habrá tiempo, también, para reconocer el verdadero valor de nuestro seleccionador, un Sergio Scariolo al que, creo, los pesos pesados del vestuario español respetan cada vez más.

Estaréis conmigo en que es la hora de empezar por el final, por ese Felipe Reyes que levantaba la copa al cielo y que, intuyo, veía reflejado en el dorado metal el rostro orgulloso de su padre recientemente fallecido. Por ese gesto de compañeros y amigos, por esa demostración de que el baloncesto es un vehículo único para generar vínculos que ningún contrato podrá jamás crear. El de la amistad y el compromiso, el de dejarse la piel por el otro, el de llorar si es necesario por el uno.

Gracias a los doce jugadores, a todo el equipo técnico. También, por qué no, a los directivos y sobre todo a esos padres orgullosos que presentes en Vilnius, o no, concibieron la mejor generación del baloncesto español y una de las dos mejores de la historia del baloncesto europeo en un país del sur de Europa donde el fútbol lo aglutina casi todo.

Gracias. Nunca una palabra pudo expresar mejor lo que sentimos.

UN ABRAZO Y ENHORABUENA A LA SELECCIÓN ESPAÑOLA DE BALONCESTO POR EL ORO EN EL EUROBASKET DE LITUANIA

El triunfo de la heterodoxia




En un contexto de soluciones globales para problemáticas comunes, de copias perfectas realizadas sobre copias perfectas y de temor, cuando no fobia, a lo diferente, el equipo nacional de baloncesto de Macedonia y el siempre presente Juan Carlos Navarro, nos regalaron ayer una tarde maravillosa demostrándonos que son muchos y diferentes los caminos que conducen a la gloria.

Macedonia, esa república olvidada producto de la disolución de la Antigua Yugoslavia y que comparte el nombre, que no exactamente el territorio, con el antiguo Imperio alejandrino, ha demostrado que se puede jugar al baloncesto siguiendo unos principios muy básicos como el "dividir y doblar", el "pasar y cortar" o el "bloqueo y continuación" dominando, eso sí, el juego uno contra uno y el concepto del "pase extra". Hoy se han revalorizado las figuras de Ilievski o Antic y se ha consagrado el talento de Bo Mcalebb. Todo ello en el marco de un sistema ofensivo tan elemental como eficaz, tan primitivo como difícil de defender. Sin recovecos ni atajos, con las cartas sobre la mesa, con cinco jugadores abiertos disfrutando del arte de la finta, del tiro exterior, de la penetración sin opción a la ayuda, con nuestros Gasol defendiendo en el 6,75 y sin capacidad para realizar una rotación defensiva que no ocasionara un cómodo tiro exterior. Y qué decir de la defensa en zona de los macedonios tan oportuna como necesaria. Tan pretendida como forzada por la brevedad de su rotación para protegerse de las faltas, tan débil en su concepción como fuerte en su aplicación. La defensa zonal nos creó problemas a la hora de encontrar buenas opciones de tiro, pero nos dejó una vía abierta para abusar en el rebote ofensivo.

Y he ahí una de las diferencias fundamentales entre el baloncesto español y el macedonio, un poderío interior que puede resumirse en un apellido, Gasol, que demuestra que el futuro de un determinado deporte (de élite) en un determinado país depende en mayor medida de la irrupción casi espontánea de un par de talentos singulares que del trabajo federativo necesario, en cambio, para alimentar toda una base de jugadores de la que se nutrirán los clubes. Y si singulares son los Gasoles por tratarse de un nuevo ejemplar de español alejado de todo tópico, única y casi irrepetible es la figura de Juan Carlos Navarro, el "7" de España.

Navarro despuntó desde edades tempranas gracias a su talento para el dribling y a su desparpajo para asumir balones decisivos. Pronto se inventó un tiro por elevación capaz de superar las manos de los pívots rivales al que bautizaron como "bomba". Deslumbró en el Mundial Junior de Lisboa y debutó con la absoluta en el mal trago de Sidney 2000. En Memphis no entendieron su talento y tuvo que regresar a su casa en Barcelona para sentirse plenamente feliz desdibujando a las defensas contrarias y demostrando una habilidad que se aleja de la que tienen esos jugadores de escuela con mecánica perfecta y en cuyas entradas son perfectamente reconocibles los dos pasos de avance. Navarro impresiona en directo, es rápido e incisivo, serio e inteligente. Juega con su cuerpo como si no existieran fuerzas contrarias al movimiento y siente el baloncesto muy dentro de sus entrañas. Él evitó la sorpresa, él puso los puntos sobre las íes y demostró que no todo es potencia y altura, envergadura y capacidad de salto, que al baloncesto, aunque pasen los años y mejoren las técnicas de entrenamiento, se juega con lo que hay entre sien y sien. Eso sí, no nos volvamos locos. Navarro es un tío de 1,90 con una coordinación de bailarín y con una capacidad innata para poner la bola en el aro.

En definitiva un 92-80 contra una Macedonia que deslumbró y que jugó sin complejos y que bien pudo habernos ganado de no haber sido por un par de jugadores, diferentes en su concepción física y en su forma de jugar al baloncesto, pero unidos por una misma filosofía de juego que responden al nombre de Pau y Juan Carlos, Juan Carlos y Pau. El 16 de septiembre de 2011 venció la heterodoxia. Nos enamoró Macedonia. Ganó Navarro. Qué viva el basket.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Justicia y deportividad



Hace unos años descubrí que ley, derecho y justicia son conceptos muy distantes. Aquel doloroso despertar, aquel repentino aterrizaje en la cruda y vil realidad no consiguió que cejara en mi empeño por fomentar la buena conducta en el marco de una actividad, el deporte, que encierra en su propia esencia la posibilidad de perder, la opción de caer derrotado y de aceptar, o no, la frustración que ello supone.

Es en la derrota donde se conoce la verdadera naturaleza de cada ser humano, es en ella donde se distingue sin matices al conformista del insatisfecho, pero también al hombre del aún niño. Es en esos instantes del deporte, pero también de nuestra propia existencia, en los que vemos alejarse de nosotros lo que más deseamos, cuando unos muestran entereza mientras que otros se derrumban cual castillo de naipes arrastrado por el cierzo.

¿Y todo esto a cuenta de qué? Os preguntaréis. Estoy pensando en Goran Dragic, un zurdo bendecido por un inmenso talento y por una capacidad para el dribling de la que muy pocos pueden presumir. Dragic disputó un buen partido contra España y, poco a poco, va demostrando todo lo bueno que se venía diciendo de él desde edades muy tempranas. Sin embargo, en una acción aislada del juego, en pleno aluvión de canastas españolas sin respuesta en el aro contrario, al bueno de Goran le dio por llevar a cabo una de las acciones más peligrosas que se pueden ver en una pista de baloncesto. El "11" esloveno posó con alevosía su pie derecho en la zona natural de caída de los pies de José Manuel Calderón que aún se encontraba en el aire realizando una magistral suspensión que acabó con un triplazo.

Esta jugada que, tengo que decirlo, se enseña en más de una escuela de baloncesto, ha hecho famosos a algunos jugadores como Bruce Bowen y ha ocasionado numerosas lesiones de tobillo. Estas acciones y no los pequeños rifi rafes que acaban con empujones o algún leve toque en la cara del rival son las que ocasionan el mayor perjuicio al jugador al impedirle llevar a cabo su profesión. Curiosamente, Dragic, se fue con una técnica por el encontronazo con Navarro y sin ninguna sanción disciplinaria tras poner en riesgo la integridad física de Calderón. Es aquí cuando entra en juego el término justicia. Para Tomás de Aquino y es ésta, quizá, la definición más universal de este término, justicia es dar a cada uno lo que es suyo. Eliminando el cariz materialista que exuda de esta definición podemos concluir que para Tomás de Aquino la justicia nada tiene que ver con la aplicación de un reglamento que no deja de ser una convención necesaria para que se pueda llevar a cabo una actividad en la que confluyen intereses contrapuestos entre los que hay que mediar tratando de alcanzar un término medio ideal. Dejo de filosofar para concluir afirmando que justicia no es aplicar al pie de la letra el reglamento si éste resulta alejado de lo que se concibe como adecuado en cada situación. El positivismo ha hecho mucho daño. El juez o árbitro ya no se pregunta qué es lo más justo, sino cuál es la decisión que se ajusta más a lo dictaminado por unas eminencias (legisladores) que tanto en la vida cotidiana, como en el deporte no son más que hombres imperfectos dominados por sus más bajas pasiones e instintos (ganar elecciones, mantenerse en su cargo, presumir de poder).

En definitiva y expongo mi tesis para que me acribilléis a cañonazos. En el mismo día en que se plantea una posible sanción para Cristiano Ronaldo por decir, textualmente, "que el arbitraje fue una vergüenza", el día después en que un jugador que pudo causar una lesión muy grave fue más duramente castigado por juntar su cabeza con la de Navarro que por la propia acción alevosa propongo que:

Dado que son las acciones antideportivas las que realmente atentan contra el espíritu del juego y contra la salud de los deportistas y dado que las palabras hacen sólo el daño en función de la importancia que el aludido quiera darles... Sean mucho más castigadas las acciones que pueden provocar lesiones graves que aquellas otras tradicionalmente consideradas como "faltas de respeto" y, por supuesto, que aquellas declaraciones que no son más que la expresión de un derecho a la libertad de expresión pues, aunque pongan en duda el ejercicio de la autoridad por parte de un encargado de impartir justicia, no son éstas las que impedirán a un compañero-rival seguir ejerciendo aquella labor por la que se les paga. En este caso, jugar al fútbol o al baloncesto.

Os dejo con Bruce "Lee" Bowen y espero vuestras réplicas, 



UN ABRAZO Y DEPORTIVIDAD BIEN ENTENDIDA PARA TODOS

Tras el susto inicial se impuso la lógica




Susto inicial, eso fue precisamente lo que ocurrió durante todo el primer cuarto de este partido. Ambos equipos parecían que habían intercambiado los papeles, el fiel reflejo de ello era el roto que nos hicieron el dúo Begic & Lorbek, 13 puntos entre ambos al finalizar el primer cuarto... Se disfrazaron de Pau y Marc.

España pensó durante ese periodo que se podía ganar simplemente con el escudo o la camiseta, y ya se sabe lo que sucede cuando se subestima al rival, simplemente que te hacen un roto. 23 puntos encajados en un solo cuarto, ello habla por sí solo de los enchufados que salimos al partido y de la defensa inexistente durante los diez primeros minutos por parte de nuestro combinado.

Pero hubo más lunares o puntos negros en nuestro juego, durante ese periodo: perdimos la friolera de seis balones, hicimos 0/3 en triples y convertimos, como dije anteriormente, a Begic en todo un coloso (6 ptos + 3 reb.).

Mención aparte merece el baño táctico que le dio el viejo zorro Boza Maljkovic a Scariolo... ¡No diré nada más al respecto!

El segundo cuarto empezó para los nuestros igual que finalizó el primero, fallando otro triple (0/4) y sumando una nueva pérdida (7). Nuestra primera canasta llegó a los dos minutos, tras un 2+1 de Marc Gasol que forzó la segunda personal de Begic. Otra canasta de Rudy nos ponía a tan solo dos puntos de los eslovenos (21-23), pero nuevo Begic rompía nuestro parcial de 5-0, tras coger un rebote ofensivo y anotar una canasta tras mate.

A falta de 4:10 para llegar al descanso, conseguimos empatar el partido con dos tiros libres de Pau Gasol, para acto seguido perder nuevamente otro balón y perdonar el ponernos por delante por primera vez en el partido. En ese momento apareció un viejo roquero llamado Smodis, para anotar un triple y darle un poco de oxigeno a los eslovenos. Esa sería la última vez que Eslovenia estaría por delante en el marcador, puesto que a 1:36 para tomar el túnel de vestuarios, Felipe Reyes ponía por delante a nuestra selección por primera vez en el partido con un 2+1 (30-28). Pero Eslovenia no había venido a estos cuartos de final como mero espectador y de nuevo Smodis convirtió un 2+1 para mantener a flote a los suyos (32-31).

A falta de treinta segundos para llegar al descanso, anotamos nuestro primer triple del partido (1/6), que llegó como no podía ser de otra manera de la mano de la mano de Navarro, para irnos al descanso cuatro arriba (35-31).

Las claves de este cuarto fueron, la 3º falta de Begic tras un rebote ofensivo de Marc Gasol (hasta ese momento Begic estaba campando a sus anchas en ambas zonas y era vital para los intereses de los chicos de Boza), y la defensa zonal impuesta por Scariolo que hizo que los eslovenos solo anotaran en este cuarto 8 puntos.


Navarro On-Fire. Simplemente espectacular el cuarto que se cascó “Juanqui”, 17 puntitos (finalizaría con 26 puntos y unos porcentajes de 7/8 de dos y 4/8 de tres), secundado como no podía ser de otra manera por el otro actor principal de esta selección: Pau Gasol. Ellos se encargaron de encarrilar el partido para España haciéndole un roto enorme a Eslovenia y finiquitando hasta entonces este partido tan tortuoso para los nuestros. En tan solo cinco minutos España endosó un parcial de 19-2, perdón mejor dicho Navarro & Pau, endosaron un parcial de 16-2 a favor de los nuestros (54-33).

Fue entonces cuando se sumaron a la fiesta el resto del equipo, que hasta entonces estaban lock-out... ¡Que fácil es jugar sin presión y cuando te allanan el camino!

De ahí hasta el final el partido fue un mero trámite para ambos conjuntos dado que la suerte estaba ya decantada... España alcanza con ésta, su séptima semifinal consecutiva de un Eurobasket. No falta a una cita de “semis” desde el Eurobasket de 1999.

No me gustaría terminar, sin antes mencionar, que no debemos dejarnos engañar por el resultado final del partido, puesto que tenemos que tener en cuenta varios aspectos muy negativos y que podrían costarnos muy caros en la semis o en la final (Dios no lo quiera).

Perdimos el primer cuarto de manera clara y contundente a raíz de la relajación y del menosprecio al rival.

Igualamos el peor registro anotador de este Eurobasket, tan sólo 16 puntos, al igual que el día de Alemania.

Y finalmente permitimos que nos anotaran la friolera de 23 puntos en el cuarto inicial, tope negativo de nuestra selección en este Eurobasket.

Insisto, un comienzo tan nefasto ante una selección de mayor envergadura y con más fondo de armario nos puede costar muy caro.

P.D.: El susto del partido nos lo ha dado Calderón, en modo de lesión en un tobillo. Esperemos que solo haya quedado en susto y esté a disposición de Scariolo para disputar las semifinales del viernes, porque tal y como está el patio en el tema de los bases (Ricky ausente y Sada no cuenta) se me antoja vital su participación...

Crónica elaborada por JordanyPippen que también podéis leer aquí

Dos Ricardos en Minnesota



En medio de un Europeo de baloncesto que no está haciendo más que retroalimentar las dudas que existen sobre la figura de Ricky Rubio, la última noticia que va a afectar decisivamente a su carrera ha saltado del otro lado del charco tras conocerse cuál será su entrenador en caso de que el Lockout toque, como todos esperamos, a su fin en las próximas fechas.

Será Rick Adelman, miembro destacado del Club del Abuelo Víctor creado por Andrés Montes para referirse a todos aquellos entrenadores que parecen llevar en la liga toda la vida. Será un hombre que en la Universidad, como jugador, promedió 18 puntos hasta convertirse en el sexto máximo anotador de su College (Loyola) para luego desarrollar una modesta carrera en la NBA durante siete años.

Rick Adelman es el entrenador que relegó a Petrovic al fondo del banquillo de los Blazers cuando el genio de Sibenik aterrizó en la NBA. Adelman es, también, el entrenador que hacía de segundo de Jack Ramsay cuando debutó Fernando Martín como tres en la mejor liga del mundo. Pero claro, no se le puede acusar de xenofobia al entrenador que mejor rendimiento sacó a jugadores como Vlade Divac, Pedja Stojakovic o Hedo Turkoglu.

Rick Adelman es ganador y es perdedor. Su récord de victorias, 860-537, impresiona y, por el contrario, la ausencia de anillos nos hace dudar de su verdadera capacidad para dirigir partidos de enorme presión. Alcanzó dos finales de la NBA, en 1990 y 1992, pero en ambas se enfrentó a rivales demasiado poderosos (Pistons y Bulls respectivamente) y no jugó la final de 2002 cuando entrenaba a un equipo que olía a título por los cuatro costados y que se quedó a un partido del gran premio al perder en el séptimo partido de la final de Conferencia contra los Ángeles Lakers, partido que, de haberlo ganado, les habría conducido a un paseo militar contra los Nets de Kidd y once más.

El mismo entrenador que dirigió a dos equipazos como los Blazers de principios de los 90 y los Kings de principios de milenio sacó un extraordinario rendimiento de una plantilla, la de los Rockets de finales de la pasada década, mermada por las lesiones de Yao y Mcgrady a partir de una defensa férrea y de un juego colectivo primoroso que les llevó a jugar un séptimo partido de semifinales de Conferencia contra los Lakers de Kobe y Pau.

Parece, por tanto, que Rick Adelman se adapta a cualquier tipo de registro en función de las posibilidades de sus jugadores. Con unos Blazers muy atléticos con Drexler y Porter a la cabeza propuso un juego muy físico orientado hacia el contraataque. Con unos Kings de jugadores muy inteligentes (Webber, Divac, Bibby, Turkoglu, Stojakovic, Christie, Bobby Jackson) pero con poca pinta de deportistas, Adelman apostó por un juego en media cancha basado en una rápida circulación de balón de poste bajo a poste alto, de lado fuerte a lado débil, que nos maravilló a todos.

Lo que está claro, y esto afecta gravemente a Ricky, es que el mismo entrenador que castigó con el ostracismo a Drazen y que, sin embargo, encumbró a Stojakovic, es un hombre poco amante de los rookies, jugadores a los que suele exigir un prolongado período de adaptación a las dinámicas existentes en la liga tanto dentro como fuera de la cancha. Lo bueno para Rubio es que por mucho que Rick prefiera equipos plagados de jugadores veteranos, en Minnesota se va a encontrar con una plantilla muy joven en la que Ricky no desentonará en absoluto.

Es más, la innegable apuesta por el juego ofensivo de este californiano de 65 años favorecerá la integración de nuestra joven promesa en un equipo al que empezó haciendo de menos y en el que ha sido recibido como un ídolo. Adelman y Rubio son dos "Ricardos" a la búsqueda de una entente que haga crecer a una franquicia que aún sigue echando de menos a Kevin Garnett. Estoy seguro de que dos tíos inteligentes como ellos acabarán entendiéndose con una simple mirada. ¿Vosotros qué pensáis?

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Con paso firme hacia el oro



Parece inevitable en los mundiales y europeos de baloncesto que cuando se llega a la última jornada todo el mundo especule con los cruces e incluso si merece la pena perder algún partido, algo nada deportivo que a los equipos que lo han intentado rara vez les ha salido bien. Hoy lo han hecho los franceses, que prefieren evitar en semifinales a Lituania en lugar de a Rusia (suponiendo que Rusia gane a Macedonia y queden primeros). Lituania es el equipo anfitrión pero, ¿son el rival a evitar?. Refugiarse en estos razonamientos es de equipo pequeño y hoy Francia ha empobrecido su, hasta ahora, excelente europeo. Y veremos si son capaces de ganar a Grecia en cuartos, que no es tarea sencilla. Por el bien del deporte, no deberían llegar muy lejos.

Afortunadamente la selección española es un equipo grande, y hemos salido como se debe, con el quinteto titular y 5-0 de salida. Luego entre el relax del ambiente y la motivación de los suplentes franceses (bien Seraphin con 18 puntos mostrando algunas carencias en nuestra defensa) hizo que el primer cuarto (22-21 para Francia) y la primera parte en general (38-39 para España) fuera un mero correcalles sin la tensión habitual de la competición. Esto dio paso a una segunda parte en la que sí acabamos con esta pantomima francesa y se les dio un soberano repaso (incluso a medio gas por parte española) que les deja retratados ante los aficionados al deporte (es muy triste que un periódico del prestigio del L’Equipe impulsara el dejarse perder y que ni siquiera empezaran el partido con Tony Parker en pista algún minuto).

Pero es que esta victoria nos deja en una posición ideal para afrontar la recta final hacia el oro y era lógico que fuéramos a por ella. Se queda primeros de grupo, y en principio, respetando como se debe a Eslovenia (jugar contra Finlandia sería un pelotazo deportivo), vamos a tener el cruce más asequible de los que se podían producir. Además, viendo cómo se depende de la salud de los tobillos de Pau, tener que jugar tres partidos en siete días con descanso entre ellos (cuartos el miércoles, semifinales el viernes y final el domingo), todo hace pensar que podrá afrontarlos al 100%, en lugar de tener que jugar cuartos y semifinales en días consecutivos.

Por otra parte, hoy la segunda unidad ha acabado gozando de más minutos, y los Llull, Felipe, Ibaka, San Emeterio o Sada, y ¡hasta Claver! lo han hecho decentemente, aportando buenos minutos y llegarán bien de moral a los cruces. Quién lo iba a decir hace unos días, tras las más que discutibles rotaciones de Scariolo. Igualmente positivo es que hemos visto al mejor Rudy del campeonato, que ciertamente está más centrado en los intangibles como defender al tres alto rival, que en anotar, pero que hoy se ha ganado merecidamente el MVP del partido.

Por tanto, y pese a lo interminable del campeonato, llegamos al tramo decisivo en muy buenas condiciones. El esguince de Pau parece completamente superado, por lo que todos llegan en buenas condiciones físicas. Se han ganado el derecho a un cruce de cuartos facilón (podría aparecer algo de relajación, pero siendo un cruce decisivo se compensará con la tensión), y ahora a esperar cómo quedan el resto de cruces. Lo previsible y deseable es que no nos veamos con Rusia hasta la final, y ese es el horizonte del campeonato, una nueva final España-Rusia, como la de Madrid en 2009. Sería lo justo, ya que han demostrado ser los dos equipos más fuertes y solventes. Y no tengo dudas de que de será así, Pau se quitará la espinita del fallo del tiro decisivo, una de las pocas cosas que le han salido mal en su carrera. En siete días, CAMPEONES DE EUROPA. ¡A por ello!

Crónica elaborada por Antonio Villalba.