Setenta en 2015






Setenta veces siete pido perdón por cada una de las setenta entradas que con esta han salpicado con tinta virtual este diario durante 2015. Setenta por no dejarlas en sesenta y nueve, número redondo y simbólico, pero poco conectado con el perfil más bien escarpado de este diario y su autor. Setenta entradas que, partiendo de la órbita de un balón de baloncesto, tomaron derivadas inesperadas adquiriendo rumbos no siempre queridos. Setenta entradas de las que, agrupadas temáticamente, rescataré a modo de resumen las que más me gustaron.

En 2015 quise airear los cajones de mi habitación y extraer de entre las pelusas y el polvo la pedagogía asociada a la formulación de dilemas en un par de entradas de diario que invitaban a la reflexión y al diálogo. También, después de ver Wiplash, la película basada en la descarnada lucha de un aspirante a baterista, quise compartir mi opinión sobre la crisis de las vocaciones. Meses después, tras leer la obra de Ramón Gener, Si Beethoven pudiera escucharme, extraje un cuento que él mismo incorporaba para reflexionar sobre la creatividad y relacionarla, a posteriori, con la enseñanza del baloncesto. Por último, para no firmar en noviembre mi primer mes en blanco después de más de cinco años, tuve que inventarme un pequeño juego con mi equipo infantil para poner a prueba la honestidad de los jugadores y el pacto de confianza que hemos establecido. Todo para hablar del baloncesto en su faceta más didáctica. Todo para hablar, en definitiva, de educación, en un país donde todos estos temas se resuelven a base de decreto y sin abordar las cuestiones de fondo. 41-32 fue el marcador.

En esta misma línea, quise recuperar también la línea trazada por los grandes maestros. Si Billy Wilder escribía los guiones para sus futuras películas en un despacho presidido por un gran cartel que rezaba “¿Cómo lo haría Lubitsch?” todos los entrenadores deberíamos planificar nuestras temporadas y nuestra toma de decisiones con un lema parecido siempre en mente. En mi caso, y en este caso el blog sirve tanto de radiografía como de manifiesto, pienso que John Wooden, Mike Krzyzewski y Gregg Popovich deben ser los tres grandes referentes. Todo para poder triunfar al recibir, cerca del final de una carrera o de la propia vida, el cariño que el mundo del baloncesto le expresó a Jim Valvano poco antes de morir y que tan bien recoge el documental Sobrevive y Avanza. O todo, simplemente, para que pasados unos años, sigamos recibiendo una llamada cuya primera frase sea: qué tal entrenador.

En este año que termina escribí también sobre actuaciones que me emocionaron. Sobre el virtuosismo de los 37 puntos en un cuarto de Klay Thompson, sobre los valores que hay detrás de los 40 puntos de Pau Gasol en la semifinal del Eurobasket y sobre el heroísmo de la victoria de los Clippers ante los Spurs en el playoff de la mano de un Chris Paul haciendo las veces de un Héctor resucitado. En la previa de las finales hablé también del gran villano de la liga y de ese niño al que se hace necesario recordarle cada poco que deje de joder ya con la pelota.



También hubo espacio para los grandes equipos. También, incluso, para uno de fútbol, el Atlético de Madrid, tras su 4-0 en el derby de la capital. No me olvidé de los Spurs a raíz de la victoria de los Patriots, su “alter ego”, en la Superbowl. Y hablando de almas gemelas, aproveché la visita de los Celtics a España para referirme a los paralelismos que de modo natural se establecen entre ellos y el Madrid, un Madrid, por cierto, en el que Laso obtuvo al fin el premio al no siempre valorado talento de “saber esperar”. Por supuesto, en el año de los Warriors, no pude evitar comparar su juego con el de otros grandes equipos, de este y otros deportes, en la entrada que titulé “El baloncesto total”.

Por lo que a mí respecta, seguí formándome de manera más o menos activa. Lo hice en la semana de entrenadores a la sombra de Porfirio Fisac en Valladolid y también de regreso a Zaragoza para el máster de táctica, donde además tuve la gran oportunidad de exponer los resultados del proyecto de investigación del CES 2014. Además, aunque de manera muy precaria, a través de vídeos de los que sentiré vergüenza –espero– el día de mañana, quise explorar mi vena divulgadora hablando de los Spurs y el pase, de Curry y Carmelo y sus habilidades en el uno contra uno, de la defensa del futuro que representaron, aunque solo fuera el año pasado, los Milwaukee Bucks, y de nuevo, del juego de pick and roll de los San Antonio Spurs. Además, rescaté la sección más longeva de este blog con la octava edición de Aclarando conceptos.



Y saqué a la luz reflexiones de fondo de armario que no interesan a nadie, y menos en Navidad. Y busqué la solución en la catedral de Burgos, en la redefinición de la oferta televisiva o en el replanteamiento del lugar que ha de ocupar el baloncesto en el sistema educativo. Y divagué, y caí en incoherencias y paradojas –esas que no se perdonan en esta sociedad tan perfecta que no duda ni a la hora de autodestruirse–. Y no convencí. Y fracasé como lo hacía Scott Fitzgerald en comparación con Hemingway, pese a que su prosa era tal vez (seguro) más profunda y delicada. Y reclamé, de manera cuanto menos osada, cada vez que le di al botón “publicar”, un lugar en la vida privada de muchas personas. Porque uno escribe para que lo lean, aunque escriba lo que le dé la gana. Como es el caso.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Los caminos no tomados




"Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, yo tomé el menos transitado. Y eso hizo toda la diferencia". (Robert Frost en El camino no elegido)


Hace poco reflexionaba, en el marco de un seminario de escritura de no ficción, sobre el peso de los hechos que, en nuestra biografía, nos afectan por no haber sucedido nunca; por haber sembrado una expectativa que nunca germinó. A esta colección que incluye aviones y trenes no tomados, palabras nunca dichas, letras jamás impresas, besos nunca robados o síes que nuestros miedos transformaron en desoladores noes, quiero añadir hoy todas esas entradas de diario que bien pudieron haber visto la luz en este 2015 que está a punto de expirar y que, sin embargo, ante la falta de tiempo, por discreción o vergüenza, se quedaron en ese difuso universo de lo intangible e inmaterial.

Bien pudieron irrumpir en este diario las necrológicas de Dolph Schayes, Darryl Dawkins o Moses Malone acompañadas de una reflexión sobre la temprana edad a la que les sobrevino la muerte a estos dos últimos (58 y 60). También pude haber escrito sobre el legado de Bill Ruthridge, ayudante casi vitalicio de Dean Smith o el de Flip Saunders.

También pude hablar, pero no tuve tiempo para armarme del arsenal probatorio suficiente, de las presuntas corruptelas del señor Sáez, presidente de la Federación. Desconozco si sus actuaciones pecaron de mal gusto, de escaso cuidado o de soberbia. Desconozco si son causa suficiente para inhabilitarlo de su cargo y tampoco estoy al corriente de los términos de su enfermedad. Quiero ser cauto, pero exijo, como último miembro de toda esta cadena alimenticia en la que, como sucede en el mundo, unos pasamos hambre y otros se atiborran, una explicación. Sí, quiero transparencia. Deseo saber cómo se gestiona el dinero procedente de los clubes y de los contribuyentes. Quiero saber en qué se gastan esos fondos, mientras asociaciones deportivas modestas apenas sí pueden asomar la cabeza por encima del agua

No me sorprendió el anuncio de retirada de Kobe. Como tampoco lo ha hecho el nefasto arranque de temporada de los Lakers. La vanidad pudo a la discreción y al final el magnífico escolta no pudo resistirse a que este año se convierta en una suerte de gira homenaje por las diferentes canchas de la liga. Para sorpresa de muchos de mis contemporáneos no está en mi top 10. Le avalan sus largas jornadas de trabajo y su capacidad para anotar, anotar y volver a anotar. En contra la alargada sombra en la que se cobijó para obtener numerosos triunfos y lo destructivo de su afán de notoriedad: su ego le impidio ser un buen líder.

También me hubiera gustado debatir en la distancia con mi admirado Popovich. Hablando sobre el éxito de los Golden State Warriors criticó el abuso del lanzamiento exterior, calificándolo como de una especie de circo. Sin despreciar la posibilidad de que sea simplemente una maniobra para desestabilizar al que se plantea como gran rival de sus San Antonio Spurs en la lucha por la hegemonía en la Conferencia Oeste, creo que Popovich se equivoca. La implantación de la línea de 3 puntos en la temporada 1979-1980 fue un gran acierto. Hizo, sin necesidad de reformas, más grande la cancha y favoreció a su estimado juego interior. Su presencia, además, no es nueva, por lo que si los Warriors son capaces de servirse de esta convención, lo que Popovich debería hacer es darles la enhorabuena y, mientras tanto, seguir usando sus armas. Porque si los Warriors apuestan por pivots móviles que puedan subir a la base y distribuir el juego desde allí, los Spurs cuentan con dos de los jugadores interiores más capaces para construir juego desde poste medio. Y nadie les critica por abusar del balón interior. Y la lucha que se planteará, como esperamos y deseamos los aficionados, no será entre la pureza y el circo, sino entre dos estilos diferenciados que, por su nivel de ejecución, marcarán una época.

Por último tampoco quise hablar de mí como sí hacía en otras épocas en las que el diario tenía más de eso, de diario, y menos de ensayo sobre la marcha;cuando era más egocéntrico y menos pretencioso. No quise relatar lo feliz que abandoné el campeonato de selecciones provinciales de Castilla y León tras ver competir magníficamente al grupo de niñas prealevines que representó a Salamanca con orgullo y absoluta devoción por el juego. Tampoco las dificultades que me encontré con el infantil de Santa Marta, durante la temporada pasada, al ser incapaz de crear un grupo con la disciplina suficiente como para poder competir a escala autonómica. Y más recientemente, tampoco quise dejar cuenta de mi incorporación al Club Baloncesto Tormes en el que, por el momento, me hallo muy feliz y satisfecho con la implicación de los chavales, también infantiles, que entreno.

Y tampoco escribí la crónica del triunfo de Duke. Ni ahondé en la magnífica temporada del Real Madrid o en el magnífico arranque del Valencia Basket. Ni valoré suficientemente el bronce de la selección femenina absoluta o los múltiples triunfos en cantera, con mención especial al que lograra, una vez más, José Ignacio Hernández, mi paisano, con la sub-20 femenina. Ni volví a hablar de Pau Gasol tras su exhibición ante Francia, cuando el mayor de los Gasol sigue siendo el mejor pívot de la liga y el tipo mejor educado de toda la NBA.

Y tampoco escribí una entrada, y esto sí que me duele,, dándoos las gracias por estar ahí,cerca o en la distancia, pero comunicándonos siempre en el mismo idioma: el del baloncesto. Así que, brindando por todos esos caminos no tomados, me despido y os doy las gracias.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Debates nada inocentes





Últimamente estoy haciendo lo que nunca se me pasó por la cabeza durante mis años de universidad: colarme en una clase que no me corresponde. La celebración del curso de nivel I de entrenadores de baloncesto me está permitiendo escuchar las lecciones de los mejores técnicos de la ciudad y el diálogo que estos entablan con los que pretenden serlo de aquí a unos cuantos años. Durante estos seminarios, las cuestiones metodológicas se mezclan con aquellas otras de corte más bien conceptual partiendo siempre de la base de que “casi todo vale” o de que “cada cual puede mantener su posición”. Sin embargo, estas afirmaciones, siendo necesarias para dotar al discurso del pertinente tono de humildad, son rápidamente matizadas por la presencia más o menos perceptible de los espectros de los padres de la estadística, la geometría o la biomecánica moderna. Por no hablar de los de la psicología, la preparación física, la sociología y otras ciencias auxiliares de las que el entrenador debe conocer al menos unas nociones básicas.

En el curso de estas charlas se dejan caer algunas afirmaciones cuanto menos susceptibles de abrir nuevos debates y yo, ante la necesidad de seguir llenando de contenido este diario, he tomado nota.

1. ¿Ganar o formar?

1.1. Las defensas zonales en categorías de formación.
1.2. La asignación de roles en la búsqueda de la mayor efectividad del equipo ahora y sin vistas al futuro. (“Este no tira”, “jugamos para este”).
1.3. El uso mayoritario de sistemas como herramienta de control del entrenador sobre el juego por conceptos, mucho más complejo de enseñar, con mayor protagonismo de los jugadores y con, tal vez, peores resultados en el corto plazo.

2. El papel de la técnica individual.

2.1. “La técnica individual no existe” (Alberto Miranda). Es decir, no se debe entrenar descontextualizada, sin que el jugador comprenda su aplicación inmediata en el juego.
2.2. La técnica individual aplicada como tendencia reciente. No entrenar recursos que un jugador no vaya a emplear en el partido.
2.3. Los jugadores y los entrenadores deberían intervenir en la elaboración del reglamento, algo que ha venido quedando en manos del Comité Técnico de Árbitros de la FIBA.

3. Los entrenadores.

3.1. La escasa ambición y capacidad de autocrítica del nuevo entrenador.
3.2. El amateurismo. La dificultad para conciliar la tarea de entrenador con las otras fuentes de ingresos, vida familiar, vida social,…
3.3. ¿Un gremio? ¿Nos coordinamos como tal? ¿Compartimos información? La lógica de los clubes frente a la lógica de los entrenadores.

4. El papel del baloncesto en el marco de la nueva “cultura del ocio” (este es de mi cosecha)

4.1. ¿Qué valor debe aportar el baloncesto en el marco socioeconómico actual? ¿Deben volcarse los esfuerzos financieros en su dimensión mediática como espectáculo o más bien en su vertiente educativa como complemento en la formación?
4.2. La necesidad de fidelizar futuros “consumidores” de baloncesto. ¿Cómo implantar una cultura de baloncesto aprovechando los éxitos de nuestra selección absoluta? ¿Qué medios emplear para esta difusión?

Debates necesarios a los que nos deberíamos plantearnos darle respuesta. 

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Lo que ya sabíamos




Hasta Rajoy lo intuía cuando la mañana después de encajar la primera hostia de la semana pasada, se dedicó a caminar en la cinta: el ejercicio físico repercute favorablemente en el rendimiento. Lástima, para el presidente en funciones, que no directamente en los resultados electorales. Un reciente estudio de la Universidad Internacional de Valencia y del que los medios se han hecho eco en días pasados, ha venido a confirmar lo que en su día concluyeron otras instituciones en España y también en el extranjero.

La capacidad cardiorespiratoria y la habilidad motora están relacionadas con el rendimiento escolar”, afirma Francesc Llorens, cabeza visible del estudio. Resulta que el ejercicio se correlaciona de manera directa y positiva con la generación de neurotransmisores y con factores de crecimiento cerebral que a su vez fortalecen las conexiones neuronales que facilitan la memoria y el aprendizaje. Y si dos de las facetas que nos identifican como especie dentro del mundo animal son nuestra capacidad de razonamiento y nuestra habilidad para crear recuerdos, el resultado de este estudio no puede ser tachado en ningún caso de intrascendente.

Una mejor respiración alienta la comunicación entre las células y, por otra parte, la habilidad motora favorece la concentración”, relataba en este caso Irene Esteban-Cornejo, coordinadora de unestudio semejante llevado a cabo en el marco de la Universidad Autónoma de Madrid en 2014 y en el que la muestra superó el número de dos mil estudiantes. Por su parte, en el Reino Unido, el Estudio Longitudinal Avon de Padres y Niños también conocido como “Niños de los 90”, en el que se hizo un seguimiento de más de 14.000 chicos y chica nacidos en 1991 y 1992, fue aún más lejos al concluir que había un efecto dosis/respuesta, es decir, que “cuanto más intenso era el ejercicio realizado, mayor era el incremento de las calificaciones”. Acompañaba todas estas proposiciones con un argumentario neurológico muy sesudo del que soy incapaz de extraer una pequeña síntesis sin incurrir en errores de bulto, pero del que se deducía muy fácilmente la misma tesis del resto de estudios.

Esto que han venido a demostrar instituciones de gran prestigio es lo que muchos ya intuíamos. Las mejoras atencionales, en la capacidad espacial y las no mencionadas en estos estudios relacionadas con las habilidades sociales, en el caso de los deportes de equipo, no necesitaban del respaldo de ningún estudio para su sostenimiento. En muchas ocasiones, y sin querer desprestigiar el bendito oficio del magisterio, el patio y el pabellón han servido como correctores de conductas desviadas que la escuela no hace más que reforzar con lo esclerótico de su forma y lo oscuro de su fondo y su discurso. Cada día, un muchacho estresado o aburrido, encuentra sentido a su infancia correteando detrás de un balón, colaborando con un compañero y tratando de conseguir un reto, aunque como le sucede también al horizonte, se desplace al mismo ritmo que sus intentos por alcanzarlo.

Así que ya lo saben, muévanse e inviten a sus hijos a que organicen su apretada agenda marcada por los deberes escolares, el chat de WhatsApp y la videoconsola, para que quede en ella un espacio de tiempo para correr y saltar. Recuerden, si no, lo mucho que les puede ayudar esto a pensar y que pensar, después de todo, no está tan mal.


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Not that far






Para los primeros colonos que se hicieron al camino con la intención de conquistar el oeste, este punto cardinal simbolizaba lo lejano y lo desconocido. Para los amantes de las películas ambientadas en los desiertos de Texas, Nuevo Méjico o Arizona, el Oeste representa una tierra sin ley donde la supervivencia se gana con las armas y en la que vaqueros e indios suceden a los héroes tebanos o troyanos en una suerte de épica contemporánea. En cualquier caso, el Oeste está rodeado de leyenda y mitología, igual que sucede en el baloncesto.

Y es que alguno de los equipos más mitificados de la historia de nuestro deporte sientan sus raíces en estas tierras más allá de las Grandes Llanuras, a barlovento o sotavento de las Rocosas. La Blazermania se instaló durante los años 70 en la ciudad de Portland como lo hiciera el Showtime en la megalópolis de Los Angeles durante la siguiente década. Famosos fueron también los Jazz de la dupla Stockton y Malone, así como los Kings de la tortilla de patata (Bibby, Christie, Stojakovic, Webber, Divac,...), que diría Montes, o de nuevo aquellos Blazers de Rasheed Wallace, Pippen, Stoudamire, Sabonis, Randolph, Bonzi Wells,... que igual que terminaron siendo asociados por su carácter macarra, bien podrían haber sido recordados por su buen baloncesto. Durante muchos años el Oeste fabricó equipos caracterizados por su baloncesto vertiginoso y su inevitable fatídico destino. Y es que a los Jazz, los Kings y estos Blazers habría que unir a los Suns liderados por Steve Nash, a los Sonics de Payton o Kemp y, por supuesto, a los Lakers de Baylor (jugador con mayor número de finales sin anillo), West (único MVP de las finales que no consiguió el anillo) y Chamberlain, un equipo que habría podido marcar una época de no haber sido por la presencia constante de la maquinaria céltica, tal vez más roma y menos brillante, pero sin duda mejor engrasada.

El cambio de siglo vino a alumbrar una tendencia claramente marcada por la supremacía del Oeste. Con Phil Jackson cambiando el viento de Chicago por el sol de California a la sombra de Shaquille y de Kobe, los Lakers del “threepeat” sentaron las bases de dicho dominio. Lo hicieron de la mano de los intermitentes Spurs; intermitentes, digo, porque se dedicaron a ganar anillos solo en los años impares. Solo Pistons, Heat y Celtics lograron inmiscuirse en este festín hasta que los de Miami se hicieran con la tripleta formada por Wade, Bosh y Lebron, pero ni siquiera sus títulos consiguieron alterar la lógica de poder de un tablero claramente descompensado. Los datos son esclarecedores en este sentido. Desde que comenzara el milenio solo en una temporada los equipos del Este registraron un balance mejor que los equipos del Oeste. Y si nos aproximamos en el tiempo a nuestros días, es escalofriante el récord de 547 a 353 partidos a favor del Oeste en los dos últimos años. Un 61% de victorias que resultaba más descorazonador si cabe al ser la NBA una liga cuyos mecanismos están llamados a equilibrar las tendencias y buscar la igualdad de oportunidades.

Este año, como por arte de magia, después de cuarenta días de competición, el Este registraba a fecha de 4 de diciembre, una ventaja de 54 a 47 en los partidos frente al Oeste. Además, un vistazo a la clasificación basta para comprobar que los playoffs, por primera vez en mucho tiempo, se encuentran mucho más baratos hacia el Pacífico. Y si bien los 82 partidos terminarán de poner en valor esta aparente mejora, yo me atrevo a concluir que el cerco se ha estrechado y que el Este es, efectivamente, más competitivo que en años anteriores. Y no, no gracias especialmente a la llegada de nuevos talentos vía Draft o traspasos, sino a partir de proyectos que se han ido consolidando en el tiempo como son los de Atlanta, Indiana, Toronto, Orlando o Boston.

Estamos, en cualquier caso, de enhorabuena. El Este ha dejado de ser ese núcleo de baloncesto enjaulado en sistemas conservadores y, desde esta nueva perspectiva, el Far West se nos muestra no tan lejano. Warriors aparte.




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VEINTE POR CINCO





Los Golden State Warriors pondrán esta noche en juego, una vez más, su imbatibilidad. La visita a Toronto supondrá una buena prueba de fuego. No en vano, los canadienses son uno de los rivales que más cerca han estado de vencer a los chicos de La Bahía. Con todo y con eso, este 20-0 es ya en sí mismo una auténtica hazaña, un inicio soñado en el que el vigente campeón se ha sobrepuesto a la ausencia de su convaleciente entrenador, Steve Kerr, a la pérdida de un suplente de lujo como David Lee y, por encima de todas estas circunstancias, a la autocomplacencia que suele acompañar a aquel que viene de ganarlo todo, de proclamarse “campeón del mundo”.

Aunque es evidente que gran parte del mérito de este record reside en la vuelta de tuerca que ha dado Stephen Curry a sus estadísticas de MVP –con un incremento de ocho puntos de media por partido (32), de cuatro puntos en el porcentaje de tiros de campo (52,4%) y de punto y medio en los lanzamientos de tres (45,9%)–, hoy quiero fijarme en aquellas estadísticas de equipo que explican el abrumador dominio que los Warriors están ejerciendo sobre la competición.

1. Eficiencia en el tiro. Si ridículos son los porcentajes de Stephen Curry, lo mismo se puede decir de los de todo el equipo. El 49,3% supera en dos puntos y medio a los Thunder, segundos en esta estadística. Esto les permite anotar 1,14 puntos por posesión, 0,07 más que los Thunder, también segundos en esta categoría. Si ponderamos el mayor efecto de los lanzamientos de tres en el marcador y lo añadimos a la ecuación en lo que la NBA llama el “Effective Field Goal Percentage”, las cifras son aún más ridículas: 56,7%. Al final, entrenadores, meterla lo es todo.



2. Generosidad. El 69,4% de los tiros anotados por los Golden State Warriors han sido asistidos por un compañero, lo que les lleva, por supuesto, a liderar esta magnitud estadística. Los chicos de Luke Walton también son los mejores si se cotejan las asistencias y las pérdidas. Así, por cada pérdida, los Warriors dan 1,8 asistencias. Ningún equipo da más. Esta estadística se retroalimenta recíprocamente con las estadísticas de tiro y también con las que les sitúan como equipo que más anota en contraataque (21,3 puntos por partido), situación de juego en la que el porcentaje de asistencias es mucho mayor.



3. Defensa. Para un equipo con vocación claramente ofensiva, ser el sexto en eficiencia defensiva es un gran logro. Los 0,97 puntos que concede por posesión son un dato que mejora los 0,98 que consiguió durante toda la temporada anterior. Los perfiles defensivos de Harrison Barnes, Andre Iguodala y Draymond Green, sumados a la reconversión de Bogut y el compromiso defensivo de Klay Thompson, Stephen Curry y todos los jugadores de rotación, les convierten en un equipo temible. Los Warriors son, tras los Knicks, el equipo que mejor defiende el perímetro, concediendo un pírrico 30,1% en los lanzamientos de tres de sus rivales. También es el sexto equipo que fuerza un peor porcentaje en el conjunto de los tiros de sus rivales.



4. Rebote. Comparados con muchos de los equipos a los que se enfrentan, los Warriors no son un equipo excesivamente alto. Aun así, son el sexto equipo que menos rebotes conceden al oponente, 42, estadística con toda seguridad relacionada con el alto porcentaje de tiro, pero que también tiene que ver con un alto nivel de compromiso de todos los jugadores en esta faceta. Además, el elevado número de lanzamientos exteriores practicado por los Warriors, junto con el fantástico despliegue de facultades de un jugador como Draymond Green, les permite coger muchos rebotes ofensivos. De hecho, son el cuarto equipo que más rebotes ofensivos coge por posesión.



5. Ritmo. Los Golden State Warriors son el cuarto equipo que más posesiones ofensivas juega por partido: 101,68. Esto tiene que ver con el promedio de tiempo de cada una de ellas y también con el tipo de defensa que practica, muy orientada a provocar errores y a forzar que los rivales incurran en acciones precipitadas. La profundidad de la plantilla, conseguida gracias a la gestión de los técnicos al priorizar el desarrollo de los jugadores sobre el protagonismo de las estrellas (Curry juega 34 minutos por partido), les permite practicar este baloncesto a lo largo de todo el encuentro.



Cinco facetas con reflejo estadístico que multiplicadas por veinte partidos nos conducen al cien por cien de victorias. Todo eso y mucho, mucho, espectáculo.


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El billete de cinco euros





Y ahora, dadme el billete de cinco euros que he dejado caer junto a aquel banquillo”. Así terminé el entrenamiento de hoy con mis infantiles. Un entrenamiento bastante bueno, la verdad. Con ritmo, intenso, con varios gestos de calidad. Pero yo quería mi billete, el que había dejado a propósito en el suelo nada más comenzar la sesión con la intención de observar reacciones y comportamientos, tratando, en definitiva, de conocer mejor a los chavales que tengo el gusto de entrenar.

El lunes anterior, a pesar de ser muy tarde para ellos, tuve que reunirlos al acabar la sesión. En el ejercicio competitivo de tiro por equipos ambos conjuntos incurrieron en la tentación de contar de más. Yo, que estaba en el medio del campo vigilando la técnica de lanzamiento, pude percatarme aun así de algunos “errores matemáticos” que no me gustaron. En mi discurso final no me quedó otra que sacar a colación la palabra honestidad, en su cuarta acepción en el diccionario.

Probo, recto, honrado”. Así define la RAE a una persona honesta. Y si vamos a honradez nos habla de “rectitud de ánimo e integridad en el obrar”. Valores a la baja, sin duda. Desconocidos por arribistas y corruptos, por famosillos y pregoneros de una felicidad basada en la acumulación de medallas y en la que todo vale mientras no te pillen. Principios ignorados por los personajes de esta comedia humana a la que asistimos a diario y de la que nuestros jóvenes son testigos atentos, testigos y víctimas pues, en su proceso de horneado y ante tanto estímulo de dudosa calidad, corren el riesgo de acabar apestando al humo con el que numerosos personajes de la vida pública, ejemplos paradigmáticos del “éxito”, ocultan sus miserias.

¿Cuál es nuestro papel como entrenadores? Desde luego, si seguimos en esta deriva semántica, el entrenador, en cuanto que “persona que entrena”, es decir, en cuanto que persona que “prepara o adiestra personas o animales, especialmente para la práctica de un deporte”, no tendría por qué ocuparse de un tema colateral como pudiera ser la honradez de sus jugadores. Sin embargo, tal vez, en cuanto que educador (o coeducador), “persona que educa”, persona que según la segunda acepción de educar, “desarrolla o perfecciona las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.” sí que tenga algo que decir.

Pero claro, en este terreno somos, a ojos del derecho laboral, intrusos. Algunos no hemos estudiado pedagogía. Otros no han cursado el antiguo Certificado de Aptitud Pedagógica (hay que tener cara para llamarlo así). Y más allá de la fétida burocracia, en la búsqueda de nuestra propia honestidad, cabe hacernos la siguiente pregunta. ¿Quiénes somos nosotros, “personas que entrenamos”, para promover o inculcar unos valores?

Aquí les diré que una de mis motivaciones para dejar caer un billete de cinco euros en el suelo y tratar de sonsacar de lo anecdótico una enseñanza, pasa por esa suerte de “contrato” que he “firmado” con los padres de los chicos y en virtud del cual quedo responsabilizado de una parte de su educación. Ello, que me inhabilita para inculcar según qué pensamientos propios, ideológicos o políticos, creo que me faculta, en cambio, para hacerles llegar esos valores que, en mi modesta opinión, convierten a una sociedad en más virtuosa; esto es, en mejor conocedora del bien. Y ya nos lo dijo Aristóteles, para practicar el bien primero hay que conocerlo.

Pero más allá de estas premisas morales, les diré que lo que de verdad me movió a reflexionar sobre el concepto mismo de honradez, es lo imprescindible de su presencia en el seno de un grupo para que este funcione. Solo si el uno puede confiar en el otro, y viceversa, podrá generarse el entorno de confianza necesario para que los elementos puedan fluir hacia ese estado deseado por todo entrenador en el que el conjunto es mucho más que la suma de todos los individuos por separado.

Así que, desde mi experiencia, en beneficio de la educación de las futuras generaciones de adultos, pero también para que tu grupo esté mucho más cohesionado y pueda conseguir sus objetivos, enseña HONESTIDAD (y practícala, faltaría más). Ah, me olvidaba. Procura que no se te caigan al suelo cinco euros. Eso pese a que los míos, aunque hechos llegar por un remitente anónimo, hayan vuelto a mi poder minutos después de que desaparecieran.


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Una república llamada baloncesto





El Parlamento unicameral y unipersonal que represento yo mismo junto con mis circunstancias ha decidido proclamar su intención de erigirse en república independiente durante los próximos ocho meses de vida. Durante este tiempo serán desatendidas todas las quejas por mi mal humor tras una derrota de los Celtics o por los gritos proferidos tras un triple de Stephen Curry. En los próximos ocho meses cobraré en sonrisas lo que hasta ahora no he cobrado en dinero. En los próximos ocho meses, tras una inversión monetaria que podría ser considerada mínima, gracias al mejor invento del mundo, el NBA League Pass, podré disfrutar de todos los partidos de la NBA a la hora que me dé la gana y sin interrupciones.

Las suspensiones de Kevin Durant, los pases en transición de Lebron, los triples tras salida de carretón de Klay Thompson, las entradas a canasta de Wade, los pases desde el poste de Marc, los movimientos al poste de Pau, las genialidades combinadas de Curry, el primer paso de Melo, el juego colectivo de los Spurs. Todos estos elementos y muchos más suspenderán durante varias horas al día la monotonía a la que nos vemos abocados como “hombres masa”, títeres al servicio de fuerzas magnéticas que nos dominan sin que les pongamos cara; súbditos de estúpidos iletrados capaces de embarcarse en cruzadas a cada cual más absurda y fuera de su tiempo. Pero más allá del absurdo que envuelve la actualidad política en España, con más corruptos que ideas y con más independentistas que alfabetizados, quisiera recalcar unos cuantos puntos sobre los que focalizar la atención en la temporada que está a punto de comenzar:

1. El legado de Lebron James. Acuérdense de estas palabras dentro de varias décadas. La temporada 15-16 será decisiva a la hora de comparar el legado de Lebron respecto al de las otras grandes leyendas de la liga. Un nuevo fracaso, y en su caso será fracaso todo lo que no sea ganar, lo relegará de por vida a una columna de salida en el diario de la historia de la NBA.

2. El corazón del campeón. Ese al que nunca se debe subestimar, en palabras de Rudy Tomjanovich, es el que poseen los Warriors, autores de la mejor temporada estadística de la era post-Jordan. Los de la Bahía han mantenido el bloque. Está por ver si han hecho lo mismo con su ambición y ética de trabajo.



3. Líderes con pies de barro. No me fío de Harden, de Carmelo Anthony, de Westbrook ni de Durant. Tampoco de Chris Paul, Derrick Rose ni del propio Marc Gasol. Sus cualidades para jugar al baloncesto me parecen irrebatibles. No así su capacidad para abanderar un proyecto. Eso sí, una victoria de alguno de sus equipos lo cambiaría todo. También mi opinión.



4. Los nuevos viejos Spurs. Los actuales Spurs se alimentan aún de las cenizas que ardieron el siglo pasado, es decir, de aquella elección del draft que hizo que Tim Duncan aterrizara en la franquicia tejana. Los actuales Spurs beben aún del manantial europeo que supuso la llegada de Parker y Ginobili procedentes del viejo continente. Los Spurs son el equipo más moderno de la liga a pesar de contar con un entrenador de 66 años al que en España ya le habríamos dado matarile con un ERE y con varios jugadores cerca de cumplir 40. La fórmula, aunque conocida por todos, solo funciona allí. Ojalá que les vuelva a salir bien.



5. ¿Por qué no, Pau? Por qué no ganar otro anillo y sumar un tercero. Por qué no reclamar un hueco en la historia de los Bulls, una nueva camiseta retirada, como la que tendrás, si se hace justicia, en Memphis y Los Angeles. Después de verte sojuzgar a todo un país como Francia, cuya impotencia quedó plasmada en las afirmaciones insidiosas de uno de sus diarios de cabecera, con cuarenta puntos como cuarenta soles, no puedo descartar que repitas una nueva hazaña. Eso sí, para que ello suceda Hoiberg, Butler, Rose y unos cuantos más inquilinos en la ciudad del viento deberán reconocer quién manda allí. Y mandas tú.

6. Kobe, te echábamos de menos, pero corremos el riesgo de echarte de más, de verte jugando a medio gas, mermado por todas las lesiones que te han aquejado en estos últimos años. Decide bien cuándo marcharte, porque a los ídolos se les juzga por cómo llegaron, por lo que hicieron, pero también por cómo supieron aceptar su muerte deportiva.

7. Con los Bucks la piscina lleva agua. La vierten Carter-Williams, un clon, salvando las distancias, de su entrenador, Jason Kidd; Kris Middleton, Giannis Antetokoumnpo, Greg Monroe y numerosos seres más venidos del futuro para dominar la liga con su envergadura y potencia física. No es el modelo de baloncesto que más me gusta, pero son una de mis apuestas para la temporada. Me sorprendería mucho que no llegaran a las cincuenta victorias.

8. Se busca pie para zapato. Se busca cenicienta para príncipe. Se busca equipo que represente el sueño de los modestos y, sinceramente, al no poder contar a Atlanta, ya consagrado entre los grandes de la Conferencia Este, me toca apostar por mis Celtics. Por lo que vi la temporada pasada, por lo que he visto en pretemporada y por la esperanza que representa tener en el banquillo al Perrault de nuestra era, al entrenador que llevara dos años consecutivos a la humilde universidad de Butler a la final de la NCAA. Bueno, y por ser un celtic también. 

Sobre estos ocho puntos erigiré mi particular república. Y sin temor a ser apuñalado por un conjunto de senadores me dispongo a disfrutar de esa gran obra que representa para la humanidad la mejor liga de baloncesto del mundo. Aunque a fin de cuentas no sea más que otro negocio cualquiera.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Predicciones al aire




Como todos los años, pocos días antes del comienzo de la temporada, la NBA publica una encuesta en la que los General Manager son interrogados acerca de lo que piensan que puede acontecer en estos próximos siete meses de vértigo baloncestístico. En un ejercicio de extrema osadía voy a jugar a “experto” para tratar de desentrañar las razones de estos profesionales y para añadir, a continuación, las mías.

¿Qué equipo ganará la NBA 2016?

Cleveland Cavaliers 53,6% San Antonio Spurs 25% Golden State Warriors 17,9%

Media liga piensa que de no haber mediado las lesiones de Kyrie Irving y Kevin Love, los Cavaliers se hubieran impuesto en las finales del año pasado. Por lo tanto, si las circunstancias respetan a los chicos de Blatt, todo vuelve a apuntar a ellos como favoritos. Son también los míos.

¿Quién ganará la Conferencia Oeste?

Golden State Warriors 51,7% San Antonio Spurs 41,4% Oklahoma City Thunder 6,9%

El respeto al campeón es un lugar común en la cultura deportiva norteamericana. Los Warriors ofrecen motivos para seguir confiando en ellos, pero en mi opinión los Spurs, con las incorporaciones de Lamarcus Aldridge y David West, tienen más papeletas.

¿Quién ganará el MVP?

Lebron James 39,3% Anthony Davis 25% Kevin Durant y James Harden 10,7%

Los General Manager siguen considerando que el mejor jugador libra por libra de la liga parte como principal favorito para ser reconocido a final de temporada con el galardón. Para ello sus Cavaliers deberán realizar una gran temporada regular. Y, sinceramente, una vez superada la adaptación inicial, tras una campaña modesta, con los jugadores lesionados recuperados y con Lebron especialmente airado por haber perdido una nueva final, lo lógico es que los Cavs superen ampliamente las sesenta victorias y ello, salvo sorpresa, será suficiente para que Lebron sea proclamado como lo que es, el Jugador Más Valioso de la Liga.

Si fueras el General Manager de una nueva franquicia, ¿a qué jugador ficharías?

Anthony Davis 86,2% Kevin Durant 6,9% Lebron James 6,9%

Resulta complicado desmentir el parecer generalizado de tipos que se juegan el gaznate gestionando el dinero de otros. El ala pívot de los Pelicans mejora tanto cada año que es difícil realizar una proyección realista ante tan desmesurado potencial.

¿Quién es el mejor base de la liga?

Stephen Curry 55,2% Chris Paul 24,1% Russell Westbrook 17,2%

La opinión mayoritaria coincide con mi gusto personal. Sin la lectura de situaciones de Paul y sin las cualidades físicas de Westbrook, Curry nos recuerda con cada despliegue de gestos sobre bote, de pases a una mano y de lanzamientos desde cualquier ángulo, que la técnica individual es la principal salvaguarda del talento frente al "homo gymnasium". 



¿Quién es el mejor cinco de la liga?

Marc Gasol 65,5% DeMarcus Cousins 13,8% Tim Duncan y Anthony Davis 6,9%

Todos los nombres aquí citados me parecen merecedores de estar donde están. Pero para mí el mejor center de la liga es Pau Gasol, mucho más dotado que Marc de espaldas al aro, mucho mejor conocedor del juego que Cousins, mucho más protagonista en estos momentos que un Tim Duncan reservado para ocasiones especiales y mucho más cinco de lo que lo va a ser Anthony Davis en esta temporada. 



¿Quién será el rookie del año?

Jahlil Okafor 44,8% Karl-Anthony Towns 34,5% Emmanuel Mudiay 13,8%

Pues sí, todo parece indicar que este clon de Tim Duncan, aunque sin su capacidad atlética, será el novato del año. Philadelphia ofrece un contexto perfecto para el lucimiento y, en su competencia directa con el ala pívot dominicano de los Timberwolves, Okafor parece estar más hecho en estos momentos.

¿Quién es el mejor jugador internacional fuera de la NBA?

Dario Saric 28,6% Milos Teodosic 21,4% Sergio Llull 14,3%

Creo que en este caso, los general manager juzgan el potencial del croata por encima de los logros obtenidos por los otros jugadores mencionados y algunos otros que recibieron votos pero que quedaron fuera de este podio. Para mí, sinceramente, cualquiera de los exteriores del Real Madrid, vigente campeón de Europa, son mejores que el ala pívot de Efes o que el inconsistente talento serbio del CSKA

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Palabra de Pops





Ayer fue una de esas noches en las que recé agradecido –por su omnipresencia– al Dios Twitter. A través de la cuenta de un magnífico entrenador (me basta con seguirlo en la distancia a través de su blog para saber que lo es), Jordi Juste, accedí a la entrevista rescatada por Hoopshype (gracias, también, por existir y compartir esta información tan valiosa) del libro Forces of character: Conversations about building a life of impact firmado por Chad Hennings y Jon Finkel. En ella, el personaje interrogado es Gregg Popovich, seguramente el entrenador de baloncesto profesional más exitoso e influyente de cuantos se encuentran en activo.

En esta conversación, como cada vez que toma la palabra sin las prisas del directo o la esquizofrenia asociada a la competición, el entrenador de los San Antonio Spurs nos regala nuevamente mensajes que calan hondo, reflexiones que conducen a una reflexión personal posterior y enseñanzas de quien ha pasado por la vida, y por el deporte, con los sentidos siempre activados y con la curiosidad de un niño.

Valoro mucho de las personas que tengan sentido del humor. Si no son capaces de reírse de sí mismas y de relativizar su propia importancia en una situación cómica, difícilmente podrán entregar lo mejor de sí mismas al equipo”. Esta llamada al humor sano, a la desmitificación de cada individuo y a su verdadera puesta en valor en medio de un universo del que somos una parte minúscula y de un equipo del que cada uno es parte igualmente esencial y prescindible del grupo, nos da una pista sobre cómo debemos afrontar el proceso de entrenamiento. Fomentar el humor en las sesiones semanales, la desdramatización tanto de las victorias como de las derrotas, y asegurarse de que nadie es más importante que nadie en el conjunto de un colectivo, serían tres epígrafes del manual de estilo del buen entrenador de baloncesto. Ese que aún está pendiente de ser escrito.

Ser capaz de alegrarse por el éxito de otros es fundamental. Si me entrevisto con un jugador que dice que debería haber sido elegido All American, pero que se equivocaron eligiendo a otro en su lugar o diciendo que debería haber jugado mucho más, realmente eso no me ayuda a elegirlo. Tarde o temprano acabará siendo un problema. Él mismo, sus padres o su agente me insistirán en que le dé minutos y yo, la verdad, tengo cosas más importantes que hacer”. Poco después, insistido por el entrevistador acerca de más valores que le parecen importantes Popovich afirma lo siguiente: “Vamos a los entrenamientos de instituto y universidades para ver cómo reacciona el jugador a las indicaciones de sus entrenadores y compañeros. Buscamos comprobar si los jugadores han conseguido pasar por encima de sí mismos. Esta insistentemente llamada a la modestia, a la humildad que debe acompañar a todo ser humano en su transitar por la vida, es una seña de identidad manifiesta de los San Antonio Spurs. Todos los fichajes que la franquicia ha realizado en estos veinte años se han hecho teniendo en cuenta estos baremos y, cuando algún jugador se ha mostrado especialmente egocéntrico o díscolo en su periplo en la franquicia tejana, ha sido puesto siempre ante la disyuntiva de cambiar o irse.

Una de mis mayores satisfacciones se produce cuando algún ex jugador regresa a la ciudad con sus hijos o cuando uno de mis jugadores se convierte en uno de mis ayudantes (…) Creo que desde un punto de vista egoísta, esto es con lo que más disfruto. Ganar el campeonato está bien, claro, pero el entusiasmo decae rápidamente. Que venga Tony Parker con su hijo a la oficina, eso sí que es genial.

Probablemente, lo mejor sería no añadir nada más. Y es que cuando habla Popovich te das cuenta de que estás ante uno de los mejores entrenadores con la pizarra en la mano y ante el indudable número uno en todo lo demás. Y todo lo demás es lo más importante.




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Sobrevive y avanza




A todos aquellos a los que quiero les digo que se concentren únicamente en tres cosas: La primera es que rían. La segunda es que piensen, que se concedan unos cuantos minutos al día para reflexionar. La tercera es que lloren, sí, que dejen aflorar sus emociones. Si han reído, pensado y llorado habrán tenido un magnífico día”.

Quizá haya que ser descendiente de napolitanos, natural de Nueva York y tener a Vince Lombardi como ídolo para llegar a ser Jim Valvano, el entrenador que condujera a la promoción de 1983 de North Carolina State hasta la victoria en el Torneo de la NCAA tras vencer, porque perder hubiera supuesto caer eliminados, en los últimos diez partidos de la temporada (los cuatro del torneo final de la Atlantic Coast Conference y los seis del cuadro definitivo), muchos de ellos disputados ante equipos muy superiores y tras remontar resultados que parecían definitivos. La North Carolina de Jordan, Daugherty y Perkins; la Virginia de Ralph Sampson y aquella Universidad de Houston con Drexler y Olajuwon; todas ellas claudicaron en finales apretados ante la generación liderada en la cancha por dos antiguos alumnos del DeMatha Catholic High School: Sidney Lowe y Dereck Whittenburg.

Sería Lorenzo Charles, sin embargo, quien recogiera un lanzamiento desviado de Whittenburg para anotar la canasta definitiva en la final ante Houston, en las barbas de un Akeem Olajuwon que no quiso atrapar ese balón para evitar incurrir en la infracción de “goal tending”. Lorenzo Charles falleció en un accidente de tráfico en el verano de 2012, fecha a la que nos remite en primera instancia el documental Sobrevive y avanza. La historia de Jim Valvano. Una vez enterrado su cuerpo, cuando iban a despedirse para regresar cada uno a sus actividades, el propio Whittenburg advierte al resto: “O quedamos en reunirnos una vez al año o solo nos veremos en nuestros funerales”.

Un año después, en torno a una mesa alargada en el interior de una cantina, con una cámara que se mueve buscando las reacciones de los jugadores, los viejos camaradas recuerdan aquella hazaña y a su principal protagonista: Coach Valvano. Recuerdan los recelos que les generó en un principio su llegada y cómo fue poco a poco ganándoles uno a uno hablándoles con franqueza, demostrándoles que estaba dispuesto a ayudarles en lo que fuera; admitiendo en público y en privado que los quería.

Probablemente, en una conferencia en la que entrenaban tipos como Dean Smith o MikeKrzyzewski, Jim Valvano no fuera el hombre con más conocimientos de baloncesto. Pero, probablemente, sí fuera el mejor comunicador de todos ellos. Con sus palabras, muchas de ellas rescatadas en el documental, conducía a los suyos entre la risa y el llanto hasta hacerles creer que eran capaces de todo. Con un ingenio fuera de lo común, con una agilidad mental propia de una inteligencia privilegiada, Valvano conseguía enamorar a las cámaras. En un entorno en el que primaban la contención y el estoicisimo, el entrenador de ascendencia italiana actuaba como un verso libre o una nota discordante.

“Todos los años entrenábamos un par de veces o tres sin balones. Simplemente, tratábamos de ensayar cómo sería la ceremonia de cortado de redes una vez que ganáramos el campeonato", reconocía Thurl Bailey, el capitán del equipo. "Nada se consigue si antes no ha sido un sueño”, afirmó Jim Valvano, enfermo terminal de cáncer, en la conmemoración del décimo aniversario de aquel maravilloso triunfo ante la emocionada afición del Reynolds Coliseum. De ahí que hiciera a sus jugadores visualizarse en esa situación, de ahí que hablara siempre de no rendirse nunca, nunca. Incluso cuando los médicos le daban solamente unos meses de vida.

Sobrevive y avanza es uno de esos documentales que te conmueven e inspiran, que te hacen sentir incómodo en el asiento porque la quietud es incompatible con el carrusel de emociones en el que te sumerge. Y es que cuando Jim Valvano hablaba de entusiasmarse, de reír, de amar o de soñar tocaba el alma.



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