And The Oscar goes to...




Mejor Guión Original. De repente, un Extraño. También conocida como el Inquilino, esta película ostenta el título perfecto para definir la irrupción, de repente, de un extraño, Jeremy Lin, en una liga, la NBA, que siempre ha presumido de contar con los mejores jugadores del momento. Se les escapó este estadounidense de orígenes asiáticos y graduado en Harvard. Menos mal que a Carmelo Anthony se le ocurrió insinuarle a su entrenador que no estaría mal que este chico tuviera algunos minutos. 



Mejor director. Zeljko Obradovic por Va a Ser que Nadie es Perfecto (salvo yo). Al entrenador serbio le dio por demostrar que aquello de que nadie es perfecto es un mero cliché, una postura que adoptan los que se saben inferiores para no sufrir una penosa depresión. Con su octava euroliga ya se ha postulado como uno de los más grandes técnicos de la historia del baloncesto.

Mejor actor. Dirk Nowitzky por El Ladrón de Bicicletas. En la película de Vittorio De Sica un humilde padre de familia asiste al robo de su recién adquirida bicicleta, instrumento del que depende su empleo y, con él, la posibilidad de alimentar a su hijo Bruno. Durante toda la película Antonio Rizzi, que así se llama el hombre, se dedica a perseguir a los ladrones para terminar, él mismo y de manera desesperada, robando una bicicleta y siendo acusado de ratero. En la versión actual de la película son Lebron James y Dwayne Wade los que se quedan sin su particular bicicleta, el anillo de la NBA con el que contaban antes, incluso, de que comenzara la temporada. El malhechor tiene nombre y apellidos. Alemanes para más señas. 



Mejor actriz. Mamá Allen por Y tu mamá también. No, esta nueva versión no tiene nada que ver con el drama mejicano repleto de sexo y drogas en el que, como es habitual, Maribel Verdú enseña las tetas. Y es que, para la señora Allen sólo existe un único vicio: acudir cada pocos días al Garden para ver a su hijo Ray torpedeando las canastas rivales. Deléitense si no con la escena principal de la película en la que nuestra protagonista se besa, (un beso casto eso sí) incluso, con el rey destronado, Reggie Miller.



Mejor canción original. Ennio Morricone por Hasta que llegó su hora. El genial tema del no menos genial compositor italiano sirvió de fondo musical para alguna de las escenas más emotivas del spaghetti western dirigido por Sergio Leone. La nueva versión de la película, protagonizada por Phil Jackson, se centra en el fatídico final de la carrera en los banquillos del más laureado entrenador de todos los tiempos. El subtítulo de la película reza lo siguiente: “De cuando Kobe, Gasol y Bynum dejaron tirado al pobre Phil”.

Mejores efectos visuales: Blake Griffin por Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú. Eso debió pensar el pívot ruso, Timofey Mozgov al ver venir de frente a ese portento de la naturaleza apellidado Griffin. Ya se sabe, una huida a tiempo es una victoria. Algunas fuentes estiman que, por si aún quedaba alguna duda, la Guerra Fría terminó definitivamente tras este mate. Ganaron los americanos. 



Mejor película en habla no inglesa. Titanic (versión Real Madrid). Sí, ya sé que la película de 1997 dirigida por James Cameron y en la que Kate Winslet y Leo Di Caprio ponen a prueba la lucha de clases a bordo de un lujoso transatlántico que, por si no lo sabéis, acaba en las profundidades del océano, fue rodada en inglés. Sin embargo, la versión de 2011 tuvo como director de operaciones y timonel a un italiano, Ettore Messina, que, alegando excusas impropias de un hombre avalado por su historial, abandonó el Real Madrid de baloncesto antes incluso, de lo que lo hubiera hecho el capitán del Costa Concordia, sí, el mismo que se cayó sin querer en un bote salvavidas y que desconocía si había muertos en su barco.

Mejor fotografía. Me quedo con ésta.



Mejor maquillaje. David Stern y colaboradores por Un Cuento (chino) de Navidad. Tras meses de intensas negociaciones, el fin del lockout coincidió con la llegada de una época entrañable. La firma del convenio tuvo en vilo a jugadores, trabajadores y aficionados hasta el final del otoño y se solventó con la aceptación, por parte de los primeros, de unas condiciones muy similares, cuando no peores, a las que ostentaban en el anterior marco salarial. No cabe duda de que los representantes de la liga supieron maquillar muy bien el verdadero contenido del acuerdo. De no haberlo hecho el candado aún estaría echado. Por suerte, en torno al árbol y al piano, miembros del sindicato y de la patronal cantaron juntos a “Christmas Carol”.

Mejor vestuario. Andrei Kirilenko por La Caza del Octubre Rojo. Del motín organizado por Deron Williams en el vestuario de los Utah Jazz en contra de Jerry Sloan sólo el ruso pareció escapar impoluto. Así lo muestra su americana a rayas con la que ahora se pasea por Moscú tras declinar varias ofertas de la NBA. ¿No será Andrei el topo que ideó la operación con la intención de desprestigiar a la liga norteamericana? ¿Estarán surgiendo nuevas hostilidades entre rusos y estadounidenses? 


El jurado también valoró muy positivamente el vestuario que mostró Gilbert Arenas en la reciente versión de la película Casino



Mejor película. Jamón Jamón. El secreto del deporte español, en general, y de nuestra selección de baloncesto, en particular, no se encuentra en el clembuterol. Así quedó demostrado cuando en el pasado europeo una selección francesa plagada de negros musculados cayó derrotada ante la España de Sergio Scariolo y de un Juan Carlos Navarro que se alzó con el galardón de mejor jugador del torneo sin necesidad de visitar el gimnasio del hotel. El éxito de nuestros deportistas se basa en un impecable trabajo de base, en la confluencia temporal de algunos talentos inigualables (Gasol, Nadal, Contador) y en el jamón (sabor de las tetas de Penélope Cruz en palabras del personaje interpretado por Javier Bardem) como símbolo de una filosofía de vida que, si bien nos hace estar a la cola de Europa en términos de salario y renta per cápita, al menos nos permite enamorarnos de la vida y sacar talentos para el deporte con los que poder disfrutar Los Lunes al Sol (leyendo el periódico deportivo), película también nominada a la estatuilla. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

La cofradía del perdón




No fui el único que madrugó esta mañana. Allí estaban varios amigos, algunos entrenadores, analistas y periodistas deportivos. También más de un jugador español de la NBA. Todos aferrados al vaso de café con el que, al menos, nuestras manos, combatían el frío reinante. Ni siquiera éramos conscientes de merecer esa fuente de calor después de que nuestros vaticinios y apuestas quedaran en entredicho tras lo vivido anoche en el Palau Sant Jordi.

Parecía una Copa del Rey hecha a la medida del Barcelona. Los de Pascual llegaban en un gran momento, cómodamente instalados en el primer puesto de la ACB y de su grupo del Top 16, con sus mejores jugadores liberados de las lesiones que habían venido achacando y practicando la mejor defensa del continente. Todo, salvo los mitos que rodean a la competición, (maldición del anfitrión, nadie gana tres copas consecutivas) estaba a favor del Regal.

Además, la situación del eterno rival, el Real Madrid, no hacía indicar que estuviera en disposición de competir en un cara a cara contra los de Xavi Pascual. Virtualmente eliminados de la Euroliga y tras haber sido vapuleados en dos ocasiones por el Gescrap Bizkaia pocos daban un duro por los chicos de Laso.

De ahí todas esas previas que daban como único favorito a los de azul y grana. De ahí que periodistas con mucha experiencia, ex jugadores, entrenadores, y también jugadores en activo, lo tuvieran tan claro antes de que el balón fuera lanzado al aire del Palau. Por eso, a tenor de lo visto y haciendo gala de una notable capacidad de autocrítica, sin que nadie nos haya citado, hemos decidido peregrinar hasta el despacho de Pablo Laso para entonar el “mea culpa” y aceptar que:

  1. Yo también pensé que la planificación de la plantilla no fue la ideal, que los fichajes de Rudy e Ibaka perjudicarían la progresión de los jugadores con los que, finalmente, nos jugaremos las habichuelas.
  2. Yo también creí que el modelo de juego de Laso servía para llenar pabellones pero no para ganar títulos de la importancia de una Copa del Rey basándome en aquello de que los ataques ganan partidos y las defensas campeonatos. De todos modos, hay que decir, que el esfuerzo de ayer no sólo se realizó desde una vertiente ofensiva, sino que todos nuestros chicos respondieron al desafío y bajaron el culo para limitar la aportación ofensiva de las estrellas culés.
  3. Yo, como Messina, pensé que Llul sólo podía rendir al máximo nivel como escolta. Ahora reconozco que sin ser el típico base, más director que anotador, sí que puede dominar el juego desde la posición de base.
  4. Yo también pensé que la infrautilización de Pocius o Felipe en algunos partidos les lastraría en su rendimiento en momentos importantes. Sin embargo, la buena gestión de la plantilla en términos psicológicos le ha permitido a Laso utilizar una rotación larga al más puro estilo Pepu en el Mundial de 2006 y al más puro estilo universitario.
  5. Yo también creí que los madridistas tardaríamos mucho tiempo en olvidarnos de Bullock. Sin embargo, en Carroll hemos encontrado un clon de piel blanca y pelo rubio capaz de asumir los balones calientes y de anotarlos. Qué lejos queda ya la sombra de Tucker.
  6. Yo también temía que los interiores del Barcelona harían polvo a nuestros pívots de raza blanca. Y sí, N´Dong nos hizo daño reboteando una bola tras otra bajo nuestro aro, pero sobre todo Begic intimidó, taponó y cambió tiros de los exteriores blaugranas. Una gran progresión la suya.
  7. Yo tampoco veía a Carlos Suárez posteando a Mickeal. Más aún cuando llevaba varios partidos sin sacar nada positivo de esta situación interior. Sin embargo, su inicio de partido fue fundamental para el desarrollo de los 40 minutos. Se mostró muy superior a Mickeal y abrió una vía de agua en la que creíamos, inexpugnable defensa catalana.

Y una vez asumidos todos estos puntos y consumido ya el café de nuestras tazas, todos los presentes hemos decidido que, pese a la victoria en la Copa del Rey, no es momento para la autocomplacencia y el conformismo. Es momento para poner el resto en los dos partidos que quedan de Top 16, es la hora de ganar en Siena, algo que conseguimos el año pasado con una plantilla más limitada, y que necesitaremos hacer si queremos mantener vivas las opciones de clasificación. Estos doce jugadores han demostrado tener calidad para estar entre los ocho mejores de Europa y espero que tengan la oportunidad de cruzarse con todo un CSKA y demostrar su verdadero nivel ante los Krstic, Kirilenko o Teodosic.

De lo contrario mantendremos nuestra penitencia, celebraremos la consecución de un título que hacía 19 años que no se conquistaba, pero acompañaremos de un asterisco todo lo sucedido durante la temporada. Porque si el Real Madrid de baloncesto es grande no es por ganar Copas del Rey y sí por ser el Rey de la Copa de Europa.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Vámonos de Copa





Ocho equipos. Ocho aficiones. Siete partidos. Muchas sorpresas. Un campeón. Números que definen una competición,  la Copa del Rey, consagrada como la más emocionante de nuestro baloncesto.

Dicen, los que la han jugado, que ni siquiera una Final Four logra generar una atmósfera comparable a la del torneo copero. Las gradas se convierten en un mosaico de colores representando a cada uno de los conjuntos participantes. Las aficiones realizan largos viajes y se hermanan entre sí para compartir nervios y, también, alguna que otra copa nocturna para celebrar u olvidar, en función de lo sucedido sobre la cancha.

Números son, también, los que afirman que el Regal Barcelona lo tiene complicado para resultar vencedor. Por un lado, la maldición del anfitrión y, por otro, el hecho de que ningún equipo haya ganado en tres ediciones consecutivas así lo atestiguan. Sin embargo, y sirviéndonos de uno de esos tópicos tan repetidos como infalibles, el equipo de Xavi Pascual tiene muy claro aquello de que las estadísticas están para romperlas. Es más, los que entienden, y los que apuestan, lo tienen claro. La copa ha viajado hasta Barcelona para quedarse y al rey, si es que hace acto de presencia, no le quedará otra que hacer entrega del trofeo al genial Juan Carlos Navarro.

Sin embargo, a pesar de que muchos periodistas ya tengan preparado el titular del domingo con la foto de la plantilla del Regal celebrando la consecución del título, lo cierto es que quedan muchas dudas por resolver. Y es que tampoco el cuadro se ha mostrado clemente con los de azul y grana quienes, para empezar, tendrán que superar al equipo revelación del campeonato, el Lucentum Alicante. En el caso de ganar, y salvo sorpresa, se verán las caras con el Caja Laboral de un Dusko Ivanovic con amplia experiencia ganadora en el torneo.


Más fácil lo tendrá el Real Madrid de Laso para acceder al partido decisivo. En el camino medirá sus fuerzas con Fuenlabrada, un equipo muy bien trabajado bajo la batuta del segoviano Porfirio Fisac, y en la supuesta semifinal, se encontraría con el vencedor de un derby andaluz venido a menos por el mal momento por el que atraviesan tanto Cajasol Banca Cívica de Sevilla como Unicaja de Málaga.

Es ésta, la de 2012, una edición marcada por las ausencias. Ausencia de históricos como Estudiantes o DKV Joventut, equipos que en los años 90 eran fijos no sólo entre los ocho, sino entre los favoritos a la consecución del título. Ausencia de los “Men in Black” de Bilbao, el conjunto más en forma del momento tanto en España como en Europa. Más argumentos a favor de que se repita la final de los últimos años, de que se confirme el dominio del Barcelona sobre un Madrid que aún se encuentra muy lejos de los niveles de competitividad, defensa y control de las situaciones que exhiben los de Pascual.

Será una copa con nombres propios. Los de jóvenes que buscarán consagrarse como Mirotic o Lima. Los de estrellas que asumirán las posesiones decisivas como Navarro, Teletovic o Fitch. Los de técnicos que buscarán estrenarse como Laso o Chus Mateo; o los de Pascual o Ivanovic que intentarán asegurarse un hueco en el olimpo de los entrenadores.

Será, seguro, una copa para disfrutar. Dice, la tradición, que habrá sorpresas. Dice, el sentido común, que ganará el Regal Barcelona. Digo, yo, que lo importante es que se vea buen baloncesto y que nuestro deporte salga reforzado de un fin de semana en el que, al menos, los medios de comunicación nos tienen en el punto de mira. Que empiece el espectáculo.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

¿Enamorado del deporte equivocado?




Agarrado a su balón. Como tantas otras tardes. Con la vista perdida en el horizonte y frente al pabellón en el que lleva entrenando desde que era un entrañable benjamín me encontré a Fernando, uno de los chicos del equipo infantil del C.B. Santa Marta a los que tengo la fortuna de “dirigir”. Él, a pesar de sus doce años, es plenamente consciente de la difícil situación económica que atraviesa el club. Resulta imposible abstraerse cuando en todos las tertulias o corrillos de padres, entrenadores y directivos no se habla de otra cosa. Una pena que sea así cuando hace apenas unas horas que, tanto el Junior Masculino como el Cadete A femenino, han certificado su pase entre los ochos mejores equipos de Castilla y León.

La historia del club, nacido en julio de 2004 para incorporar al cada vez mayor número de jugadores surgido de las Escuelas del Ayuntamiento, parece estar tocando a su fin. Todo, o gran parte, por los repetidos incumplimientos de la palabra dada por parte del consistorio municipal. Ni siquiera la crisis económica, parapeto habitual de nuestra clase política, constituye un muro lo suficientemente opaco como para evitar que la luz de la sospecha llegue hasta nuestros ojos. Y la sospecha no tiene que ver sólo con una mala gestión, sino también con el orden de prioridades establecido, con la indiferencia con la que siempre se han dirigido hacia una institución, el C.B. Santa Marta, que luchando contra los elementos, se ocupa del crecimiento como personas y como jugadores de ciento catorce chicos y chicas que han hallado en el baloncesto esa fuente de inspiración para aferrarse a una vida que no tendría tanto sentido sin los momentos de amistad, compañerismo, esfuerzo y compromiso que encarna nuestro deporte.

Resumiendo las circunstancias, el cambio en el ámbito temporal del convenio, realizado de forma unilateral por parte de la corporación local, (si antes se renovaba cada 1 de julio, ahora es cada 1 de enero) deja en el limbo una cantidad nada despreciable de euros (la que se debería haber recibido para el semestre julio-diciembre de 2011) con la que se contaba a principio de temporada y que, en el caso de no llegar a cobrarse, colocarían al club en una situación de inviabilidad de cara al medio plazo (próxima temporada) al carecerse del remanente indispensable para costear los gastos federativos propios de la inscripción de los equipos.

Por este motivo, el pasado 10 de febrero tuvo lugar una Asamblea General en la que se discutieron las medidas a tomar y en la que, finalmente, se decidió adoptar una postura reivindicativa. Se apostó por hacer valer los derechos, no de la institución y sí de los 114 chicos y chicas que la dotan de alma y la nutren de espíritu. Se acordó la reclamación de los diez mil euros que pretende ahorrarse la corporación local al variar el ámbito temporal del convenio, sabedor de que esta cifra supone una cantidad vital para la supervivencia de nuestra asociación deportiva. 


Asistimos a un claro caso de falta de voluntad política, a un ejemplo inequívoco de la deriva moral en la que está entrando nuestra sociedad. Y es que una comunidad en la que la palabra dada no tiene valor vinculante es pobre y ruin. Lejos quedan los momentos en los que el honor era todo lo que llevábamos encima. Muy lejos. Demasiado.

“Si se extingue el club, con él se irá parte de mi vida” me afirma Fernando mientras dirige su mirada hacia el Pabellón Municipal cuyas luces se distinguen desde la distancia. Quizá no vuelvan a brillar nunca más, no al menos para iluminar el esfuerzo sincero de diez jugadores que con la excusa de meter un balón en un aro exhiben fortaleza y vigor, verdad y valor a partes iguales. Quizá les impidan seguir jugando al baloncesto en Santa Marta, defender unos colores con los que algunos se vistieron antes de saber, siquiera, lo que significaban. No se lo pondremos fácil. 

No, porque la familia que compone este club está decidida a agotar todas las fórmulas para poner fin a esta injusticia. Se saldrá a la calle si es necesario. Los políticos y demás instituciones públicas no podrán hacerse eternamente los sordos y tendrán que escuchar el bello sonido, quizá ruido para ellos, de cientos de balones en la plaza del pueblo. Sabrán, entonces, cómo late el corazón de un chico enamorado del baloncesto, el sentimiento contenido en cada sucesión de sístoles y diástoles.

Para que Fernando, Emilio, Ana Belén o Lucía puedan seguir jugando en el club que les vio crecer. Para que ciento catorce historias sigan ligadas al baloncesto en vez de derramarse por los múltiples y turbulentos cauces de la vida. Por todo ello DIFUNDE este post y reivindica, con ello, el derecho de estos chicos a jugar y ser felices en el lugar donde nacieron, vistiendo los colores que un día les impusieron y que hoy sienten como si formaran parte de su propia piel.

POR EL CUMPLIMIENTO DE LOS COMPROMISOS, POR LOS DERECHOS DE NUESTROS JÓVENES Y POR EL AMOR AL BALONCESTO... LARGA VIDA AL C.B. SANTA MARTA


La Canasta del año




Pocas horas después de publicar mi particular previa del Celtics-Lakers de esta noche, una canasta de Austin Rivers sobre la bocina me recordó que ni siquiera el duelo entre los de verde y los de púrpura y oro puede equipararse, en términos de emoción y competitividad, al que tiene lugar cada año entre dos de los programas universitarios más exitosos del país, el que enfrenta a los dos College más importantes del estado de Carolina del Norte. Duke y North Carolina.

Si Boston y Los Ángeles representan modelos de vida opuestos separados por más de 4.000 kilómetros de distancia, apenas 14 separan a los dos campus antes mencionados. 14 kilómetros que en torno la Autopista 15-501 conforman un corredor de alto contenido tecnológico especializado en la investigación médica. Los alumnos de uno y otro campus comparten restaurantes y cines. Quizá se corten el pelo en el mismo establecimiento. Pero no durante la semana del partido.

Ni siquiera el alto nivel intelectual que caracteriza a los miembros de uno y otro college impide que sean los instintos más primitivos los que reinen durante los días previos a la gran cita. Desde este punto de vista se entiende que sea el resultado del partido el que determine la superioridad de unos, los ganadores, sobre otros, los perdedores. 




La discusión sobre esta rivalidad también se puede entablar en términos filosóficos. Así, si los Blue Devils (Duke) representan valores como la renuncia al ego y la fe en el colectivo, los Tar Heels se caracterizan por haber fabricado alguno de los mayores talentos ofensivos de la NBA encarnados en hombres como Worthy, Jordan o Vince Carter. De ser esto cierto se pondría de manifiesto que los caminos de la victoria pueden llegar a ser muy diferentes, pero yo prefiero recordar que por Duke han pasado jugadores de la talla de Elton Brand (Míster 20-10 no por nada) o Grant Hill (el llamado a suceder a Jordan), mientras que también la Universidad de Carolina del Norte ha cosechado títulos con rosters más modestos como el que encabezaba Tyler Hansbrough (un séptimo hombre en la rotación de Indiana Pacers) en la primavera de 2009. Eso sí, parece que los jugadores de Duke son más grandes bajo el cobijo de Coach K, mientras que los graduados de North Carolina no experimentan tal sentimiento de dependencia saliendo mejor preparados para volar con sus propias alas.

Pero más allá de la lucha por la jerarquía dentro de la región y de cuestiones filosóficas, lo cierto es que si esta rivalidad ha ido creciendo a lo largo de los años es porque grandes jugadores, grandes técnicos y grandes momentos han contribuido a dicho crecimiento. No en vano, el partido de anoche se disputaba en el pabellón Dean Smith en honor al mítico técnico, quizá el único hombre ante cuyos pies el Dios Jordan se postraría.

Con 22.000 almas vestidas del azul celeste que caracteriza a los Tar Heels y, muchas de ellas, con sus caras pintadas, los chicos de Duke parecían condenados a la derrota. Los de Coach K presentaban los peores números defensivos de la historia del mítico entrenador y todo hacía indicar que el factor cancha jugaría un papel determinante en la resolución del compromiso. Además, el poderío de Tyler Zeller bajo los tableros decantaría pronto la balanza del rebote en favor de los de Roy Williams poniendo mucha presión en los talentosos aleros de Duke quienes, ante la falta de rebote ofensivo y de capacidad defensiva, se vieron pronto obligados a conseguir altos porcentajes de acierto.

Y así, según lo previsto, se fue desarrollando el partido. Las ventajas de North Carolina rondaron siempre los diez puntos durante la segunda parte y todo parecía controlado cuando a falta de dos minutos y 35 segundos el marcador reflejaba un 82-72 tras la canasta de la futura estrella Harrison Barnes. Fue entonces cuando los aleros de Duke sacaron su fusil demostrando tener el mejor juego exterior de toda la competición. Kelly, Thornton, Curry (el hermano menor de Stephen) y Rivers se turnaron para anotar y destrozar el perímetro de North Carolina hasta llegar a los últimos 13 segundos con posibilidades de victoria. Con 82-83 en el marcador el siete pies antes mencionado, Tyler Zeller, disponía de dos tiros libres para garantizar, al menos, la prórroga para su equipo. Sin embargo, un fallo en el segundo fue reboteado por Mason Plumlee quien rápido le entregó el balón a Austin Rivers para que éste, en las narices del propio pívot rival, con poco más de un segundo en el reloj, clavara un triple desde más allá de la línea para conseguir la victoria más prestigiosa que puede obtener un alumno de Duke en su primer año de carrera.

29 puntos y 5 rebotes ante la atenta mirada de un padre orgulloso que se camufló entre la airada afición de Carolina del Norte para seguir los pasos de un hijo que pronto hará que Doc Rivers deje de ser recordado por sus años de jugador en Atlanta o por sus éxitos en el banquillo de Orlando o los Celtics (no olvidemos que ya posee dos galardones a mejor entrenador del año) para pasar a la historia como el padre de uno de los mejores bases que han llegado a jugar en la liga. De momento, este chico de 19 años ya ha metido la canasta del año. Muchos méritos habrán de hacer Lebron, Durant o Rose para superar el significado de un triple, en el último segundo y en territorio enemigo que sirvió para silenciar a 22.000 almas que desde ayer saben que durante unos cuantos días son los de Duke los que mandan. 




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Récords individuales, deriva colectiva





En el calendario de todo seguidor de los Celtics siempre hay una fecha marcada en rojo. Se trata de la visita de los Lakers al Garden, de la reedición de la rivalidad más encarnizada del deporte americano, mayor aún de la que mantuvieron en el pasado los Cowboys de Dallas y los Redskins de Washington en la NFL y al nivel de la enemistad existente entre los New York Yankees y los Boston Red Sox en la MLB. Sirviéndonos de símiles futbolísticos sólo un Real Madrid-F.C. Barcelona o un Boca Juniors-River Plate resistirían la comparación.

Todo desde un ambiente que se ha ido moderando. Lejos quedan las batallas de los 80 en las que los aficionados del Garden o del Forum de Inglewood odiaban realmente a los jugadores rivales. Es mítica la falta de Kevin McHale sobre Kurt Rambis que para muchos expertos supuso un factor clave en el desenlace de la eliminatoria (Los Celtics acabarían venciendo 4-3 en las finales de 1984). Para el conocido analista norteamericano Bill Simmons (@Sportsguy33) la clave no fue la falta de McHale, sino la reacción de James Worthy separando a su compañero empujándolo contra las Cheer Leaders. Una conmovedora escena, no cabe duda. 




Es más, durante la propia década de los 80, la rivalidad adquirió, incluso, tintes raciales. Los afroamericanos simpatizaban más con unos Lakers liderados por Magic, Worthy y Kareem, mientras que los blancos (la mayoría republicanos en cuanto al espectro político) se identificaban en mayor medida con los Celtics de Larry, McHale o Danny Ainge. Sin embargo, esta identificación peca de simplista y podría elevarse a la categoría de mito. No en vano un negro, KC Jones, entrenaba a los Celtics mientras que un blanco, Pat Riley, fue el ideólogo de esa filosofía de juego que pasaría a la historia con el sobrenombre de “Showtime”.

Lo verdaderamente cierto es que esta rivalidad no fue tal hasta que en 1985 los Lakers consiguieran batir por primera vez a los Celtics en unas finales de la NBA. Hasta entonces habían disputado ocho finales y en todas ellas habían vencido los de Boston. Gigantes de este deporte como Chamberlain, Baylor o Jerry West hubieron de despedirse sin conocer el sabor de vencer a los chicos de verde en la gran cita.

Jugar en casa siempre es importante. Sin embargo, tradicionalmente, este factor cobraba mayor importancia cuando el partido había de disputarse ante la ruidosa (y bien surtida de cerveza) afición de Boston. Este matiz tenía un indudable carácter socioeconómico. Los aficionados de los Celtics acudían a los partidos tras un duro día en la fábrica de acero, mientras que los de los Lakers lo hacían después de recoger la sombrilla de la playa con las diferencias en los niveles de estrés que ello supone. Sin embargo y más allá de estos tópicos, el halo del Garden se ha ido perdiendo no sólo por la modernización de la base económica del estado de Massachusets, sino también por la pérdida de elementos identitarios que hacían del Garden un lugar único en la liga (derribo del viejo pabellón junto a la vía del tren en el que no había aire acondicionado, introducción de las Cheer Leaders, proliferación de palcos VIP). Recurro de nuevo al irónico Bill Simmons quien en una entrevista asegura que las únicas dos diferencias que existen en la actualidad entre el Staples y el TD BankNorth Garden son “que los aficionados de Boston asisten de pie al salto inicial y que no abandonan el pabellón en partidos igualados para evitar la congestión en el tráfico”. 



Pues bien, mañana jueves las franquicias más laureadas de la liga medirán sus fuerzas en un encuentro marcado por la reciente consecución de récords individuales por parte de sus jugadores estandarte. Así, si el pasado lunes Kobe Bryant superaba a Shaquille O´Neal como quinto máximo anotador de la historia de la liga, esta pasada madrugada Paul Pierce se situaba como segundo máximo anotador de la historia de los Celtics al rebasar la marca de Larry Bird. Ambos jugadores llegaron a la liga en los momentos finales de la carrera de Michael Jordan y ambos, al igual que el 23 de los Bulls, son ejemplos de longevidad y de lealtad a una franquicia. Y aunque la diferencia en títulos es obvia a favor del escolta de Philadelphia, Paul Pierce está considerado como el mejor anotador de la historia del equipo con más anillos de todos los tiempos.

Al duelo individual entre los dos hombres récord del momento, hay que unir, como aliciente extra, el reciente rumor de traspaso que involucraría a ambas franquicias. Según éste Pau Gasol aterrizaría en Boston a cambio de Rajon Rondo y Brandon Bass. Los Celtics sacrificarían la posición de base y apostarían por rodear a sus dos anotadores, Pierce y Allen, con dos futuros hall of famers en posiciones interiores, Kevin Garnett y Pau Gasol. Para el de Sant Boi se abriría una opción única para ser el primer jugador en ganar el título con las dos franquicias, algo que Shaq no pudo conseguir la temporada pasada (lo mismo podría aplicarse para Rondo). Los Lakers adquirirían un base joven con categoría de All Star que podría aliviar a Kobe de las tareas de play maker que a veces se ve obligado a asumir por la incompetencia en el manejo de balón de Derek Fisher. Sin embargo, un juego interior sin la pareja Bynum-Gasol se convierte en vulgar e insuficiente de cara a pelear por el campeonato.

Poniendo en duda la viabilidad de este rumor, me parece más interesante y realista hablar del aspecto puramente deportivo. Aunque tanto Celtics como Lakers acuden a la cita con balances casi idénticos (14-10 y 14-11 respectivamente) los resultados recientes permiten concluir que los verdes van para arriba, mientras que los de púrpura y oro están atravesando un pequeño bache. Bryant, Bynum y Gasol no son siempre suficientes. El banquillo es uno de los peores de la liga y los sistemas de Mike Brown parecen ortopédicos y previsibles. El partido del jueves puede marcar el destino de los Lakers en la gira por el este que están realizando y que les llevará a New York en la noche del viernes. Y a su vez, y encadenando, del resultado de esta gira pueden depender próximas decisiones en los despachos.

Doc Rivers, en cambio, está empezando a confiar en su banquillo. Los titulares no juegan más de treinta y cinco minutos en los que son altamente productivos. Kevin Garnett parece estar recuperando sus piernas y Paul Pierce promedia más de 6 rebotes y 6 asistencias desde que Rondo cayera lesionado. Por su parte, Ray Allen, como viene haciendo en los últimos años, se mueve en un 50% de acierto en triples. Sin embargo, más allá de estas pequeñas luces, pesan más las sombras pues todo hace indicar que esta plantilla, envejecida, no podrá competir ante las piernas frescas de los Heat o los Bulls.

Como suele decirse en estos casos, un derby siempre es especial y diferente. No importan los antecedentes, la historia o el pasado reciente. Sólo lo que ocurra en los 48 minutos que durará el partido y en el que se renovará la rivalidad más apasionante de nuestro deporte. Y a riesgo de parecer parcial... Let´s go Celtics!

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Detalles y sorpresas





A razón de 10.000 tuits por segundo se dirimió la final de la National Football League. Multiplíquenlos por los 60 segundos que integran cada uno de los 240 minutos que duró el partido y háganse una idea de la repercusión global del evento televisivo más importante del año en los Estados Unidos. La Superbowl.

No nos equivoquemos. No es sólo farándula. Estaba en juego el título más deseado por los niños que crecen de oeste a este de los Estados Unidos, aquél con el que sueñan quienes no nacen con un bate o un stick en las manos. O junto a una cancha de baloncesto. Se enfrentaban los Patriots y los Giants representando a dos ciudades del nordeste americano, avanzadillas de todo el proceso que culminaría con la independencia del gran país. Se enfrentaban las fábricas manufactureras de la Nueva Inglaterra frente a las sedes de los bancos de la Gran Manzana. Se medían dos estilos de vida tan próximos en el espacio como separados por la filosofía. Perdieron los austeros bostonianos. Ganaron los virtuosos neoyorquinos. Mentira.

Simplificando, seguro en exceso, se medían dos equipos bastante semejantes. Dos registros similares que, con mayores o menores dosis de fortuna, se habían plantado en la final sin haber sido los mejores equipos durante la temporada regular (lo habían sido los Green Bay Packers por récord y por juego). Y ganaron los Giants, tras jugar los cuatro encuentros de Playoffs fuera de su estadio, yendo siempre de tapados. Como hicieron hace cuatro años. ¿Cómo? Gracias a grandes jugadas, aprovechando errores del rival y con una pizca de suerte, la que necesitan los campeones para distinguirse de quienes no lo son al convertir en eterna la mínima distancia que los separa de los finalistas. La misma que los libros de historia no tienen a bien reflejar.

Lo lograron, también, gracias a ese corazón de campeón al que hacía mención Rudy Tomjanovich en su discurso tras haber conseguido el segundo anillo de campeón de la NBA con los Houston Rockets. “Nunca subestimes el corazón de un campeón”. Y sobre esta frase y en relación con la sorprendente, merecida y, al mismo tiempo, ajustada victoria de los Giants en la XLVI Superbowl va a girar el contenido de este post. Un homenaje, creo que merecido, a aquellos equipos de baloncesto por los que nadie apostaba a priori y que se encomendaron a la fe y al trabajo para conseguir grandes éxitos.

Hablar de Boston Celtics y de Cenicienta en una misma frase puede resultar incongruente. No lo es tanto si recordamos las condiciones en que partía la franquicia del trébol en la temporada 1968-1969, a la postre la última de Bill Russell como jugador. Con el número 6 combinando su labor en la cancha con la de entrenador todo hacía indicar que unos verdes envejecidos y cansados de ganar serían presa fácil para unos hambrientos Lakers en los que estrellas como Jerry West o Elgin Baylor  aún buscaban su primer anillo. Sin embargo, con el confeti preparado, y con grandes dosis de suerte (un tiro de Don Nelson golpeó la parte trasera del aro y se elevó hasta el cielo del Forum de Inglewood hasta caer dentro del aro y sentenciar el encuentro. Por no hablar del tiro de Sam Jones sobre la bocina que le dio a los Celtics el empate a dos en la eliminatoria) el anillo voló de nuevo hacia el Garden de Boston.

Sin esa estela de campeón que aún acompañaba a aquellos denostados Celtics se presentaron en los playoffs por el título de 1977 los Portland Trail Blazers de Maurice Lucas y un aún sano Bill Walton. La media de edad de los jugadores no llegaba a los 26 años y, sin embargo, aquellos Blazers no tendrían problemas para vencer a los Lakers de Jabbar y a los Sixers de Julius Erving para alcanzar el primer y único anillo de la franquicia de Oregon. 




Toca remitirse de nuevo a 1995 y al segundo anillo consecutivo de unos Houston Rockets que habían firmado un modesto récord de 47 victorias y 35 derrotas en la temporada en que defendían el título. Fue entonces cuando Hakeem Olajuwon se empeñó en dejar claro quién era el amo de la pintura ante aspirantes como Karl Malone, David Robinson, Charles Barkley o el propio Shaquille O´Neal que poco pudieron hacer ante el poderío físico, técnico y táctico del nigeriano.




Permítanme incluir en esta reducida lista de equipos sorprendentes, de campeones con mentalidad ganadora y fe de acero, a los Pistons de 2004. Aquel equipo de Detroit presentaba sobre el parqué un quinteto sin estrellas integrado por Billups, Hamilton, Prince, Rasheed Wallace y Ben Wallace, amén de un banquillo conformado por un Okur aún muy verde, Lindsey Hunter (un base apañadito) y por un Corliss Williamson tan sobrado de clase como necesitado de centímetros. Con estos ocho jugadores y apariciones puntuales de un veterano Elden Campbell fueron pasando rondas en una Conferencia Este que, por otra parte, parecía un erial para ir directos al matadero, a las finales de la NBA frente a los Lakers de los Cuatro Fantásticos con Payton, Bryant, Malone y Shaquille dirigidos por Phil Jackson. Y vencieron. Y no de manera ajustada. Más bien de manera brillante, aunque a muchos no se lo parezca, minimizando el factor O´Neal y desquiciando a Kobe gracias a los enormes brazos y a la actividad defensiva de un Tayshaun Prince que parecía tocado por una varita. 




Cuatro ejemplos a los que hay que unir la historia del TDK Manresa de la temporada 1997-1998 que acompañó con el título de liga a la ya sorprendente Copa del Rey conquistada dos temporadas antes. Tras finalizar sextos en la temporada regular los de Luis Casimiro se deshicieron de Estudiantes, Madrid y Tau Cerámica cediendo un solo partido en cada eliminatoria con un tal Joan Creus como MVP de la final. 



El trabajo bien hecho puede no venir acompañado de una victoria, pero ninguna victoria puede llegar sin haber realizado un buen trabajo.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

El Camarero





Padre de familia y enamorado del golf. Así vive sus años de retiro el emigrante croata más famoso de los Estados Unidos al que ni siquiera los recientes rumores sobre su presunta participación en una red de prostitución alteran el ánimo. Hablamos de Toni Kukoc.

El mismo alero adolescente que lideró junto a Radja, Tabak o Perasovic a la imparable Jugoplastika de finales de los ochenta. El mismo que acompañó a Petrovic y Divac en los Europeos conquistados en 1989 y 1991 y en el Mundial de 1990 con la extinta Yugoslavia. Pasados los años aún conserva su aire intelectual, el mismo que le llevó a ser considerado uno de los mejores pasadores de este juego. 






Si mides 2,10, eres zurdo y posees una coordinación fuera de lo común lo tuyo no es el fútbol. Algo así le debió decir Sergio Kresic, su entrenador en el Hadjuk Split cuando Toni aún era un prepúber. No porque no pudiera hacerlo bien. Sí, porque existía (y existe) un deporte que parecía (y parece) diseñado a su medida. Y así quedó demostrado durante sus primeros años en Europa repartidos entre la Jugoplastika y la Benneton de Treviso hasta el punto de ser considerado como el mejor jugador de la Euroliga en 1993. El talento de Toni era conocido en todo el mundo y, sin embargo, la cerrazón y falta de visión de algunos general managers americanos, posibilitaron el que Kukoc fuera elegido en la vigésimonovena posición del draft de 1990 por detrás de una gran cantidad de tipos que ni siquiera hicieron carrera en la NBA.

Su llegada a la liga coincidió con un momento de incertidumbre tanto para ésta como para la propia franquicia de Chicago. Michael Jordan había anunciado que abandonaba el baloncesto a raíz de la muerte de su padre para probar fortuna con el béisbol. Los Bulls afrontaban una etapa de transición con un Pippen descontento y con un Phil Jackson convencido de que su gran estrella regresaría tarde o temprano a su verdadero hogar, la cancha de baloncesto.

Kukoc tardaría poco en darse cuenta de dos cosas. Una, su juego era más que suficiente para ser importante en la NBA y dos, sus compañeros y su entrenador no se lo iban a poner sencillo. Y no se trata de un caso de xenofobia o trato discriminatorio, sino de varias circunstancias que jugaron en contra del croata.

Es por todos conocida la mala relación entre Jordan y el General Manager, Jerry Krause. Pues bien, el joven croata se convirtió pronto en el “hombre del presidente”, en el yerno ideal extremadamente mimado y, pronto, los dardos empezaron a planear sobre su cabeza. Su contrato multimillonario coincidió con un momento en el que tanto Jordan como Pippen se encontraban infravalorados salarialmente.

El dúo ganador de los Bulls no esperó tan siquiera a su llegada para hacerle saber lo que le aguardaba. Fue durante los dos partidos que disputaron Croacia y Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Barcelona (partido de grupo y la Gran Final) cuando las dos estrellas norteamericanas quisieron comprobar de qué material estaba fabricado el emergente talento balcánico. 




Más duras aún fueron las pruebas a las que se vio sometido por su entrenador, el entonces grande y hoy leyenda, Phil Jackson. Amante de exponer a sus jugadores ante la prensa, algo que sabe bien Pau Gasol, Phil retaba al croata con declaraciones del tipo: “Hoy Kukoc ha jugado bien porque pudo hablar con su madre por teléfono”. Del mismo modo, también es conocida la afición de Phil Jackson por regalar libros a sus jugadores. Pues bien, el primero que recibió Kukoc de la mano de su técnico fue un cómic sin apenas diálogos con una nota que traducida al español diría algo así como: “No estaba seguro de que pudieras leer en inglés”.

Hay diferentes caminos para reaccionar ante una situación hostil. Uno es agachar las orejas y aguantar hasta que escampe el temporal. La otra, la de los jugadores con carácter sabedores de su talento, demostrar lo que llevan dentro. En el caso de Kukoc, capacidades técnicas y compromiso con el juego de equipo. Capacidad para hacer mejores a sus compañeros. Y para ganar partidos. Como hizo a falta de 1,8 segundos en un partido de playoffs ante los Knicks en una jugada que Jackson diseñó para él haciendo que Pippen rehusara volver al parquet. Carácter ganador. Gen yugoslavo. 




Cuando Jordan regresó, Kukoc pasó a ocupar el rol de sexto hombre, ganando el galardón que conmemora al mejor jugador de banquillo en 1996, la temporada del récord de victorias en temporada regular, quizá la de mayor dominio por parte de un equipo profesional en ningún deporte (sólo comparable quizá a la del F.C. Barcelona en 2009). Y parte esencial de aquel éxito fue, sin duda, el juego altruista y generoso del zurdo apodado como “The Waiter” por su facilidad para servir canastas en bandeja para los compañeros.

Kukoc no tiene dudas. De haber jugado para sí mismo habría cosechado medias de más de veinticinco puntos por partido en vez de las más modestas de 13, 14 ó 15 que se elevaron hasta los 18 cuando se quedó al frente de unos Bulls deshechos tras la marcha de Jordan y de Scottie Pippen. De haberlo hecho de aquella manera habría ganado más dinero, habría estado presente en varios All Stars y, sin embargo, no habría conquistado ningún anillo. Así, por tanto, podemos encuadrar al croata entre esos escasos guardianes del secreto entre los que se cuentan algunos de los hombres a los que ya hemos rendido homenaje desde este blog como Bill Russell, Michael Jordan, Magic Johnson, Larry Bird o Isiah Thomas. Sin ser tan grande como éstos Kukoc siempre supo cuál era el camino más corto hacia la victoria. Su talento también ayudó.

Ahora Michael y Toni rememoran viejas vivencias mientras pasean por los campos de golf. Olvidadas quedan las primeras disputas, las dudas iniciales y los desencuentros. Ahora sonríen y lucen sus seis y tres anillos respectivamente. Comparten carcajadas y se dicen algo al oído. ¿Será el secreto?

Comparte con nosotros tus recuerdos sobre el gran anotador y mejor pasador que fue Toni Kukoc, sobre su capacidad para jugar en cualquier posición y para meter tiros importantes. Recuerda, también, si quieres, los años que vivió en Philadelphia o Milwaukee dando clases de baloncesto cuando ya sus piernas le impedían volar tan alto como en su juventud (ese talento físico con el que también contaba y que quedó un tanto eclipsado por sus otras capacidades). 





UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS