Pronósticos





Siempre es difícil hacer pronósticos. Para cuando llegue abril todos habremos cambiado tanto que nos parecerá absurdo este ejercicio de adivinación por mucho que presumamos de conocer bien la competición. Pero aunque difícil e innecesario es también divertido así que allá voy con mis apuestas sobre lo que creo que pasará, lo que sería sorprendente que pasara y lo que me gustaría como aficionado.

MVP de la temporada

Será: Lebron James. Tras rebajar su peso en casi diez kilos e inmerso en una misión de calado histórico, ni siquiera la monitorización de sus minutos anunciada por David Blatt le impedirá proclamarse con este galardón. Lebron es ahora mismo el mejor jugador de la NBA y así lo reconocerán los periodistas al final del mes de abril.

Podría ser: Lamarcus Aldridge. El cuatro más elegante, completo y distinguido de la competición es una “rara avis” que nos recuerda a los miembros de esa generación de maravillosos ala-pívots que nos dejó el cambio del milenio (Garnett, Duncan, Rasheed Wallace, Chris Webber). Bien rodeado por sus compañeros y en un entorno de trabajo y crecimiento bien podría firmar más de 25 puntos y 11 rebotes durante la temporada.

Me gustaría que fuera: Rajon Rondo. Aunque la temporada no comienza con buen pie debido a una fractura en la mano izquierda, hay pocos jugadores tan testarudos como él. Si se lo propone y está concentrado puede hacer jugar muy bien a unos Celtics que, aunque no van sobrados de talento, sí que tienen margen de progresión.

Rookie del año

Será: Jabari Parker. El pupilo de Coach K es el mayor talento de su promoción. Seguir a los Bucks entrenados por Jason Kidd tiene un aliciente fundamental: ver a este bailarín moverse sobre el parqué haciendo de todo en la cancha. Recuerda a Paul Pierce, pero puede alcanzar más altas cuotas aún.

Podría ser: Nerlens Noels. Fuera toda la temporada pasada por una lesión de rodilla, el jugador de Philadelphia pretende seguir los pasos de Blake Griffin e igualar su gesta.

Me gustaría que fuera: Marcus Smart. Una difícil infancia y un indomable carácter convierten a este producto de Oklahoma State en un auténtico luchador. La comparación salta a la vista con Isiah Thomas. Habrá que ver, claro, si además posee su talento.



Entrenador del año

Será: Steve Kerr. El viejo camarada de Jordan en los Bulls salta a los banquillos después de años sentando cátedra en televisión. Durante su carrera como jugador pudo aprender de Phil Jackson y Gregg Popovich. Si, como parece, es inteligente y sabe mover sus piezas, que no son pocas, puede conducir a los Warriors a la frontera de las sesenta victorias.

Podría ser: Erik Spoelstra. Todo lo que sea evitar una hecatombe tras la marcha de Lebron puede resultar positivo en Miami. Esto se dice, al menos, en los corrillos. Pero Riley y su joven padawan filipino tienen otros planes. Con la adición de Deng y la liberación de Bosh esperan estar entre los tres primeros equipos de la conferencia. Si lo logran, claro, Spoelstra debe ser candidato.

Me gustaría que fuera: David Blatt. Muy bien lo tiene que hacer el ex técnico de Maccabi para que los periodistas norteamericanos reconozcan sus méritos. Con la plantilla de que dispone será muy sencillo achacar todo lo bueno que pueda pasar al talento de Irving, Lebron, Love y compañía del mismo modo que cualquier mala racha será fácilmente explicada con un primer plano del entrenador.

Campeón de la Conferencia Este

Será: Cleveland Cavaliers. Puede que la adaptación sea difícil en un principio, pero para abril, si no hay lesiones de por medio, el talento habrá encontrado nexos de unión entre sí y motivaciones suficientes como para dejar a un lado el pernicioso empuje del ego.

Podría ser: Chicago Bulls. Si no es Cleveland, y más tras la lesión de Paul George, sólo puede ser Chicago. Los de la Ciudad del Viento dependerán de la salud de las rodillas de Rose, de la implicación y resistencia al envejecimiento de Gasol y de la capacidad de Thibodeau para ofrecer variedad en ataque. Con el corazón de Noah y Butler, con el tiro exterior de Dunleavy y con los buenos minutos desde el banco de Gibson y, quizá, de Mirotic, pueden contar.

Me gustaría que fuera: Más allá de la opción inviable de los Celtics mi corazón está con los Wizards, la penúltima oportunidad que ha decidido brindarse a sí mismo Paul Pierce para ganar un segundo anillo. Wall y Beal forman una dupla asesina que en nada desmerece a las mejores de la liga, como sucede también con la que integrán Nene y Gortat. Habrá que ver si la rotación es suficientemente buena y si Randy Wittman logra dar con la tecla.

Campeón de la Conferencia Oeste

Será: San Antonio Spurs. Hay tantos mecanismos aprendidos, tantos momentos de ocio compartidos, tantas sensaciones acumuladas a lo largo de los años que me resulta imposible apostar contra ellos. Popovich conoce la fórmula y, aunque al hacerla pública la comparte, no hay nadie como él en la liga gestionando una plantilla.

Podría ser: Muchos, la verdad, Trail Blazers, Mavericks, Rockets, Thunder,... pero me quedo, siendo coherente con mi elección de técnico del año, con Golden State Warriors. Curry y Thompson han madurado y progresado este verano en torno a la protección de Coach K. Bogut empezará sano la temporada y Harrison Barnes ha llegado a octubre en su peso ideal. Todo son buenas noticias en este lado de la Bahía.

Me gustaría que fuera: En este caso voy a repetirme. Mi apuesta sentimental son los Warriors, el equipo más divertido de la liga que tiene, además, por exteriores, a dos de los maestros que los entrenadores utilizamos para enseñar fundamentos de técnica individual. Cuando uno ve a Klay Thompson salir de un bloqueo y tirar o a Stephen Curry generarse el espacio para hacer un lanzamiento piensa que el baloncesto es algo muy sencillo y, sin duda, una expresión artística de incalculable valor.

Para finalizar simplemente apuntar unos cuantos factores sobre los que focalizar la atención:

1. El regreso de Kobe Bryant. Tras luchar denodadamente para recuperarse de su lesión en el tendón de Aquiles, nadie puede dejar de admirar su tesón y su pasión por el juego. Ojalá vuelva a ser competitivo y a dejarnos muestras de su talento. El tiempo y el salario que ha decidido cobrar, juegan en su contra si de ganar el sexto anillo se trata.

2. Phil Jackson y Derek Fisher en los Knicks. La Ciudad que nunca Duerme lleva varios años achacando este maldito insomnio al juego de sus Knicks. No esperen milagros en tan poco tiempo, pero sí criterio y coherencia en la toma de decisiones. Quizá vuelva a verdear el valle de aquí a unos pocos años.

3. Los españoles en la NBA. Aunque no me interesa particularmente lo que pueda hacer el producto patrio en la mejor liga del mundo hay varios centros de atención relacionados con ellos. Uno es, sin duda, la no renovación de Ricky por los Wolves. No sé lo que debe ver el de El Masnou cuando se sitúa frente al espejo, pero yo no veo, y mira que lo he defendido, más que un buen organizador de juego que puede aspirar a cobrar, en el mejor de los casos, siete u ocho millones por temporada. No doce. Buscarán opciones de anillo, por su parte, los dos hermanos Gasol (y Mirotic si lo tomamos por español) e Ibaka y tratará de acomodarse a jugar en Nueva York el bueno de José Manuel Calderón. De Claver mejor ni hablar.

4. La primera temporada completa de Adam Silver. El nuevo comisionado ha llegado con ganas de renovar un producto que funciona a las mil maravillas. Quizá tenga razón y esto no pueda mantenerse sin introducir cambios, pero desde aquí le ruego que tenga un poso de prudencia y tranquilidad. No haga nada, señor Silver, para tener que dar luego marcha atrás.

Disfruten y no se olviden de dormir. I love this game!




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Tras una larga espera






La espera se hace cada vez más insoportable. No porque hayan sido más numerosos, ni más largos, los días que han transcurrido desde la última exhibición de juego colectivo, la de San Antonio Spurs, y el izado de bandera que la conmemorará dando, a su vez, el pistoletazo de salida al nuevo curso. Ni los campeonatos internacionales, ni las competiciones continentales o domésticas son capaces de cubrir el vacío, la orfandad que nos provoca el no saber qué hacer durante la madrugada, al despertar, a mediodía o en cualquier otro hueco horadado en nuestra agenda particular de vida cotidiana para seguir la NBA, uno de los mayores espectáculos que se pueden degustar de este lado privilegiado del planeta.

Este año, además, más allá de los alicientes habituales relacionados con la propia estructura de la liga, con la calidad de sus protagonistas y el afán obsesivo por emocionar y divertir, un convulso verano nos ha regalado un otoño de luces rojizas que ha de conducirnos, a través del invierno, hasta una primavera de verdes praderas en la que Cleveland Cavaliers y San Antonio Spurs deben, si los pronósticos se cumplen, luchar cara a cara por el título. El regreso de Lebron James, vilipendiado y sometido al más sumario de los juicios tras su huida a Miami, ha devuelto la ilusión a esa ciudad gris e históricamente perdedora que es Cleveland. El Rey afronta el siguiente reto de su carrera sabiendo que cualquier cosa que no sea ganar será interpretada, con justicia, como un fracaso. Junto al base del futuro, Kyrie Irving, y el cuatro más versátil de la liga, Kevin Love, debe formar un trío que comande un conjunto no desprovisto de especialistas en el tiro (Waiters, Miller, Jones), y trabajadores no exentos de talento (Tristan Thompson, Shawn Marion o Anderson Varejao). David Blatt lo tiene todo para hacer buena su victoria en la Euroliga y demostrar, de paso, que en Europa hay mentes preparadas para conducir las pesadas naves de una franquicia potencialmente ganadora en la NBA. Veremos.

En frente, como gran candidato a revalidar el triunfo, unos San Antonio Spurs que han apostado por la renovación frente a la catarsis. Lo que sirvió en 2014 servirá en 2015 si Popovich, como nos tiene acostumbrados, consigue que sus jugadores, incluso los más veteranos, sigan reinventándose cada día hasta ofrecer un rendimiento superior. Kawhi Leonard, por ejemplo, está llamado a jugar un papel protagonista. Bastará con que asuma internamente lo bueno que es para que no se detenga la geométrica progresión que nos mostró durante la temporada pasada. A buen seguro la NBA, como negocio, seguirá sufriendo con las rotaciones de Pops para proteger las piernas de su veteranos. Pero a mí me da igual. El balón seguirá circulando por la cancha por la senda correcta y, eso sí, a mayor velocidad de la permitida.

Junto a los dos grandes favoritos una pléyade de candidatos. En el Este los Bulls parecen los más preparados para ponerle las cosas difíciles a Cleveland, pero habrá que ver si los sistemas defensivos de Thibodeau, la milagrosa recuperación de Rose y la incorporación de Gasol son argumentos suficientes para competir por el anillo. Los Wizards añadieron a su ya conocido arsenal la figura de un Paul Pierce que no renuncia, a pesar de sus 37 años, a añadir un segundo anillo en su palmarés. Con una de las mejores rotaciones interiores de la liga deberían, al menos, ponerle las cosas difíciles a cualquiera. Dolidos, por su parte, estarán los Heat tras la presunta traición de Lebron. Con la adquisición del laborioso Deng y con la liberación que debe suponer para Bosh la partida del Rey, los Heat están llamados a hacer una buena campaña, sí, pero sólo eso. Sólo se me ocurre un nombre más que añadir a la lista, el de unos jóvenes Raptors que construirán sus opciones a base de juventud, defensa y juego colectivo.

En el Oeste, como siempre, la competencia será más dura. El tríptico tejano que integran, junto a los Spurs, Mavericks y Rockets, adquirirá un papel protagonista. Los de Dallas añadieron a Parsons y a Chandler a un equipo que ya le puso las cosas difíciles a San Antonio en la primera ronda de playoffs. Rockets, por su parte, ha aligerado la rotación con la marcha de algunas sobrevaloradas divas como Jeremy Lin u Omer Asik y ha acompañado con intendencia (Trevor Ariza, Jeff Adrien) a la dupla integrada por Harden y Howard.

En el Pacífico cabe esperar una continua mejora de Portland en torno a la consolidación de Lillard y el ascendente de Aldridge, candidato claro a MVP. También los Clippers, sin lo necesario a priori para ser una amenaza, deben estar arriba durante la temporada regular, aunque sólo sea por vivir de lo que cacen en el aire los ingrávidos Griffin y Jordan. Por último, que no menos importante, citar a unos Warriors que, justo antes de mudarse a San Francisco, cuentan con nuevo entrenador, Steve Kerr, y nuevas piezas de complemento, Ezeli, recuperado tras su lesión, y Livingstone, para evolucionar desde equipo divertido a candidato al título. Aun así, todo dependerá de la salud de Bogut y de la madurez que demuestren en su juego Stephen Curry y Klay Thompson.

El otro gran candidato, claro, es Oklahoma. El equipo deberá crecer sin la presencia embelesadora de Durant, lesionado hasta el mes de diciembre. Aun así, mi apuesta pasa por un nuevo tropiezo más pronto que tarde durante los playoffs. El talento de Westbrook y Durant no será suficiente para enmascarar lo disparatado y previsible de su juego colectivo. Veremos nuevas propuestas, pero mucho me temo que se parecerán a las de siempre.

Hasta aquí, a modo de previo, las grandes líneas de la que será, seguro, una bonita temporada de baloncesto. Mañana, si todo va bien, me tiraré a la piscina y os invitaré a hacer lo mismo con pronósticos más detallados y concretos, con vaticinios llamados a no cumplirse.




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

La marca hispana





En medio de una crisis sanitaria pésimamente gestionada por nuestro gobierno que ha dado lugar a un pánico injustificado entre la población, amaneció un nuevo 12 de octubre en España, un día llamado a servir de confraternización entre todos los ciudadanos que, por cuestiones del azar, tuvimos la suerte o la desgracia, allá cada cual, de nacer en España o en algún otro territorio etiquetado, por su historia y el manejo de un idioma común, como hispano.

Amaneció gris, al menos visto desde mi cuarto, desde una óptica quizá un tanto escéptica pero siempre, o eso procuro, sincera. Gris, aunque soleado, gris, sumamente gris por lo que encierra de trágico tener que celebrar sin motivos; con los unos, bastantes, queriendo salir, y con los otros, más numerosos aún, obligando a esos unos a quedarse porque la ley es dura y, guste o no, debe cumplirse. Qué triste, y no es cosa del sueño ni de la melancolía que encierra el otoño, es ver cómo el país en el que tanto genio nació, vivió y murió, no tiene tiempo para discutir de partituras, letras o lienzos porque prefiere hablar de ministros incompetentes y de “generalidades”. Porque de la corrupción “mejor ya ni hablar”, “que son todos unos ladrones”. Pero ahí están. Y ahí siguen.

Desde este apartado lugar y sin pretender erigirme en portavoz de nada ni nadie, lamento tener que afirmar que la verdadera crisis de este país sienta sus raíces en el pesimismo con el que afrontamos los inconvenientes y en el artificialmente inflado espíritu crítico que nos acompaña, un espíritu crítico que, por lo general, hiere sin dejar cicatriz. Estas dos caras de una misma moneda, pesimismo y “criticismo”, no ayudan desde luego, a afrontar la transformación que el deporte español, y abandono ya el discurso más general, debe asumir para adaptarse a los nuevos tiempos y permanecer, así, competitivo.

De todas las historias de la Historia, la más triste de todas es la de España, porque termina mal cantan los versos de Gil de Biedma. Y no le rebato al poeta, pero matizo, terminan mal porque nunca sabemos, ni es fácil, colocar el punto y final al relato, porque nos gusta, no sé si por gen o por simple estupidez, reescribir la historia tantas veces como sea necesario hasta que ésta termine siendo, efectivamente, triste. Algo así les ha ocurrido a las selecciones de fútbol y baloncesto tras la celebración de la copa del mundo de ambas disciplinas. Qué bonito habría sido terminar el cuento en un local de Londres o en alguna plaza de Kiev, celebrando una plata olímpica y una Eurocopa, cerrando ciclos, sabiendo marcharse en lo alto y dejando simplemente el regusto agridulce en el aficionado del “qué hubiera pasado si” o del “yo creo que aún les quedaba otro campeonato”.

Pero además de cerrar etapas, este país debe aprender a enterrar a sus muertos, y con esto no quiero destapar debates políticos, sino incidir en el maltrato que muchas leyendas sufren en el ocaso de sus carreras. Aunque esto, creo, es defecto propio de deportes que mueven grandes masas de aficionados, deportes que viven en un vertiginoso y eterno presente, que no se dan tiempo para celebrar ni agradecer y que, eso sí, luego terminan contando con un enorme imaginario colectivo repleto de héroes que sufrieron el vituperio y la lapidación.

Y más grave aún, por sus consecuencias, es ese gusto tan nuestro por la crítica gratuita y no siempre bien fundada, por herir y luego, si es necesario, pedir disculpas. En el deporte es obligatorio enseñar a convivir con el error, a concebir la derrota como un acto que puede contribuir a la mejora de los individuos y los grupos. También es esto aplicable a la élite, pues el dinero, por desorbitadas que sean las cifras, no reviste de infalibilidad a quienes lo cobran. Qué poca educación deportiva transmiten los que no entienden que de un partido sale sólo un vencedor. ¿Por qué van a perder siempre los otros? ¿Por qué debe ganar España o el español? ¿En qué clase de ideología tradicional nos basamos para no aceptar la derrota como una posibilidad del deporte? Y no, la derrota no siempre es la señal de un pobre trabajo ni la muestra evidente y palpable del declive que todos, pesimistas, claro, ya habíamos anunciado. No, la derrota no debe dar pie a ataques personales o esencialistas, que agreden al ser y no a la circunstancia.


Permítanme, finalmente, un consejo para despedirme. Celebremos cada triunfo, aprendamos de cada derrota y hagámoslo con optimismo pues el fatalismo, el pesimismo y la crítica destructiva sólo conducen a la materialización del efecto pigmalión, ese que dice que los resultados vienen a ser un simple producto de nuestras expectativas.  

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS