Focus, entrenador, Focus





No se engañe, querido lector, se dispone a hacer una lectura diagonal de este artículo. Es decir, va a cometer dos errores: por un lado ha seleccionado esta entrada entre el millar de artículos mucho más interesantes sobre esta temática y, por otro, va a dedicarle unos minutos de escasa atención, incurriendo en una lectura pobre, versión hermanada con la escucha pobre, uno de los males que señala Daniel Goleman en su obra Focus, de imprescindible lectura (lectura atenta y concentrada, me refiero), esta sí. 



De esta obra se pueden sacar innumerables conclusiones relacionadas con el funcionamiento del cerebro humano, esto es, del ser humano, en la medida en que a través de este órgano se programan todos los razonamientos y conductas, ya sea de una manera meditada o de otra más visceral. Una lectura atenta podría servirnos para la programación y planificación de las temporadas, los mesociclos, los microciclos y las sesiones, en la medida en que nos permite comprender el modo en el que se recibe una indicación y se gestiona la información, pero yo prefiero quedarme con todo lo que tiene de guía para los propios entrenadores, es decir, como manual de autoentrenamiento. 


Somos perezosos por naturaleza, ahorradores, si lo prefieren, pues por pura supervivencia tendemos a optar por la fórmula que demanda menor energía. Los entrenadores y el resto del mundo, sobre todo los aquejados de falta de pasión y de voluntad. De ahí que prefiramos seleccionar solo aquella información que confirma que estamos en el buen camino, que nos reafirma y mantiene nuestros niveles de agitación bajo control. Sin embargo, Goleman insiste en que el proceder propio de los expertos lucha, precisamente, contra la automatización de los pensamientos y la adopción de rutinas pues persigue, entre otras cosas, el ajuste de los modelos o esquemas mentales, algo que, si usted se detiene en la lectura de este párrafo y no ha pasado por encima, seguro que reconoce. 


Bueno, quiero decir, seguro que reconoce en la medida en que practique y se eduque en la autoconciencia, uno de los secretos del éxito que menciona Alan Stein en su obra Raise your game. La autoconciencia suele ser dolorosa y suele exigir, además, un grado de libertad de pensamiento muy elevado que Goleman define a través de la metáfora de la brújula interna. De lo contrario, es muy posible que caigamos en el gregarismo y que adoptemos de manera acrítica pensamientos grupales. Y es que huir de estos pensamientos grupales, y cito literalmente, requiere de metacognición, es decir, conciencia de la conciencia, de arrojar luz sobre lo que un grupo ha sepultado bajo la alfombra de la indiferencia o la represión



En todo caso, debemos admitir la dificultad de nuestra empresa. Muchas veces, ser un buen entrenador implica activar circuitos cerebrales contrapuestos, como los que refuerzan la concentración en estados de estrés emocional y aquellos otros, en cambio, que habilitan la empatía emocional y la intuición social. Por otro lado, los mecanismos de la percepción, también los emocionales, suelen ser ciegos a los sistemas, dificultando los análisis, la captación, comprensión y aplicación de información relevante. Qué difícil ser estrategas militares y tutores de jóvenes. Qué difícil manejar el estrés, tomar decisiones, mantener un nivel de concentración óptimo y, al mismo tiempo, contar con una conciencia abierta que nos permita evitar la reactividad más animal y los juicios precipitados. Liderar, en definitiva, en un sentido muy amplio de la palabra. 


De liderazgo habla también este libro de lectura obligatoria. Y la primera clave de un buen líder es acertar en la elección del marco, del enfoque, en la medida en que este va a determinar la realidad no solo del líder, sino de todo el grupo. Suya será la elección de la visión y los valores que motiven al conjunto de la organización y sus integrantes; suya también la determinación de la estrategia o atención grupal: qué metas perseguimos, cómo las vamos a materializar. Todo a través del análisis de una serie de datos a los que conviene interrogar sobre su procedencia y sobre las propias creencias que encierra el algoritmo que nos los proporciona.


Vuelva aquí, entrenador, aléjese de la especulación infructuosa, del chismorreo propio de las redes y reflexione de manera productiva, no al hilo de este artículo sobre el que ha posado su vista de manera anárquica, sino a través de la lectura del libro de Daniel Goleman, un libro que le hará comprender mejor los mecanismos aún poco explorados de la mente, en qué consiste una práctica inteligente o en qué debe basarse la intervención de un entrenador, por ejemplo, durante una sesión de entrenamiento. Un libro que comprenderán mejor si se toman el tiempo que yo no me he tomado en operar con el foco abierto (tras haber mantenido una atención cerrada) y dejar paso a los hallazgos fortuitos, las intuiciones creativas, aquellas de las que nos priva el día a día, “la catástrofe completa de la vida”, como cita literalmente su autor. 


Aprovechen que todavía es agosto y autoentrénense sin olvidar que las mejores organizaciones funcionan mejor bajo la ratio de 2,9 sentimientos agradables por cada sentimiento desagradable. Luego, hayan leído o no con la concentración necesaria este artículo, no se preocupen en exceso y hagan caso a Van Gogh: encuentra bello todo lo que puedas


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS