La mejor liga del mundo






(Hace unas cuantas horas)

Mientras medito si regresar al alcohol y abrazarme de por vida a una botella de ron en una de las últimas filas de una de las salas del Palacio del Arzobispo Fonseca de Salamanca en el marco de un Seminario sobre desarrollo territorial, sólo soy capaz de pensar en lo que sucederá esta próxima madrugada, con un vasto (casi tanto como el sopor que me invade) océano de por medio, en el arranque de la mejor liga del mundo.

Porque la NBA es la mejor liga del mundo. Lo es a nivel organizativo, económico, social (vínculos entre equipos y ciudades, así como temas relacionados con el apoyo a la comunidad) y también deportivo. En ella participan los mejores jugadores, entrenadores y árbitros. En ella, además, se explota mejor que en ningún otro sitio el concepto de espectáculo. Business is business sí, pero sólo porque en el parqué juegan los mejores con reglas que invitan a que lo demuestren.

La NBA es, además, un modelo de sostenibilidad. El hecho de que se trate de una competición cerrada, sin ascensos ni descensos, permite que el riesgo de las inversiones sea en todo caso moderado. Los límites salariales, a su vez, pretenden evitar los derroches y el establecimiento de jerarquías inamovibles al más puro estilo de las grandes ligas europeas. Sólo así se explica que mercados modestos como los de San Antonio u Oklahoma hayan disfrutado, y disfruten, de la presencia de franquicias ganadoras. Aun así, a pesar de las bondades del modelo, es imposible obviar la existencia de determinados trusts deportivos que acaparan los activos más importantes. Estos conglomerados de estrellas surgen por motivos no precisamente económicos. Estas razones se apoyan más en cuestiones deportivas, en la búsqueda de la gloria deportiva ante la posibilidad de construir un legado imperecedero.

Los grandes jugadores atraen a grandes jugadores. Es un hecho. Por este motivo Miami, Lakers o Boston vuelven a llevar este año, y ya van unos cuantos, el cartel de favoritos colgado del cuello. Por tercera edición consecutiva los chicos del sur de Florida parten como principales favoritos al título. A su fantástico Big Three han añadido al mejor tirador, números en mano, de la historia del campeonato y a un cuatro abierto, Rashard Lewis, que encaja perfectamente en el esquema de juego de Erik Spoelstra quien pretende la maximización de los espacios de ataque para la generación de ventajas a partir del demoledor uno contra uno de Bosh, Wade y, sobre todo, Lebron. El Rey.

Los Lakers, por su parte, intercambiaron a Bynum por Howard esperando mejorar en defensa y ganar agresividad en ataque. Sin embargo, la gran incógnita no está en el rendimiento del pívot y sí en el modo en el que compartirán la bola Steve Nash y Kobe Bryant, dos MVP´s de la liga que basan su juego en el acaparamiento del anaranjado esferoide. Del mismo modo, también existe una gran incertidumbre en cuanto a las posiciones del campo por las que se moverá Pau Gasol, el interior más talentoso del campeonato.

Para los Celtics la temporada 2012-2013 se presenta apasionante. La marcha de Allen fue cubierta con la llegada de Terry y el banquillo ha ganado profundidad con las adquisiciones de Milicic, Barbosa, el regreso tras la operación coronaria de Jeff Green y el “robo” en el Draft de Jared Sullinger. Courtney Lee, titular a priori, contribuirá a que la defensa de los de Doc Rivers vuelva a rozar los finos límites de la excelencia. Todos ellos, más Brandon Bass y Avery Bradley (convaleciente aún de su operación en ambos hombros) secundarán al núcleo compuesto por el base más genial de la liga, Rajon Rondo, el anotador con más recursos de la Conferencia, Paul Pierce y el mejor defensor de todo el campeonato, aunque los números puedan indicar lo contrario, Kevin Garnett. Estos tres equipos librarán con Oklahoma City Thunder una dura y bella batalla por el campeonato. Una batalla que es, además, una guerra de estilos y de formas de hacer. Por qué. Pues porque Oklahoma es el producto más perfeccionado de la reconstrucción en movimiento a partir de elecciones en el draft. El buen ojo de Sam Presti les llevó a reclutar para sus filas a Jeff Green, James Harden, Russell Westbrook o Kevin Durant. A cambio de los dos primeros se hicieron con valiosos activos, con profesionales del baloncesto de esos que son necesarios para conformar un proyecto ganador (Kendrick Perkins o el recién llegado Kevin Martin). De los dos últimos, por su parte, penden sus opciones reales de optar al campeonato.

Estos cuatro equipos se jugarán el campeonato al final de la primavera. Mientras tanto, ilustres como New York Knicks, vacas sagradas como los Spurs, recién llegados como Brooklyn o alternativas valientes como Nuggets o Clippers contribuirán a la incertidumbre y el espectáculo. Nos esperan siete meses y medio de caviar de importación, muchas horas para disfrutar y alejarse, aunque sea por un corto espacio de tiempo, de la cruda realidad. Ojalá nos las pudiera narrar Andrés. I love this game!

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Un movimiento ganador




El primer gran traspaso de la temporada NBA ha llegado antes de que ésta comience. Los Thunder de Oklahoma se han desprendido de James Harden a cambio de Kevin Martin, Jeremy Lamb y varias elecciones de Draft. Así, aunque a primera vista puedan surgir dudas, el equipo finalista de la pasada edición soluciona por la vía rápida un asunto que amenazaba con convertirse en una pequeña pesadilla, en un virus interno llamado a afectar a la química del equipo.

Con esto no quiero dejar pasar por alto el rendimiento ofrecido por el escolta durante su periplo por el estado de las infinitas praderas. Allí, con su zurda precisa y sus agresivas penetraciones se convirtió en el mejor sexto hombre del campeonato y en un indiscutible en los quintetos finales del equipo capitaneado por Russell Westbrook y Kevin Durant. Después de esta noticia, la supremacía de esta pareja escala un peldaño más. Es probable que el base dispute más minutos (no tendrá problemas) y que Durant asuma aún más protagonismo en finales de partido apretados (como tiene que ser).

Kevin Martin es un fantástico escolta, un profesional de la anotación con muchos y variados recursos en la parcela ofensiva. Además, el hecho de que no necesite abusar del balón ocasionará menos conflictos de ego de los que podría suscitar el afán acaparador de Harden. Jeremy Lamb, por su parte, es canela en rama, uno de los mayores talentos de una escuela, la de la Universidad de Connecticut, de la que han salido escoltas tan fantásticos como Ray Allen, Rip Hamilton o Ben Gordon. Su muñeca, su elegante suspensión y su inteligencia dentro de una cancha le han de convertir en un referente de la liga. Démosle, si no, tiempo al tiempo.

Los Rockets, dirigidos por Kevin McHale, reciben una fuente anotadora que cuando tiene el día parece inagotable. Sin embargo, habrá que ver si el bueno de Harden es capaz de adaptarse al modelo de juego coral propuesto por el mítico número 32 de los Celtics.

La mayor parte de expertos y columnistas de los grandes medios de comunicación norteamericanos expresarán sus dudas acerca de este movimiento. La mayoría hablará de una segura merma en las opciones de campeonato de unos Thunder que se quedaron muy cerca en temporadas pasadas. Sin embargo, yo, desde mi modesta atalaya y desde la ignorancia más absoluta de lo que se cuece en los despachos de un equipo NBA, respeto y saludo este traspaso. Los Thunder seguirán corriendo el contraataque, jugarán mejor en estático y brillarán más en el futuro de la mano de un Jeremy Lamb que tiene todos los ingredientes de un plato de alta cocina. 




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

El último gran -ic






Perdonen la tardanza. Los quehaceres cotidianos han absorbido gran parte de mi tiempo y aunque el baloncesto ha estado más que presente en el día a día, en estas últimas fechas no he sido capaz de encontrar el momento perfecto para que las musas me pillasen trabajando frente al teclado de mi ordenador. Reconocido este vicio, esta falta de disciplina que me descarta como escritor y me condena a eterno juntaletras, quisiera arriesgarme una vez más a publicar en esta ventana abierta al mundo desde la que emana un fuerte aroma a baloncesto.

Y si de aroma a baloncesto hablamos, una región del planeta reclama protagonismo y se autoproclama como una de las catedrales de nuestro deporte. Son los Balcanes, ese mosaico multicolor en el que la convivencia no siempre fue fácil, un lugar de paso, de encuentro y desencuentro entre culturas y religiones de diversa índole donde diversos tiranos, desde Alejandro hasta Slobodan Milosevic han querido imponer sus ideas haciendo caso omiso a la importancia de los medios y al valor de la vida humana.

Yugoslavo, serbio, montenegrino y desde 2010 también español. Todas estas nacionalidades ha poseído o posee uno de las perlas más brillantes de la actualidad. La evolución geopolítica de la región hizo que Podgorica, ciudad natal de Nikola Mirotic, pasara de ser una de las ciudades emblema del régimen del mariscal Tito (no en vano era conocida como Titogrado) a la capital de la República de Montenegro después de que el 21 de mayo de 2006, vía referéndum, la mayoría de la población montenegrina aprobara su independencia respecto a Serbia.

El número 12 del Madrid comparte el patronímico -ic (“hijo de” similar al -ez español) con otros grandes del baloncesto en la Antigua Yugoslavia. No os resultarán indiferentes apellidos como Delibasic, Dalipagic, Kikanovic, Slavnic, Vrankovic, Perasovic, Danilovic o Djordjevic entre tantos otros. Todos ellos contribuyeron a los innumerables éxitos de un programa baloncestístico, el de la federación yugoslava, comandado habitualmente por verdaderos jerarcas, por comandantes reconvertidos a entrenadores de baloncesto que respondieron a nombres como los de Zeravica, Cosic y, especialmente, Dusan Ivkovic.

Sin embargo, más allá de las raíces y el apellido, del gen competitivo y de la ambición que le ha llevado a trabajar sin descanso cada verano para ser mejor cada día, lo cierto es que Nikola Mirotic es un producto español, uno de los pocos aciertos recientes de una cantera, la del Real Madrid, que llevaba años, casi décadas, sin producir un talento a la altura del desafío.

En la anterior relación de nombres olvidé uno a propósito. Se trata de uno de los apellidos más ilustres de la historia de nuestro deporte. Hablo de Petrovic, de Drazen, del para muchos mejor jugador nacido en el viejo continente. Cualquier comparación en este sentido resultaría absurda. Todos los parecidos se resumen a la caída de ojos o a la nariz un tanto desfigurada que define a ambos rostros. Drazen es un icono al que la muerte le robó años de baloncesto a cambio de la eternidad. Una eternidad que quizá se hubiese ganado también en la pista compitiendo de tú a tú contra Michael Jordan. Nikola, por su parte, más allá de ser, también, un talento precoz y de esos rasgos físicos ya mencionados, no tiene ese genio que definía al mito de Sibenik. Es un jugador de equipo, producto de una época que probablemente no comprendería el individualismo voraz de Drazen, sus malas artes y su afán por ganar de cualquier manera. 



Nikola es Nikola, un diamante por pulir que pasa peor que Kukoc, que tira peor que Drazen, que se mueve peor que Divac en el poste bajo y que no tiene el potencial físico de un Vrankovic (por la altura) o de un Gurovic (por lo atlético), pero al que es difícil pillar en un renuncio en cualquier aspecto técnico. Nikola es Nikola, un jugador de equipo a la española con unas manos extraordinarias capaces de atrapar cualquier melón y con un sentido táctico muy desarrollado. Su progresión nadie la conoce y es que a sus 21 años es ya titular indiscutible de un proyecto deportivo que huele a Final Four. Su capacidad para jugar dentro y fuera, para anotar desde cualquier rincón de la pista y para defender a jugadores de diferente tipología deberían conventirle en un fijo en las futuras convocatorias de Sergio Scariolo. Se resuelva o no el tema de los jugadores naturalizados creo que Mirotic es más jugador que Ibaka y que sobre sus hombros ha de recaer la responsabilidad de darle relevo a la inolvidable generación del 80. Mirotic está llamado a conformar una columna vertebral hecha de oro y brillantes junto a Ricky. Por su edad, capacidad de trabajo y talento innato están llamados a garantizar éxitos futuros en un país que digeriría muy mal una sequía después de un período marcado por la abundancia. Y es que, para nuestro goce, el último gran -ic habla castellano. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Las lágrimas de Chema






El pasado 7 de mayo de 2011 llegaba a su fin la vida de Severiano Ballesteros. Era sábado y en el Real Club de Golf de El Prat, caprichoso destino, se disputaba el Open de España. En el corazón mismo de la rebelde Cataluña José María Olazábal sacaba fuerzas de flaqueza para no derrumbarse delante de todo el público allí congregado.

Este último domingo, en cambio, Olazábal, al mando del equipo europeo como capitán, le dedicó a Seve la más hermosa de las victorias, la que se consiguió su equipo en suelo norteamericano en una de las competiciones con mayor repercusión global del mundo, la Ryder Cup. 



El golfista, por la propia índole del juego, es un ser solitario y lleno de manías. Aunque en los grandes circuitos puedan formarse pequeños círculos de amistades, la soledad se hace presente en los viajes, las noches de hotel o las jornadas de práctica. Durante los torneos, la lucha es contra el campo y sólo de forma indirecta, a tenor de los resultados, se compite contra los rivales. Por este motivo, la existencia de una competición por equipos como la Ryder Cup contribuye al nacimiento de vínculos imperecederos, de amistades que sobrevivirán, incluso, a la propia muerte.

El deporte, por su propia naturaleza, por elevar los valores del esfuerzo, la lucha y la competición a niveles extremos, conduce al ser humano a experimentar sensaciones fuera de lo común, al límite, tal vez, de lo saludable. En una Ryder Cup, defendiendo el honor de todo el continente, jugando no sólo por uno mismo, sino por todos los compañeros, el jugador siente una presión desconocida, una presión que no puede compararse a la del resto de domingos cuando la lucha es sólo egoísta en pos de la gloria personal.

Europa, ese viejo continente, ese sueño construido sobre cimientos poco firmes y sin la paciencia necesaria, nunca pareció tan unida como el pasado domingo en las afueras de Chicago. Allí, ingleses, alemanes, españoles, suecos, italianos, irlandeses y belgas unieron sus fuerzas para, a base de pasión y buen juego, culminar una remontada que permanecerá en los libros de historia y en el recuerdo de quienes compartimos, en la distancia, tan bello momento. Ahora, en medio de una crisis económica, institucional y moral, me gustaría decir aquello de “lo que el deporte ha unido, que no lo separe el hombre”.

Pero lo separará. Lo separará porque son otras las prioridades, porque los instantes que se encienden a la luz del deporte son efímeros y de fácil olvido, porque hay personas de traje más interesadas en cumplir agendas personales que en pelear por sueños y utopías. Y es así y, probablemente, ni tú ni yo lo podamos cambiar. Al menos, y que no nos la roben jamás, tenemos la facultad para elegir con qué momentos quedarnos, para decidir qué cualidades queremos que impregnen nuestra vida y la de quienes nos rodean.

Y yo elijo las de Chema. Las de un doble ganador de grande a quien poco después de ganar el Masters de Augusta una lesión en el pie le dejó sin caminar y, lo que era peor para él en aquellos momentos, sin poder jugar al golf. Luchó y volvió para ganar su segunda chaqueta verde, para volver a jugar una Ryder Cup y seguir poniendo, así, en práctica, todo lo que aprendió jugando junto a su ídolo y mentor, Severiano Ballesteros.

Tus lágrimas, Chema, llevan la etiqueta de la humildad y la pasión, del amor al juego y de la amistad sincera. Salieron de tus ojos y corrieron por tus mejillas. Fueron tuyas, pero también de todos los que podemos atisbar, tal vez, una pequeña parte de lo que tú sentiste cuando Martin Kaymer embocó el putt decisivo, el que culminó la remontada y demostró que el espíritu de Seve es inmortal, que es verdad aquello de que nunca, jamás, hay que rendirse. 



UN ABRAZO Y ENHORABUENA AL EQUIPO EUROPEO POR LA RYDER CUP 2012