2013 a la mochila





Lo confieso. Cierro el año con el récord negativo (o positivo, según se mire) de entradas. Supongo que es normal, que en todo ciclo está implícito un subciclo que invita al hastío, la pereza y hasta la desesperación. Más aún cuando el objeto de cualquier blog es uno mismo, aunque luego esta relación se camufle con temáticas variadas. Y cuando sujeto y objeto se convierten en una única entidad, cuando se fusionan en una misma realidad, pues tienen derecho a sentir asco el uno por el otro y a “darse un tiempo” o a “relacionarse con otros sujetos y objetos”. Pero no se trata de efectuar un monólogo sobre la relación de pareja que se establece en el interior de uno mismo, sino a hacer balance de lo que significó este año o período de 365 días, órbita elíptica alrededor del Sol completada o invento imperial para controlar esa cuarta dimensión cuya naturaleza se nos escapa y, al mismo tiempo, esclaviza: el tiempo.

Permítanme que vaya de lo insignificante a lo menos significante. De lo personal a lo global con la única referencia del baloncesto como elemento común. 2013 fue un año de oportunidades que no supe aprovechar en su debida proporción, de retos que me pillaron aprendiendo. Me refiero al equipo Junior del C.B. Santa Marta y no hablo precisamente de resultados, sino de aspectos mucho más fundamentales que tienen que ver con la madurez de los grupos, la resolución de problemas y, principalmente, la filosofía de juego. Sinceramente, no lo puedo expresar mejor de como lo hice el pasado 24 de marzo en una noche lluviosa en Salamanca en la entrada “La vida a veces”.

Paradójicamente, como jugador experimenté la mayor alegría de mi carrera, una victoria que no por menor en el escalafón de premios, es menos importante en el curriculum vitae de un afanoso aficionado al que el baloncesto, en su vertiente como jugador, le proporciona principalmente un medio para compartir experiencias deportivas con compañeros por los que merece la pena dejarse el alma. Hay pocas sensaciones tan placenteras como mantenerse concentrado al cien por cien en una tarea que implica sacrificio físico y psíquico, colaboración y oposición con otros seres humanos y el aprendizaje continuo de valores, los del baloncesto, que nos engrandecen como miembros de una misma raza. Lean, si no, AQUÍ, cómo me sentía la mañana siguiente del pequeño gran éxito de los chicos del Bambú Legends en el Pabellón Ángel Nieto de Zamora. Fue un 19 de mayo.

2013 fue también un año de despedidas, de adioses impuestos por agendas que marcan el devenir de los acontecimientos de manera autómata, sin preguntar a sus dueños. En junio comuniqué oficialmente mi marcha a los grandes valedores de un proyecto baloncestístico que con pocos medios lucha cada día por llegar muy lejos. Me refiero al Club Baloncesto Santa Marta, una comunidad humana, porque eso es a fin de cuentas un club, con el que estaré siempre en deuda. En este post de 30 de julio certifiqué públicamente mi marcha y expresé, como mejor pude, tantos y tantos sentimientos acumulados fruto de no menos recuerdos. Dos años, un club.

Para cerrar el capítulo personal no puedo, ni pretendo, olvidarme de la fantástica experiencia con los alevines salmantinos de la generación de 2002. Y es que lo que pretende ser, desde Federación, una actividad de detección precoz de talento y de tecnificación (algo muy loable, no se me malinterprete), es, ante todo, una experiencia inolvidable sobre la que los chicos y chicas deben construir un armazón sólido y generoso que les ayude como futuros jugadores y, sobre todo, como futuros sostenes de una sociedad que si se tambalea es, precisamente, por una sangrante pérdida de la orientación moral. Así me referí a aquella experiencia en la entrada “Días de Mini”.

Una de las razones por las que no he sido tan fecundo en la actualización de este diario ha sido mi colaboración con el sueño de un loco, con una web que un día fue un blog y que, cualquier día, se habrá constituido por la fe de su administrador y con la ayuda de quienes participamos, en una auténtica referencia para los aficionados. Me refiero a www.jordanypippen.com, página en la que además de colaborar con crónicas como las de las finales de la NBA o la selección española, participo activamente a través de una sección, Leyendas desde Otra perspectiva, que me ha permitido conocer mejor a grandes ídolos e iconos del baloncesto mundial como Rick Barry, Bill Walton, Scottie Pippen o Dean Smith.

Pero hay otros nombres propios que algún día merecerán el mismo reconocimiento de los anteriores, nombres que en 2013 recabaron el protagonismo gracias a gestas como la consecución del anillo de la NBA o la liga ACB. Otros nombres se escribieron con letras de oro en trofeos quizá menos prestigiosos, pero no menos importantes para sus vencedores. Me refiero al salmantino José Ignacio Hernández, campeón de Europa sub 16 en categoría masculina o a las mujeres dePerfumerías Avenida, campeonas de liga. Y otros, para su desgracia, se vertieron, literalmente en columnas y artículos de diferente autoría, fueron calumniados y aún lo siguen siendo. Por eso mismo, no pude por menos que salir en su defensa. Me refiero principalmente a los nombres de Juan Antonio Orenga (Yo no acuso) y Pau Gasol (Elmismo hombre).

Lo que no pude evitar en este año que termina fue seguir sintiendo demasiado por un equipo al que nunca he visto jugar en directo, con el que no comparto ni el idioma ni la cultura y que conoció sus mejores épocas antes de que hubiera nacido. Me refiero a los Celtics, mi particular devoción, un sentimiento que muchos calificarían de irracional simplemente porque no comparten ni comprenden los motivos que me llevan a ser un gran aficionado de la franquicia del trébol. Una franquicia, por cierto, que vivió sumida en una auténtica montaña rusa de emociones que fueron desde la lesión de Rondo y el adiós a las opciones reales de anillo (Como unbuen celtic) hasta la marcha de mi ídolo de adolescencia Paul Pierce (Tú te vas y yo me quedo) y la contratación de un nuevo motivo para la esperanza, Coach Stevens (El ambicioso Brad) pasando, claro, por la eliminación en el sexto partido contra los Knicks que viví, casualmente, en un rincón muy especial de la geografía española (Buenas noches).

Si en algo se ha convertido este diario, y ya termino, es en el recopilatorio de mis reflexiones sobre aspectos generales que me preocupan. Así, el pasado 17 de febrero me referí al ego de los entrenadores, ese aspecto oculto de nuestra personalidad que amenaza, a diario, con alienarnos (Ni yo, ni me, ni imprescindible). Dos semanas más tarde me decidí a poner negro sobre blanco el peligro que supone la hiperinflación de contenidos en el ciberespacio, una hiperinflación que genera dos riesgos: el exceso de información y la ausencia de conocimiento (La autoridad que da el fracaso). Ya en julio, en pleno verano, y a raíz de una desoladora tarde de domingo, quise dejar constancia de las nuevas formas de ocio y de cómo éstas suponen una amenaza para las formas tradicionales de diversión, aquéllas que no sólo por pasadas, sino por compatibles con nuestra propia naturaleza humana, creo que son mejores (Querido parque). El 8 de septiembre, un día después de conocer que Tokyo será la sede olímpica en 2020 no pude por menos que recordar al novelista Cormac McCarthy y titular mi reflexión No es país para juegos. Finalmente, temas tan dispares como la oferta televisiva (Oferta privada, debatepúblico), la educación en nuestro país (A las tres serán las dos) y la relación entre padres y entrenadores en el mundo del deporte (Cierre la puerta al salir), ocuparon el otoño y anunciaron, finalmente, la llegada de este día que siempre que amanece nos invita a hacer balance.

Espero que hayan disfrutado de alguna de las lecturas de este blog y que en 2014 pueda volver a contar con su grata compañía. Muchas gracias y Feliz año.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Dean Smith, la vida en azul celeste





La crisis nos enfrenta cara a cara con nuestros defectos, pero ningún destino está desprovisto de esperanza y ninguna situación es irreversible”. En estas palabras de “Beyond Our Selves” de Catherine Marshall se refugió Dean Smith durante la noche más larga y difícil de su carrera. Corría 1965 y el balance de los tar heels de Carolina del Norte estaba muy por debajo de las expectativas. Aquella tarde su equipo había perdido por veinte puntos contra Wake Forest y al regresar, su figura, hecha de cartón piedra y bastante deformada, colgaba por el cuello de la rama de un magnolio.

Chapel Hill es un inolvidable lugar lleno de encanto y con un inconfundible sabor a vida salvaje”. Así describía el poeta norteamericano de principios de siglo XX; Tom Wolfe, la vida en esta pequeña villa sede de uno de los programas baloncestísticos universitarios más famosos de la nación. Quizá fuera precisamente ese carácter salvaje, esa pasión incontrolada, la que llevara a los estudiantes de la universidad a sentenciar metafóricamente con la pena capital al joven entrenador, un hombre de poco más de treinta años comprometido con causas tan loables como la erradicación de las armas nucleares y la segregación racial y, al mismo tiempo, profundamente religioso y amante de la disciplina.

Si quieres profundizar en los difíciles inicios y en el fecundo patrimonio que nos legó Dean Smith visita la entrada original en www.jordanypippen.com pinchando AQUÍ.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Titulares inocentes (II)





Dos años después, la entrada “Titulares Inocentes” sigue siendo la más visitada de este humilde blog gracias, en gran medida, a la publicidad que dio de la misma el periodista deportivo de Canal Plus Antoni Daimiel. Tentando de nuevo a la suerte, aunque siendo consciente de lo difícil que será engañar de nuevo a tanta gente, he decidido probar con otra retahíla de titulares con los que los periódicos deportivos podrían abrir su tirada mañana por la mañana.



Pau Gasol fichará por el Real Madrid al finalizar la temporada. El ala pívot de Sant Boi, consciente de su penoso estado físico, ha decidido regresar a Europa para disfrutar de sus últimos años de baloncesto y ayudar al Barcelona a ganar más títulos. Sí, habéis leído bien. 





Milwaukee Bucks, nuevo equipo de la Liga de Desarrollo. Ante la desastrosa campaña del equipo de Wisconsin, sus propietarios han decidido que, en vez de enviar a todos sus jugadores a la Liga de Desarrollo, les saldrá más rentable participar en una competición con menos equipos y, por lo tanto, menos viajes.



Carmelo Anthony acusado de participar en una red de apuestas ilegales. Al parecer el alero portorriqueño habría amasado una fortuna billonaria apostando en contra de sus equipos. 



José Luis Sáez, presidente de la Federación Española de Baloncesto, anuncia que no concederá más entrevistas. El presidente, que ostenta el récord de apariciones consecutivas en fotografías de toda índole, afirma estar harto de restar protagonismo a quienes realmente lo merecen. 





Gigi Lamónica, árbitro internacional, seleccionado para el jurado de la nueva edición de Mira Quién Baila. Al parecer el colegiado italiano adoptará el papel de gracioso pues se rumorea que no tiene ni puta idea de pasos. De pasos de baile se sobreentiende. 





Juan Antonio Orenga elegido entrenador del año por parte de la Asociación Española de Entrenadores de Baloncesto. El gremio se rindió a la evidencia y eligió por unanimidad al seleccionador para este prestigioso galardón. Preguntados por el porqué de las críticas durante la celebración del Campeonato de Europa en Eslovenia, alguno de los asociados afirmó que eran para disimular el enorme cariño que le profesan a Juanan.



Xavi Pascual envió una propuesta a la FIBA para que los tiros de tres puntos valgan cuatro. De esta manera sus equipos pasarían de meter 60 puntos a anotar 80 y nadie se quejaría de lo rácano de su sistema.



Los Brooklyn Nets cambiarán de colores y vestirán de verde. El magnate ruso Mikhail Prokhorov está convencido de que sólo vistiendo de verde Paul Pierce y Kevin Garnett podrán rendir como jugadores profesionales y no como jubilados residentes en Florida. 



Isiah Thomas afirma tener la clave para invertir la tendencia de los Knicks. El antiguo base de la Universidad de Indiana y de los Detroit Pistons, afirma que en caso de regresar a la gerencia deportiva del equipo neoyorquino no dudaría en fichar a Stephon Marbury, Penny Hardaway y Allan Houston.



Allen Iverson convencido de que él sólo, acompañado por cuatro colegas cocainómanos del barrio, ganaría la NBA. La noticia corrió como la pólvora por los salones de juego de Atlantic City y llegó a los oídos de Michael Jordan quien afirmó: “No se lo cree ni él. Me bastaría con un cojo que sacara de fondo y de banda para ganar a ese equipo y a todos los demás” a lo que Barkley, que estaba a su lado, añadió: “Siempre que el entrenador sea Phil Jackson, claro”. En la esquina se podía ver a Tiger Woods hablando con una rubia. 





Se admiten más propuestas siempre que sean tan creíbles como éstas.



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Cuento de Navidad




LA FOTOGRAFÍA



En un rincón sin árbol, sobre una mesa sin belén, bajo una ventana desde la que no se divisan paisajes nevados ni estampas pastoriles. Allí, entre la quietud que anuncia el silencio, moviéndose al compás de sus latidos, un sobre blanco tamaño cuartilla, el único inquilino de un buzón que había permanecido vacío, cubierto únicamente de polvo, durante el largo período en el que su dueño, el titular de la dirección postal, había estado fuera.



“Ya la abriré”, pensó mientras se deshacía de los bultos y abría el grifo del agua caliente. Lo giró con delicadeza, pero la resistencia del agua a correr, hizo que sus brazos, aún fatigados por el viaje, recobraran el vigor de décadas pasadas. Pero el agua, pese a su tozudez, no corrió, como no lo hace tampoco por los desiertos o los polos, allí donde no se la espera.



Al menos los retratos sí obedecieron a la fuerza con la que los tumbaba, con la palma o con el dorso, a veces también de una patada. Tampoco los cuadros se resistieron a su impulso, ni siquiera el último post-it que había escrito su madre antes de morir. “No te olvides de sacar la basura”,rezaba. Por si acaso, pese a que habían pasado más de veinte años desde que la enterrara, se acercó al cubo para cumplir, si fuera necesario, su última voluntad. Pero estaba vacío. Por un momento, aunque fugaz, sonrió, se alejó cinco pasos, manipuló el viejo adhesivo hasta darle forma y lo lanzó hacia el cubo encestándolo. “Aprende hermanito, algún día jugaré con los mejores”. Miró hacia abajo. Y no encontró a nadie.



Ahora su infancia, el único período verdaderamente feliz de su vida, se ceñía a borrosos recuerdos, escenas incompletas sesgadas por el paso del tiempo y la inmediatez del presente. Ya no era capaz de distinguir los rostros de sus compañeros de patio y de parque, las notas y los acordes de las melodías de esas canciones cuyos ecos resonaban hasta el alba, tampoco el contenido de los sueños de los que ahora sólo puede afirmar que no se cumplieron. Tumbado sobre el sofá, alargó el brazo para rescatar de la librería el viejo cuaderno Oxford que solía acompañar a su padre, ese inconfundible perfil chepudo vestido de gris que encontraba acomodo en el rincón más solitario y lúgubre de los pabellones donde jugaba.



Arrancada y parada en dos tiempos hacia izquierda para parar y tirar. Finalización en pérdida de paso con mano interior. Cien flexiones de castigo. Lanzamiento posicional cuarenta y cinco grados a tablero 28/30. Dos suicidios. En la portada su frase favorita, la que le repetía una y otra vez antes de cada sesión: No entrenes hasta que sepas hacer algo, entrena hasta que nunca puedas fallar. Al final, intercalada entre la última hoja y la contraportada, una fotografía en la que aparecía junto a su padre y a su entrenador en el año de juveniles. Calpe. 25 de mayo de 1984. Final del Campeonato de España.



Abandonó de un salto el sofá y, como renovado por una secreta inspiración, abrió y cerró con ímpetu los cajones de todos los muebles de la casa hasta que dio con un bolígrafo bic azul y un folio en blanco. Barrió con el brazo el polvo del viejo escritorio y se sentó en un sillón reclinable.



Querido entrenador:



Me da vergüenza dirigirme a usted después de tanto tiempo. No sé si ha pasado un siglo o tal vez sólo treinta años. Lo que es seguro es que se sucedieron avatares, idas y venidas, subidas y bajadas que me han colocado ahora en lo más hondo de las tinieblas. Cuando iba y subía, se lo reconozco, no tuve tiempo para compartir mi felicidad con usted. Todo era grato. Todo se hacía a mi manera. De hecho, si le hubiera escrito hubiera sido para decirle “se lo dije, todo va bien. No había por qué preocuparse”.



Seguro que sabe que gané dos campeonatos nacionales y que triunfé con la selección. Quizá le hayan contado que me casé con una modelo y que me fui a vivir con ella a la costa. Tuve dos hijos, Alberto y Manuel, y me fui a Italia justo cuando la LEGA era la competición que mejores salarios pagaba en Europa.



Fue entonces cuando, ganando de veinte a Rieti, en un partido en el que llevaba camino de anotar más de cuarenta tantos, mi rodilla dijo basta y se rompió de manera traumática. Al principio todo el mundo estuvo pendiente, se sucedieron las atenciones y los parabienes, los deseos de pronta recuperación y los mensajes de ánimo. Sé que uno venía firmado por usted. Mi madre me lo dijo, pues llegó a la casa donde ahora me hallo, pero debió de extraviarse en el camino a Italia.



Aquel año terminaba contrato (confiaba en que mi rendimiento me permitiría firmar por más dinero), pero nunca pensé que sería el último de mi carrera. A Casandra le sobraron horas para decirme que no quería estar con un parado, con un hombre que ya no podía hacer lo único para lo que se había preparado en la vida. Mi padre ya no me hablaba desde que le descarté como representante y le impedí viajar conmigo a Italia (en realidad fue Casandra la que me lo prohibió). Y a mi madre no la volví a ver hasta que me anunciaron que un cáncer terminal la consumía por minutos.



Llegué tarde, como siempre. Para enterrarla y pagar el sepelio con los pocos bienes que pude librar del divorcio. A tiempo sólo de sellar la casa de mi infancia y de comprobar que mi hermano era feliz como profesor de universidad en Bélgica.



Y ahora regreso para comprobar que todo lo inerte sigue en su sitio, para mirarme al espejo y encontrar, detrás de cada cana y en el abismo de mis pupilas, todo el tiempo que malgasté, todos los consejos que no quise escuchar mientras me creía dueño de mis circunstancias.



P.D. Le acompaño esta fotografía que acabo de encontrar. Le imagino algo más gordo y con menos pelo recorriendo los patios de los colegios y los pabellones donde juegan los chavales. ¿Qué tal está el nivel? ¿Hay algún chico que tire como yo?



Un saludo entrenador. Hasta siempre.



Jaime Aguilar #11



Dobló el folio por la mitad y respiró hondo. No tenía intención de acercarse al estanco más próximo a por un sobre, así que decidió reutilizar aquel que había osado visitar el buzón de su hogar. Lo abrió y lo vació sin hacer caso de su contenido. Tras tachar la dirección a la que venía remitido, escribió el nombre de su entrenador, el único dato cierto que tenía sobre él en estos momentos y lo dejó reposar sobre la mesa camilla del comedor confiando que alguien, algún día, pudiera hacérsela llegar.



Y entonces se dedicó por completo a su misión, la que le había traído de vuelta al hogar. Rescató de su pesada maleta un pastillero de plástico azul y vació el contenido en su garganta. Se ayudó de un poco de agua y se preparó para despedirse lentamente de su propia necedad, de décadas de sufrimiento baldío y desesperación. Se sorprendió al comprobar que el viejo reproductor de cd´s aún era capaz de llevar a cabo su función y tarareó unas pocas notas de jazz, la música favorita de su madre. Así, moviendo los pies al compás de esos ritmos sureños se recostó en el sofá donde se hallaba tirada la carta que había recibido y con los párpados decididos a cerrarse de un momento a otro, optó por echar un vistazo.



Era una simple fotografía con dos hombres ancianos agarrando entre ambos un balón de baloncesto rodeados por once hombres algo más jóvenes y de una edad parecida. Creyó reconocer el lugar, una sala cerrada con gradas de hormigón en el fondo. “Sí, fue allí. Ahora recuerdo”. Dio la vuelta al retrato y cuando el sopor ya se hacía insoportable acertó a leer el nombre de todos los compañeros que formaban parte del juvenil del club en el Campeonato de España de 1984 acompañados de una frase sentenciadora: “Jaime, sólo nos faltas tú”. Calpe. 21 de diciembre de 2013.

Un par de regalos navideños





Después de más de tres años y cuatrocientas quince entradas, ahora que el blog se adentra en su cuarto período navideño, al fin me he decidido a ofreceros un pequeño regalo. En realidad dos. Sencillos y rudimentarios. El primero es una nube de palabras que viene a definir la realidad semántica de este pequeño diario (una nube de palabras cuya elaboración debo a mi querido hermano Fernando). El segundo un crucigrama que, en este tiempo de homenaje a la nostalgia, quiere recuperar nombres que no pueden faltar en el glosario baloncestístico de todo buen aficionado. Espero que compartáis la elaboración con vuestros familiares o amigos y que entre todos revisitéis la biografía y los logros de esos nombres propios que significaron tanto para nuestro deporte. 


Aunque el proceso de elaboración es automático, me alegra comprobar que las palabras que ocupan un mayor espacio, después de "baloncesto", sean "equipo" y "jugadores". Y es que el baloncesto no deja de ser un juego de equipo jugado, y valga la redundancia, por jugadores. 

Y ahora el crucigrama. Intentad resolverlo sin recurrir a diferentes fuentes de internet. Forzad la memoria y, como os decía, antes de visitar páginas de baloncesto, consultad con vuestros familiares o amigos. Un consejo: no introduzcas espacios entre el nombre y los apellidos y, además, como bien apunta en twitter @arcarrera12 no olvidéis colocar las tildes. 

Para acceder al crucigrama pincha AQUÍ

file:///C:/Users/Juanjo/Desktop/art%C3%ADculos%20basket%20y%20golf/crucigramabaloncesto.htm

UN ABRAZO Y FELICES FIESTAS PARA TODOS

Días de mini





Qué tesoro más grande y breve es la juventud. Su envoltorio, unas veces ingenuo y otras perspicaz, nos impide analizar, en ocasiones, su verdadero valor. Y es que juventud es, ante todo, sinónimo de predisposición al aprendizaje, es una puerta abierta, a veces demasiado, que saluda y da la bienvenida a todo el que la osa penetrar.



Por suerte, no siempre los visitantes son funestos hombres de negro, cobradores del frac que vienen a pasar la factura y a arruinar lo que una infancia sana debe ser. Y es que a veces, en la vida de un niño, por muchas y diferentes razones, se cruza el baloncesto en su forma más loca y disparatada, también la más pura y sin ambages: el minibasket.



Ayer, escribo con premura para no olvidar detalles, se disputó en Segovia el Campeonato Regional de Selecciones Provinciales de Minibasket al que tuve la fortuna de acudir como entrenador ayudante de Fernando Merchante Valiente (en este caso la introducción del segundo apellido no es banal) al frente de la selección masculina de la delegación salmantina. Estaba en juego, si no profundizamos y nos conformamos con ser gota de aceite en un vaso repleto de agua, el ascenso de categoría, un quinto puesto que le concede el honor y el privilegio, a la futura generación de baloncestistas salmantinos, de optar a las medallas en la próxima edición.



Pero si a los chicos les pedimos ir más allá del resultado nosotros, como responsables de su crecimiento como jugadores y como personas, no podemos ser menos. Así, aunque la esencia del conocido como PRD (Programa Regional de Detección) es, como su propio nombre indica, el de la captación temprana de talento, no podemos olvidar que de los 192 chicos y chicas citados para el campeonato, sólo 24 formarán parte de las selecciones de minibasket de nuestra comunidad y que muchos menos aún, o ninguno, entrarán en futuras listas a escala nacional.



Es la parte negativa de estos procesos selectivos, de esta toma de decisiones (tú entras, tú no) que descarta y privilegia, que da y que quita. Por eso es necesaria una sabia lectura, una interpretación correcta de lo que supone el alcanzar o no una meta, ganar o perder un partido y, mucho más aún, de lo que ello supone para un chico o una chica de 11 años, para un niño que apenas acaba de aterrizar en este planeta. Espero que ninguno de los 18 niños que empezaron el trabajo y no acudieron a la cita en Segovia, haya inferido que esta negativa es personal e inmutable, pues muchas veces lo que se premia, y lo que se castiga, no es sólo el binomio talento-trabajo sino, y sobre todo, las horas (y la calidad de éstas) que le han dedicado al baloncesto o al deporte en términos generales.



Ahora bien, retomo el concepto de éxito en estas edades apelando a la vocación educativa con la que nació en baloncesto en la fría costa este de los Estados Unidos (la búsqueda de una actividad física reglada que pudiera desempeñarse en el interior de un recinto), la sana sensación de dar el cien por cien, de jugar concentrados únicamente en la tarea que nos concierne, sea ésta cerrar una línea de pase, buscar al compañero libre o atacar el aro. Éxito, y me pongo de pie para citar a John Wooden, es esa “paz interior alcanzada sólo a través de la satisfacción personal de saber que hiciste el esfuerzo de la mejor manera posible”.



Pues bien, nosotros, ayer, tras toda una serie de circunstancias, además de conseguir el objetivo, ganamos. Ganamos porque fuimos honrados con nosotros mismos, porque le hicimos comprender a los rivales que no les regalaríamos nada y porque entendimos, desde el primer momento, que en este deporte, por mucho que a veces nos someta a criterios de selección, sólo se puede triunfar, triunfar de verdad, actuando unidos y como un equipo.



Sí, fuimos un equipo. Incluso para animar a las chicas y dar guerra en el autobús. Ahora, Izan, Guillermo, Javi Pérez, Rubén, Alberto, Javi San Francisco, Dani, Sergio, Pablo Torres, Pablo García, Ángel y Miguel, sólo os queda seguir trabajando, cosechando éxitos ejercicio a ejercicio, entrenamiento a entrenamiento. El baloncesto nos ha brindado esta oportunidad y, sólo por eso, estaremos en deuda con él durante toda la vida. Paguémosla poco a poco, con tesón y espíritu de superación.



P.D. Quisiera extender el agradecimiento a los colegios y clubes que nos prestaron la información de sus jugadores, a los padres que siempre estuvieron pendientes de sus hijos y, por supuesto, al cuadro técnico con el que he compartido estos meses, a Pablo y Eva como entrenadores del equipo femenino y, muy especialmente, a Manuel Rodríguez por su confianza y por la experiencia que nos ha aportado así como a Fernando Merchante por su papel como guía y planificador de un proceso, el de la preparación de la selección masculina, al que pongo punto y final plenamente satisfecho.



Os dejo unas cuantas fotos y más tarde subiré algunos enlaces. 









 UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Normas y valores






Es seis de diciembre, tradicional jornada de asueto para el común con la excusa del aniversario de nuestra última constitución, la séptima de esta joven nación (porque nación, como unión de ciudadanos libres e “iguales” sólo lo somos desde 1812) si sólo tenemos en cuenta aquellas que son fruto de un poder constituyente (y no de la imposición francesa, real o franquista). Una constitución, por cierto, que por ser norma de normas, y por estar abierta a infinitas interpretaciones realizadas, básicamente, por jueces elegidos por los partidos políticos en el Tribunal Constitucional, cada vez nos representa menos.



Es lo que tienen las normas. Nacen de la ambición de sus creadores, quienes inspirados, dicen, en la voluntad popular que les respalda, aspiran a crear textos ajustados a la realidad social y, al mismo tiempo, lo suficientemente generales y abstractos como para perdurar en el tiempo. Se olvidan, quienes creen que pasarán a la historia por dictar muchas y variopintas leyes, que la norma es una aberración, la muestra más clara de que algo no funciona.



No me malinterpreten. Ni siquiera la sociedad más bondadosa podría habitar sin unas normas básicas de convivencia, sin leyes que impongan deberes, otras que restrinjan el abuso de los derechos y otras que doten a los ciudadanos de ciertas potestades. En nuestro caso, viniendo de donde veníamos, podríamos dar por bueno el argumento de que la constitución de 1978 sirvió, al menos, para pacificar el país e instaurar una democracia bastante aparente y pulcra.



Sin embargo, cuando el paso del tiempo nos conceda perspectiva (si la crisis no nos lleva por delante), más allá de la utilidad ya recalcada, recordaremos esta constitución como un acuerdo de mínimos, como un ejemplo de consenso por renuncia y no por convencimiento, como una puerta abierta para que se colaran en ella profesionales del politiqueo, artistas de la corrupción y manipuladores de la historia que quieren fragmentar lo que a vista de pájaro parece una única pieza inseparable.



Pero no es mi intención hablar de la Constitución de 1978, sino sólo utilizarla como ejemplo en el día de su aniversario. Ejemplo, digo, de la perversidad innata de cualquier texto legal. Y es que las normas responden a este patrón perverso cuando se ven desprovistas de su base teórica y moral, cuando responden no a criterios éticos universales, sino a momentos de crispación o a ardores de estómago puntuales. Las normas no nos representan, sino que llaman a la insumisión, cuando nacen de las imposiciones de un colectivo, de las exigencias de un grupo de presión o del interés de los propios legisladores.



Hilo aquí con nuestra función, me dirijo a los entrenadores (también en parte a todos los profesores), de educadores. Ya estemos puestos por el gobierno (funcionarios en el caso de las escuelas municipales) o por una entidad privada (cualquier club) nuestra posición de dominio sobre el grupo se basa, principalmente, en el acto de fe que realizan los chicos y chicas para con nosotros. Entre ellos y nosotros existe un pacto tácito en el que las órdenes y su acatamiento se entretejen a partir de un principio de confianza que puede ser más o menos explícito.



Esta posición asimétrica, entre profesores y alumnos o entre entrenadores y jugadores, puede dar lugar a muchos y variados estilos de liderazgo. Quien considere que la base de su poder es divino dictará normas y exigirá un seguimiento devoto de las mismas. Quien se considere más un guía, compartirá con los tutelados el porqué de sus decisiones y pedirá un cumplimiento informado y, por ello, más consciente.



Ahora bien, ¿están los chicos de hoy en día preparados para aceptar un proceso de negociación que, aunque dirigido por el maestro o entrenador, les exige autonomía y madurez? ¿Cómo lo van a estar, se preguntan algunas voces, si se ha impuesto, por un lado, la cultura de la sobreprotección (“no hagas eso que te puedes caer” o “estudia esto porque es lo mejor”) y, por otro, la de la pillería y el chantaje (“venga, cómprate esa bici, pero no le digas a tu madre que te he dejado solo toda la tarde”). Y no es responsabilidad sólo de los padres, que suelen ser los menos culpables, sino también de los mensajes que reciben de su grupo de iguales y, por supuesto, del principal foco de “desinformación” que manejan los adolescentes de hoy en día, los medios de comunicación e internet (no por el manejo en sí, que brinda grandes oportunidades, sino por lo mal asesorados que están). Ante esta realidad tan compleja, ante la propia individualidad, más exacerbada aún en el período adolescente, de cada ser humano, es fácil acudir a la norma, dictar y sentar cátedra. Instruir y no educar. Y no necesariamente porque se crea en este modelo, sino por mera supervivencia.



Hoy, además del aniversario de la constitución, otra nota de actualidad se impone sobre el resto: La muerte de Nelson Mandela. Su figura, por enorme, nos empequeñece a todos y, por el contrario, su mensaje nos dignifica y nos reconforta con nuestra condición de seres humanos. Él, en este mundo complejo, lleno de hombres crueles y sin una mínima noción de justicia social, podría haber optado por ser un ciudadano más, feliz dentro de su ámbito privado y en su condición de abogado. De esta manera no hubiera pasado veintisiete años de su vida en prisión condenado a cadena perpetua. Es más, tras salir de prisión podría haber renunciado a la lucha, confesar públicamente que no tenía fuerzas para más. Cualquiera lo hubiera entendido. “Es humano”, hubiéramos dicho. Pero no. Y aún hay más. Porque una vez proclamado presidente de Sudáfrica podría haber exigido venganza hacia con los blancos. Muchos también lo habrían entendido. “Es humano”, dirían. Pero no. Optó por la reconciliación, por poner fin a décadas de racismo institucionalizado para proclamar la igualdad entre todos los ciudadanos.



Y ayer murió, como moriremos todos. Pero antes vivió, como no todos haremos si renunciamos a los principios y nos conformamos dictando y cumpliendo normas, actuando de forma “humana” y aceptando sin más nuestros fallos. Traslademos su ejemplo a nuestra vida cotidiana. No todos podremos morir habiendo cambiado un régimen de esclavitud por otro de libertad y justicia, pero sí todos podremos, en nuestro ámbito de actuación, y más aún si trabajamos y convivimos con jóvenes, contribuir a dar forma a una sociedad más justa. Y para ello, créanme, sobran normas y hacen falta valores.



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Anotar como forma de vida





En el marco de las colaboraciones, menos habituales de lo que me gustaría por la falta de tiempo, con www.jordanypippen.com, le dediqué unas líneas al recuerdo de uno de mis ídolos de infancia. Y es que para un niño de siete años no era fácil identificar las acciones meritorias que hoy reconozco como aprendiz de entrenador y sí, en cambio, la manera profesional y pertinaz con que Oscar Schmidt Bezerra golpeaba una vez tras otra, la red del conjunto rival. 

Espero que disfruten, si no lo hicieron ya en su momento, con la lectura del artículo


"Nunca estuve tan cerca de un genio. Figurada y literalmente. En el espacio, en el tiempo y también en esa otra dimensión que viaja en el interior de cada uno de nosotros, la empatía. Él era mi primera búsqueda en la Revista Gigantes y la principal motivación para ver partidos ACB en los noventa. Él era, y finalizo el soliloquio, Oscar Schmidt Bezerra.

Sin embargo, nada tiene que ver el Oscar que yo conocía, aquel que apuraba sus últimos años de baloncesto en Europa jugando en Valladolid, con el Oscar que ya para entonces era un ídolo en el país futbolero por excelencia, en el paradójico Brasil del todo o la nada. Su estatura y su punto de gravedad excesivamente elevado actuaron como mecanismos de selección, pero hicieron falta muchas horas de entrenamiento para que estas cualidades pudieran lucir en la cancha. Y es que no le llaman a uno “Mano Santa” por ser alto, apuesto y espigado. En su camino desde Natal a Sao Paulo, durante su periplo por las canteras de grandes equipos de Brasil como el Palmeiras, se sucedieron miles y miles de lanzamientos en solitario o con la inestimable ayuda de quien hoy es su mujer".

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