A buen exprimidor...

 




Es natural. No los culpo. La función de un exprimidor es exprimir las naranjas hasta la última capa superficial de su piel. Hasta que no quede nada de pulpa, nada. Exprimir, exprimir y volver a exprimir, que diría Luis Aragonés. El problema se multiplica cuando el exprimidor funciona como una institución cuyo principal incentivo, como el del resto, es sobrevivir. Sobrevivir para exprimir. Exprimir para sobrevivir. Miento, el verdadero problema es creer ser naranja y sentir que necesitas del exprimidor para vivir y ponerte en sus manos cada año, como si nadie pudiera exprimirlas mejor.

 

Esto no sería un problema si los miembros que forman las piezas del exprimidor sintieran que su futuro depende de cultivar más naranjos, recolectar, y por lo tanto exprimir, más naranjas, no de exprimir con más esmero las que hay. Pero eso lleva tiempo, exige talento y esfuerzo y ellos se dedican solo a exprimir. No saben hacer otra cosa. Algunos ascendieron de naranja a exprimidor y ya se han aprendido el lema de Bartleby: «preferiría no hacerlo». No crear, no difundir, no promocionar, no educar. En fin, pudiendo exprimir…

 

El tema es que la naranja apenas presenta ya la última frontera de su piel. Hasta el punto de que apenas es posible sacar unas rozaduras para aromatizar un cóctel o algún postre casero. A la naranja se le cayeron los patrocinios de marcas de alcohol y otras drogas, el apoyo de las inmobiliarias y la industria que las complementaban, el dinero procedente de las arcas municipales, que siguen raquíticas, solo que ahora más fiscalizadas, las subvenciones autonómicas, que ya no son las de antes de la crisis. En fin, no queda naranja, pero, en vez de cultivadores, el exprimidor jefe ha decidido poner más exprimidores.

 

Expandir el número de ligas, repartir la pobreza, endeudar más a las cuatro naranjas, y a los cuatro cultivadores, locas que todavía creen y apuestan por esto. Ello para seguir dando de comer a su hornada de nuevos exprimidores, que se ríen de las naranjas que aspiran a ser hoja nueva, árbol, cultivador, que intentan hacer crecer el deporte del baloncesto alejándose de los debates inútiles, de las tertulias de barra de bar, del reparto de la miseria, de la indolencia de la mayoría. Pero quién puede culpar a los exprimidores por tener hijos exprimidores que se dedican a exprimir para sobrevivir, a sobrevivir para exprimir. La familia es la familia y la familia es lo primero.

 

En fin, a buen exprimidor…

 

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS