Noches de teletienda





Finalmente, tras un mes de guerra fría en el que tanto jugadores como propietarios han disputado una partida de ajedrez a calzón quitado y con el rey al frente tras afirmar que no les importaría que la NBA cerrase durante todo un año, esta semana que entra se van a retomar las negociaciones entre representantes de la Liga y de la Asociación de Jugadores en el afán de encontrar ese término medio en el que según Aristóteles reside la virtud.

Se sabe que será en Nueva York. Y uno, que quizá es mal pensado, se pregunta si será en ese mismo apartamento que Jack Lemmon prestaba para que sus jefes mantuvieran sus cada vez más frecuentes encuentros amorosos fuera del matrimonio. Y como no se han dado detalles, vamos a pensar que será así y os propongo que me acompañéis en un viaje hacia esa avenida de la Gran Manzana en la que con generosas dosis de genialidad nos situó Billy Wilder.

Os presento a los protagonistas. Representando a la liga David Stern junto con otros representantes de los propietarios a los que no tengo el gusto de conocer. Del comisionado de la liga poco más se puede añadir. Licenciado en Derecho, ocupó cargos directivos desde 1978 para finalmente hacerse con su actual puesto en 1984 coincidiendo con la irrupción de talentos como Jordan, Barkley, Hakeem Olajuwon o Pat Ewing entre otros. Entre sus principales logros cabe mencionar la introducción de un código de vestimenta y la sucesión de abucheos cada vez que es enfocado por el marcador central de los diferentes pabellones de Estados Unidos. ¿Ladran luego cabalgamos?

El representante de los jugadores es Billy Hunter, antiguo jugador de fútbol americano licenciado en Syracuse. De primeras me cuestiono si no ha habido un jugador en 64 años de historia de la NBA capaz de cumplir los requisitos necesarios para defender con garantías los derechos de sus compañeros como para tener que recurrir a un receptor de los Washington Redskins. Suele ir acompañado de Derek Fisher, "el reflexivo" y también conocido por estar en el lugar idóneo en el momento correcto (si no cómo se explica que un jugador tan limitado técnicamente tenga cinco anillos de campeón siendo base titular en esos cinco campeonatos) que va en condición de presidente del comité de jugadores. Podéis ver aquí quiénes son los vicepresidentes y el juego qué daría este cuadro en manos de Andrés Montes. No sé quién engañó a Chris Paul para meterse en este berenjenal con jugadores más conocidos por las bromas que realizan desde el banquillo que por su juego sobre la cancha (sé que alguien saldrá en defensa de Bonner y su tirito). Por cierto, sólo hay que ver la sonrisa de James Jones para imaginar cómo realiza la labor de tesorero. Uno para ti, dos para mí.

En fin, conocidos los protagonistas es momento de averiguar de qué se compone el atrezzo. Dado que estamos en una avenida relativamente céntrica de la capital del mundo, orientada hacia un uso muy concreto como el de ser un picadero para jefes adúlteros imagino a todos nuestros personajes en sillas de madera bastante incómodas haciendo turnos para ir a descansar su espalda sobre la enorme cama de matrimonio con los muelles algo flojos por el trajín que soporta. Toma la palabra David Stern.

- Mirad chicos. Si no queréis rebajaros el salario, compartir más equitativamente los beneficios relacionados con el baloncesto (basketball related incomes o BRI para los entendidos) o aceptar contratos más cortos y menor número de excepciones para que los equipos no sobrepasen el límite salarial impuesto, a mí me da igual. Me han ofrecido un puesto en Moody´s para acabar de hundir la economía española. Y no tengo que vérmelas con descerebrados como vosotros todos los días. Me han dicho que es suficiente con que encuentre un sinónimo de basura pero mucho más contundente. Pensé en calificar a la deuda española de bono cementerio y ahora me rifan. Así que yo problemas no tengo.

Derek Fisher: Pues nosotros tampoco tenemos problemas. Los buenos jugadores tienen ofertas de Turquía y los que están cuadrados, aunque no sean capaces de dar dos pasos sin botársela en el pie están dispuestos a pasar un casting para un programa que se llama "Mujeres, hombres y me la pelan" en el que gustan mucho los cuerpos trabajados. Ah, y hay un par de ellos que estarían dispuestos a volver a estudiar.

(Risas en la sala. Stern se sirve una botella de agua, mientras que los jugadores dado que ahora ni siquiera aparecen en la web oficial de la NBA aprovechan para saltarse el reglamento antidrogas y se meten una raya de coca mientras se remangan las camisetas para enseñar sin pudor alguno sus tatuajes en la cara del Comisionado.)

Billy Hunter (sí, el jugador de fútbol que representa a los jugadores de baloncesto). Mira, David, nosotros ponemos todo de nuestra parte. Estamos dispuestos a reducirnos el salario en el mismo porcentaje en que lo hacen los políticos y a compartir con los equipos los beneficios en un 0,7% más de lo que veníamos haciendo. Ya sabes tío David, el 0,7 con el que los países occidentales piensan salvar al Tercer Mundo. ¿Qué más podemos hacer?

Un representante de los propietarios: Pues a nosotros también nos da igual. Siempre podemos comprar un equipo de ACB. Allí ni siquiera es necesario pagar los salarios. Nadie se queja. Hay cuatro millones y medio de personas que jugarían por doscientos euros al mes así que los jugadores aceptan que les paguen dos años después y encima puedes tantearlos (caso Josep Franch) con dinero ficticio aunque te hayas declarado en concurso de acreedores.

Brindaron por España y siguieron hablando durante horas de mujeres, alcohol y de Sálvame. Y dejando de lado la sátira me despido con una última reflexión. Seria. Pausada. Os dejo con una pregunta que me inquieta. En todo este juego de a ver quién la tiene más grande, ¿qué pasa con el espectador? Señores, corremos el riesgo de que nuestras madrugadas no se vean amenizadas por un partido de basket y nadie piensa en nosotros. ¿Acaso se creen que somos adictos al porno? En fin, siempre nos quedará el tarot. O la teletienda. ¿Una de palomitas?

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

¿Uno de los nuestros?




No sé si es una impresión personal o generalizada. Quizá se trate más bien de una intuición, pero nunca vi a Sergio Scariolo cómodo con el polo rojo (o blanco) plagado de enseñas publicitarias y con el logotipo de la Federación Española de Baloncesto. Os propongo algunos motivos para pensar de este modo.

El español, cuando se le pregunta, niega siempre la mayor, es decir, ¿es usted racista? Para nada, por favor, todos somos hijos del mismo Dios. Eso sí, oígame, con el paro que hay para qué van a venir de fuera o "un español lo podría hacer mucho mejor". Creo que la cepa lombarda de la que fructificó Sergio no le ayuda a la hora de ganarse el favor de la afición, porque si las cosas van bien diremos que cualquier chavalín que entrena en los patios un sábado por la mañana podría hacerlo igual y si le va mal el peor insulto que saldrá de nuestras bocas será "¡italiano de... Brescia!".

La sombra de Pepu siempre fue más alargada de lo que su valía como entrenador se merece (ya veo bajar toda una catarata de críticas). Algunos, los que me conocéis, sabéis que nunca fui un seguidor de la labor de José Vicente Hernández, mejor psicólogo que diseñador de sistemas, mejor en los tiempos muertos motivacionales que a la hora de mover pieza y contrarrestar alguna maniobra táctica de los rivales. Cuando alcanza el puesto de seleccionador Sergio se encuentra con un listón muy alto en lo referente a los resultados y más alto aún en el plano emocional por todo lo que Pepu simboliza entre el aficionado medio español que siempre recordará lo fuerte que fue al digerir en silencio la muerte de su padre en la noche previa de la final del Mundial antes que lo mal preparada que llegó nuestra selección al Europeo de nuestro país tanto a nivel físico como táctico.

El Europeo de Polonia lo ganan los jugadores y el Mundial de Turquía lo pierde Sergio. Lo sé, esto no sólo le ocurre a Scariolo, sino que es un mal que afecta a todo entrenador de nivel. La reunión que los jugadores mantienen tras el intento de motín después de la derrota contra Turquía en la que la última bola se la juega el chavalín (Sergio Llul para los que no tenemos los galones de Marc Gasol) es la que salva la química del grupo y a partir de ahí, según la prensa, se recupera el baloncesto alegre que siempre nos identificó y que Pepu a base de una especie de varita mágica inculcó en el equipo. Lo que quiero decir es que para el gran público la tarea de Sergio durante el verano de 2009 se resumió a dejar hacer, a que Navarro y Gasol dijeran que de sistemas nada de nada y a molestar lo menos posible. Y yo, me las querré dar de purista, no me creo que todo fuera mera improvisación y es que a partir del segundo cuarto contra Lituania vi los mejores partidos de este grupo de jugadores arrasando por veinte puntos a Francia, Grecia y la emergente Serbia que un año más tarde nos eliminaría, milagrito de Teodosic mediante, del Mundial.

Lo que está claro es que al lombardo se le agotó todo el crédito de la afición española cuando una selección masacrada por las lesiones y con Pau Gasol de comentarista no dio el nivel esperado durante el Mundial de Turquía. Sin embargo, a pesar del relativo fracaso que supuso la temprana eliminación, que en un deporte como el fútbol hubiera supuesto el más que probable cese del entrenador, ni siquiera hubo debate sucesorio, ni siquiera se planteó una posible dimisión.

Queda mucho, me temo, para que los aficionados consideremos a Sergio Scariolo como uno de los nuestros. Sin embargo, de lo que no cabe duda, es de que el italiano es uno de los hombres del presidente, de un José Luis Sáez que parece tener depositada una confianza ilimitada en su trabajo. Lo cierto es que a un mes vista para el comienzo de un campeonato que otorga plazas directas para el sueño olímpico de Londres, lo más indicado es que hagamos piña para que este equipo plagado de grandes jugadores sea algo más que la suma de individualidades y para que, por fin, la mezcla generacional de como resultado un engranaje casi imparable.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

El Cassius Clay de la canasta

Quizá fue porque el baloncesto norteamericano aterrizó en España con el All Star de 1988 mientras que los mejores años de la carrera de esta leyenda transcurrieron en el recóndito Medio Oeste en una franquicia recién nacida ligada a una ciudad a la que se conoce como la capital de la cerveza durante una década, la de los setenta, en la que la NBA hubo de competir con una mucho más espectacular liga ABA en la que impresionantes atletas (Julius Erving o David Thompson entre otros) machacaban el balón tricolor enardeciendo a toda la grada. Estoy seguro de que fue por esta anacronía que las paredes de las habitaciones de los adolescentes que crecieron viendo Verano Azul todas las tardes no estaban repletas de retratos de este mito.

Supongo que no os harán falta muchas más pistas para identificarle. Nacido en Nueva York y bautizado al catolicismo, se convirtió al islamismo cuando era entrenado por un integrista de los banquillos, John Wooden, en la Universidad de California Los Ángeles. Allí consiguió tres títulos universitarios de tres intentos, fue elegido dos veces el mejor jugador del campeonato y se ganó, por aquella estancia, el reconocimiento como jugador más destacado de la historia de la NCAA.

Ya lo tenéis, ¿verdad? Rookie del año y MVP del campeonato en su segunda temporada en la que formó una dupla imparable con el señor del Triple Doble, un tal Oscar Robertson. 2, 18 metros de altura y una gran envergadura le convirtieron en un enorme intimidador. Un talento innato para dominar su cuerpo le ha permitido ser el máximo anotador de los sesenta y cuatro años de historia que tiene la mejor liga del mundo.

Si existen premisas universales para considerar a un jugador como una leyenda creo que Ferdinand Lew Alcindor, Kareem Abdul Jabbar, reúne todas ellas. Sus récords individuales, como el de máximo anotador o taponador de la historia (como bien apunta Mo Sweat superado ya por Hakeem Olajuwon), hablan por sí solos de su labor sobre el parqué. Sus seis anillos (uno con Milwaukee y cinco con los Lakers) son síntomas inequívocos de que Kareem no sólo era muy bueno, sino que además sabía lo que debía aportar en cada momento para que sus equipos ganasen. Su longeva carrera, diecinueve años, indica que fue un profesional. Su "sky hook" es simplemente música imperecedera, una herencia a la que podemos acceder todos a través de los vídeos.

Eso en cuanto al Kareem Abdul Jabbar jugador de baloncesto, pero su mito se alimenta no sólo de ganchos y mates, tapones o rebotes. Es más, para muchos, su labor contra el segregacionismo le eleva a una categoría superior. Descendiente de esclavos africanos destinados a la isla de Trinidad, su labor por la comunidad afroamericana no ha sido lo suficientemente valorada.

Copiloto del avión de "Aterriza como Puedas" y mentor de algunos fiascos como Jerome James o Michael Olowakandi, Kareem también puede presumir de haber superado un cáncer que afectaba a sus huesos y a su sistema linfático. Su labor como novelista ha obtenido un gran reconocimiento y sus actividades benéficas le definen como persona.

Hace pocos meses, desconozco si llegará a España, presentó un documental producido por él mismo sobre el primer equipo profesional integrado en su totalidad por jugadores negros, los Harlem Rens que en una época, la de la Gran Depresión, de auge racista lucharon por hacerse un hueco en un deporte como el baloncesto al son de un nuevo estilo de música al que, pronto, también los blancos se rendirían, el jazz.

Más que un jugador, un humanista, un hombre total al servicio de sus orígenes y muy religioso. Una leyenda que nos dejó mucho más que un gancho indefendible y numerosas marcas batidas. Un servidor del ser humano que entendió que era en torno a una canasta donde mejor podía desempeñar su misión. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Reserva del 91





Lisboa, ese atlántico paraíso, vía de escape para los franceses de la resistencia huidos en Casablanca durante la II Guerra Mundial, es ya historia. Bilbao, principal puerto del Cantábrico y nexo de unión entre la Península Ibérica y el norte de Europa es el presente. Y no es que pretenda enterrar a aquellos que un día como mañana martes, hace doce años, cosecharon el mayor éxito del baloncesto español de formación. Nada más lejos de mi intención.

Se trata más bien de todo lo contrario. No de olvidar y pasar página. Sí de rememorar y de soñar con más y fecundos éxitos. La Generación del 80 tiene digna sucesora, aunque el triunfo de la nueva hornada no haya implicado vencer a alguno de los mejores jugadores universitarios de Estados Unidos o a la Argentina de los Scola, Nocioni y compañía.

Sin embargo, durante estas dos semanas, España ha impuesto no sólo su calidad, sino también su carácter a través de un estilo de juego que ha mezclado con armonía el olor a barniz del viejo baúl con los aires de modernidad de una defensa individual activa y solidaria en las ayudas y generosa en el esfuerzo que es la que nos ha permitido correr con alegría y disfrutar con el baloncesto en transición.

Orenga nos ha dado una lección. Tras varias experiencias previas que hacían dudar de su capacidad, la gestión de su plantilla en la que todos los jugadores han podido sentirse importantes y un libro de jugadas amplio y variado han convertido a este grupo de jugadores en un equipo indefendible.

Y al igual que en la generación del 80 varios nombres destacan de entre este elenco de jugadores que han devuelto a nuestra cantera de baloncesto al lugar que le corresponde. Es más, me atrevo a afirmar que no había en aquella selección de Lisboa un jugador tan completo como Nikola Mirotic.

Vino de Montenegro, un país que nació al Derecho público en 2006, y ha demostrado ser mucho más que un gran jugador ofensivo. Capaz de anotar un gancho, un aro pasado o de manejar ambas manos con destreza jugando al poste bajo, su juego de cara al aro, su capacidad reboteadora e intimidadora le sitúan en la senda de ser una auténtica estrella. Y no confundan lo que voy a decir con una herejía ni pretendan quemarme en la hoguera, pero dudo mucho que Dirk Nowitzki fuera mejor que Niko a sus 20 años.

El Raúl López de esta selección también juega en Badalona y se llama Josep Franch. Más allá de su rol de líderes en sus particulares promociones, poco tienen en común. Franch es un osado maestro del uno contra uno con muelles en los tobillos y capaz de dar asistencias de fantasía. Raúl era un director de orquesta, el capitán, mejor tirador y más virtuoso a la hora de finalizar con una canasta o una asistencia.

Y no querría olvidarme del resto de jugadores que han hecho un gran campeonato y que tampoco han de envidiar a los Felipe Reyes, Dramec, Germán Gabriel, Carlos Cabezas,... que nos hicieron soñar una tarde de julio de 1999. En la Generación del 91 sólo se echa de menos a un rubiales de 2,13 capaz de meter triples y de botar el balón como un alero. Y mira que lo he buscado en el mismo lugar del banquillo que en aquel verano del 99 ocupaba un tal Pau Gasol. Bueno, tampoco he visto a ningún Navarro.

UN ABRAZO Y ENHORABUENA A LAS SELECCIONES SUB 20 DE BALONCESTO

La luz al final del tunel




Mientras una NBA "cerrada por avaricia" se despedía de "El Último Emperador", un Yao Ming que ha perdido la batalla contra las lesiones, la ACB ha firmado un contrato de patrocinio con Endesa, una empresa de electricidad y gas que desde octubre de 2007 forma parte del grupo italiano Enel.

Si en el caso del pívot chino no es pertinente echar mano de ese tópico tan manido de "torres más altas han caído", en el caso de la primera división de nuestro baloncesto hay que claudicar y aceptar los nuevos tiempos que nos ha tocado vivir. Si la otrora liga de las estrellas tiene nombre de banco y si el estadio de un histórico del fútbol inglés como el Arsenal se llama Emirates por qué no admitir que la principal competición de nuestro baloncesto lleve como nombre o apellido (en función de si será Liga Endesa ACB o ACB Endesa) el apelativo de una empresa en origen pública que surgió en 1944 cuando Franco pensaba que mejor solos que mal acompañados. Y antes de que alguien pueda hacer sangre, admito que he omitido por el dolor que me causa, el que delante de "Garden" haya que decir "TD Banknorth". Creo que fue este nombre el que acabó por matar a Auerbach.

La liga recibirá como beneficio treinta millones de euros y, aunque me temo que la opacidad con la que llevan a cabo su gestión los mandamases de la ACB nos impedirá conocer de primera mano en qué se invierte este puñado de dólares, sería conveniente que, como hace todo hijo de vecino, se cubran agujeros y que todas las nóminas puedan ser cobradas. Hay que evitar que los concursos de acreedores o las suspensiones de pago sean los mejores flotadores para sobrevivir con dinero ficticio y en la más peligrosa virtualidad.

Consultando foros de entendidos muchos entienden que esta medida es sólo el chocolate del loro, una maniobra financiera respetable, pero tan sólo una medida coyuntural que no solucionará en modo alguno la situación estructural de una liga que está perdiendo estatus, interés y viabilidad. De nuevo os cito a que entre todos propongamos medidas de urgencia o a más largo plazo para que la ACB recupere el lugar que un día ocupó en las parrillas televisivas, en la venta de revistas y, sobre todo, en los corazones de los aficionados al deporte en general y al baloncesto en particular. Podemos tolerar que cambie de nombre, pero no podemos permitir que sieguen de raíz su esencia.

Os dejo con las jugadas más espectaculares de un jugador con mano de seda, visión de astrólogo y tobillos de cristal. Una torre hecha de diamante que, por desgracia, nunca se pudo pulir. Y en cuanto a Endesa hágase, pues, la luz. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Luna llena sobre Madrid


20 de julio de 1969. Medio mundo frente al televisor. El otro medio muriéndose de hambre. Neil Armstrong posa su pie sobre el satélite lunar mientras que Aldrin le sigue pocos minutos después. Collins espera en la nave. Mientras, un niño de siete años mira hacia el cielo de Madrid incapaz de entender una sola palabra de aquella mítica frase: "that´s one small step for a man, one giant leap for mankind". Él daría otro gran paso. Diecisiete años después.

En plena guerra fría, el hecho de que Yuri Gagarin realizara el primer vuelo espacial tripulado en 1961 supuso un duro golpe para el inabarcable ego de los estadounidenses. Por eso, en 1962, Kennedy se apresuró a afirmar ante el Congreso de su nación que pronto un hombre norteamericano pisaría la luna gracias a todo el apoyo logístico que se canalizaría a través del proyecto Apolo.

1979, España. Finalizada la transición y mientras políticos y burócratas se repartían el territorio peninsular como si se tratara de un gran pastel, un abulense, el Presidente Adolfo Suárez, aseguraba en un discurso frente a todo el país que pronto un español jugaría en la NBA en un intento por reafirmar el poderío hispano frente a la vecina Portugal en medio de una sorda batalla por la primacía peninsular. Eso sí, de apoyo financiero nada, que hay mucho funcionario de Comunidad Autónoma al que mantener. Obviamente, esto nunca sucedió, pero el hito de Fernando Martín es de dimensiones extraterrestres.

En 1986, año en el que España empieza a formar parte de la CEE, en Europa éramos conocidos por los toros, el flamenco y Benidorm. Nos temían porque, cual sanguijuelas, íbamos a empezar a saquear los fondos estructurales y de cohesión de los que antes se beneficiaban otros países. Sólo nos querían por nuestras aceitunas, nuestros vinos y nuestras mujeres. Pues sí, como ahora.


El español de los ochenta era bajito, moreno y bromista. Sin embargo, Fernando Martín era alto y fuerte, trabajador, honrado y serio. Mujeriego, sí, pero no al estilo de Pajares y Esteso, no un truhán sin escrúpulos o un baboso de barra de bar. Más bien un Don Juan de Zorrilla, un Giacomo Casanova de Madrid. Al morir joven nos recordó al rebelde Dean. Su única causa, el baloncesto.

Fernando Martín fue uno de los primeros grandes jugadores que emigraron desde el Ramiro para pasar a vestir de blanco. Lo hizo junto a su hermano Antonio y pronto se consagró como un jugador de referencia tanto en el Real como en la propia selección española con la que cosechó la plata en el Europeo de Francia 1983 y, muy especialmente, la plata bañada en oro de los Juegos Olímpicos de 1984, un logro que parecía rozar la categoría de lo imposible. Pero el destino de Fernando no estaba en Los Ángeles, sino unos cuantos kilómetros más al norte. Portland, Oregon. Allá vamos.

Y nada tiene que ver el verde paisaje de Portland rematado en el horizonte por el Monte Hood con el mar de la Tranquilidad de la Luna, pero la entidad de la hazaña puede considerarse análoga. En la década de los ochenta los entrenadores y managers de la NBA ignoraban casi por completo el baloncesto que se jugaba en Europa. Sólo unos pocos osados habían dado el salto antes que Martín. El madrileño fue drafteado por New Jersey, pero iría traspasado a los Trail Blazers donde coincidiría con jugadores del talento de Clyde Drexler, Kiki Vandeweghe, Terry Porter o el famoso Sam Bowie (sí, al que eligieron en el número 2 del draft de 1984 por delante de un tal Michael Jeffrey Jordan). Poco más de cien minutos, apariciones puntuales, contadas referencias en los noticiarios españoles. Un tratamiento indigno del calibre de su gesta. Las lesiones acabarían con su paciencia y regresaría a Madrid donde disputaría los últimos años de su carrera peleándose, en el sentido literal de la palabra, con Audie Norris y un Barcelona que empezaba a dominar las competiciones nacionales. Sumó a su palmarés la Copa del Rey y la Recopa de 1989 compartiendo pista, que no balón, con el gran Drazen quien realizaría un camino casi idéntico al de Fernando aterrizando en Portland para acabar despuntando en New Jersey y terminar muriendo en el interior de un coche, un espacio muy reducido como para acoger tanta grandeza deportiva. La de Drazen, la de Fernando, la de dos mitos.

Fernando no llegó a la Luna, Fernando sólo la observó para saber dónde quería llegar. Y llegó. Vivió una experiencia y dio un pequeño paso en su carrera, pero aquel viaje hacia lo desconocido supuso un gran paso para todo el baloncesto español al abrir las puertas de una liga que, entonces, parecía una ciudadela inexpugnable y en la que, hoy día, los Pau, Marc, Rudy y próximamente Ricky dan muestras de que ni bajitos ni quemados por el sol. Menos aún perezosos.

Gracias Fernando por soñar y cumplir tus sueños. Por derribar murallas. Por destruir estereotipos. Por jugar al baloncesto.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

El día del movimiento


Han pasado ya setenta y cinco largos años desde el fatídico día en el que a unos militares les dio por alzarse en armas contra un sistema que, si bien no estaba funcionando como estaba previsto, al menos era democrático. A pesar de ello, en un intento por dejar atrás uno de los episodios más vergonzantes de nuestra historia reciente, hoy quiero hacer mención a alguno de los mejores juegos de pies y manos de la historia del baloncesto. Movimientos al fin y al cabo.

En Boston aún le añoran mientras que en Minnessota, su estado natal, todavía se lamentan por su más que sospechosa gestión tanto en el banquillo como en los despachos. Sin embargo, sus movimientos al poste bajo que bien podían acabar con un gancho, con una bandeja, o con un tiro en suspensión tras un fade away, le dieron una nueva dimensión al juego de combinación de los Celtics de los años 80. Empezó como sexto hombre, pero pronto se asentaría junto a Parish y Bird como integrante de uno de los mejores frontcourt de la historia. Para deleitarse. 



Cambiando de registro y de posición me gustaría hablar de Tim Hardaway, base que desarrollaría su carrera principalmente en Golden State Warriors y Miami Heat. Terrenal por su altura, su juego de pies y de manos nos legaron alguno de los movimientos más fantasiosos que se recuerdan. Un anticipo de lo que sería Allen Iverson con menor capacidad de finalización, un Baron Davis con mucho más instinto asesino. Puro genio. Con estas imágenes procuraremos obviar sus desafortunados comentarios homófobos. 



Si en Houston las inoportunas lesiones de Ralph Sampson les impidieron disfrutar de la mejor versión de las torres gemelas, cuando un nigeriano aterrizó en su universidad todo cambió en la importante ciudad sede de numerosas empresas petrolíferas y del centro de operaciones de la NASA. Montes le bautizó como el "bailarín de claquet del Cotton Club" en alusión al título cinematográfico dirigido por Francis Ford Coppola y haciendo referencia al mejor juego de pies que nunca podrá tener un jugador de su altura (2,13 m) y envergadura. David Robinson, Pat Ewing y muchos otros aún tienen pesadillas con Hakeem Olajuwon y si jugaran una pachanga entre ellos aún seguirían cayendo en sus múltiples fintas de tiro. Sus tapones y su "dream shake" son ya parte misma de nuestro deporte. 



Dejo para el final de esta primera entrega de "El Día del Movimiento" al inspirador de toda esta corriente de magos del baloncesto que no se limitan sólo a poner la bola en el aro de la manera más eficiente posible, al primer base carismático, al primero que empezó a hacer reversos, pases por la espalda, ganchos, a Bob Cousy, Mr Basketball como le definiría el propio Red Auerbach. Baloncesto en blanco y negro porque el color no haría más que ensombrecer la verdadera esencia de su talento. 



Tened en cuenta que ésta es sólo el primer fascículo de lo que promete ser una saga de entregas sobre jugadores y movimientos espectaculares. En la próxima no faltarán los aros pasados de Julius Erving, el finger roll de "Iceman" Gervin o el sky hook de Kareem. No quisiera dejar aparcado el baloncesto europeo por lo que os solicito vuestra ayuda para que toda esta serie de relatos sobre arte hecho baloncesto también abarque nuestro viejo continente.

Y ésta ha sido la historia de como un negro 18 de julio se puede convertir en un maravilloso día si exploramos los diferentes significados de la palabra movimiento. Si en Woodstock se recomendó aquello de "haz el amor y no la guerra" permitidme hoy añadir "y juega al baloncesto".

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Hablemos del Pájaro Verde



Lo sé, lo sé. Era negro el halcón del que quería hablar con urgencia Sam Spade, aquel duro detective que encarnaba el no menos duro Humphrey Bogart en el Halcón Maltés. Pero tratándose de baloncesto sólo ha habido un pájaro que merezca tal apelativo. Y durante toda su carrera como jugador profesional siempre vistió de verde.

Hablar de "El Pájaro" en la NBA es hacerlo de un personaje tan tímido como soberbio, tan trabajador como orgulloso, tan castigado como obsequiado por la fortuna, de Larry, de Bird, de un genio.

Diga "33" y habrá dado con su número, el que luce colgado del Garden de Boston junto al "32" de McHale y que pronto, por desgracia, se verá acompañado del "34" de Paul Pierce. Diga Indiana y habrá dado con el lugar donde labró su temperamento. Diga lesiones y sabrá por qué su carrera no fue más larga y próspera. Diga victoria y habrá dado con su destino.

No sabemos si ya era inteligente o si sus terrenales piernas agudizaron su ingenio para leer las defensas rivales y comprender un juego que en ocasiones parecía haber inventado él mismo. Como los grandes poetas, la leyenda del pájaro se alimenta al cincuenta por ciento de trabajo e inspiración, de método e improvisación.

De su carrera universitaria baste decir que ha sido elegido mejor tirador de la historia de la NCAA, honor que corroboraría posteriormente con sus tres concursos de triples del All Star de la NBA. Muy recordado fue el de 1987 en el que mientras se ponía las zapatillas le preguntaba al resto de competidores: "¿Quién de vosotros quedará segundo?".

Sirva otra anécdota para matizar el engreimiento del que durante tanto tiempo ha sido acusado. Una tarde, cuando la expedición de los Pistons se encontraba ya en el Garden para hacer una ligera sesión de tiro, el fallecido Chuck Daly reunió en un círculo a todos sus jugadores (los bad boys) y les dijo: "Dejad de hablar. ¿Escucháis el sonido de unas zapatillas? Es Larry que está subiendo y bajando las escaleras de todo el pabellón".

Pero Larry "The Legend" no sólo nos dejó unas cuantas anécdotas sobre su arrogancia y su capacidad de trabajo, sino que también nos legó algunas de las jugadas más recordadas de la historia de nuestro deporte. Remontémonos al primer partido de las finales de 1981 ante Houston Rockets en el que Larry tras fallar un tiro coge su propio rebote, casi sin ángulo y en el aire es capaz de cambiarse de mano el balón para dejar una bandeja imposible con su izquierda. Y quién no conoce el duelo anotador que mantuvo con Dominique Wilkins en el séptimo partido de las semifinales de conferencia de 1988. Sin embargo, fue un robo de balón la jugada que mejor define su inteligencia y su denodado afán por ganar. Con cinco segundos y uno abajo ante los Pistons Larry aparece de la nada para interceptar un mal pase de Isiah Thomas para entregar una canasta casi hecha al también fallecido Dennis Johnson en lo que suponía un triunfo decisivo para alcanzar su quinta final en siete años.

Si Bird fue grande fue porque Magic estuvo ahí, acechándole desde la distancia. Decía el "32" de los Lakers que cada mañana leía los periódicos para ver qué habían hecho los Celtics de su íntimo enemigo deportivo Larry. En la retirada de camiseta del de Indiana, en la casa del eterno rival, Johnson nos dejó un discurso muy emotivo. "Larry, sólo me mentiste una vez, cuando me dijiste que habrá otro Larry Bird. Y hoy, Larry, estoy seguro de que jamás habrá otro Larry Bird".


Voraz reboteador, infravalorado pasador, gran manejador de ambas manos, ambicioso y genuino. Uno de los cinco mejores jugadores de todos los tiempos, una leyenda. Dejémonos de lockouts, de posibles fichajes, de primas de riesgo y hablemos de lo importante, hablemos del pájaro verde. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Billete de ida y vuelta



Los vientos de la historia están cambiando de rumbo. Numerosas estrellas de la NBA están haciendo sus maletas para venir a jugar a Europa en una especie de éxodo bien pagado y mucho más cómodo que aquel, más forzoso, que vivieron irlandeses, italianos, polacos y tantos otros europeos en busca del sueño americano durante la primera mitad del siglo XX.

FIBA Europa está empezando a tomar medidas en previsión de que la llegada de estos grandes jugadores no sea más que un paripé, una medida de presión de los mejores jugadores que durará hasta que los representantes de las franquicias y de la propia liga cedan en sus pretensiones. Nada que redunde, por tanto, en un beneficio notable para las competiciones continentales.

En una época en la que quien más quien menos se cuestiona la eficacia de la mano invisible para gestionar la asignación de recursos en las economías occidentales, la flexibilidad contractual permite que se alcancen acuerdos que puedan quedar rescindidos toda vez se reanude la competición al otro lado del Atlántico. Desde el punto de vista mercadotécnico parece obvio que el fichaje de estos jugadores es rentable. Sin embargo, de producirse la esperada marcha, los clubes se verán obligados a reemplazar su ficha con jugadores que nadie ha querido o que se encuentran sin equipo en mitad de la temporada. Negocio arriesgado, no cabe duda.

Pero mientras se prolongue el cierre patronal, y ni siquiera está claro que se solucione, los equipos turcos y rusos, que no parecen entender de crisis, podrán presumir de contar en sus filas con los mejores jugadores de nuestro planeta.

Lo que sí podemos afirmar en medio de todo el aluvión de especulaciones es que la posibilidad de que la competición NBA se reanude más tarde de lo común ha sido el preparativo perfecto para que se esté labrando uno de los campeonatos de Europa más espectaculares de los últimos tiempos. Al menos, todas las selecciones contarán con sus máximas figuras en un torneo que, no lo olvidemos, reparte plazas automáticas y vía preolímpico para Londres 2012.

Pasado mañana, jueves, en las oficinas de la NBA se reabren las negociaciones para tratar de acercar posiciones entre las partes. Puede que para entonces, en las oficinas del Madrid, los directivos de cuya existencia sólo somos conscientes cuando se hacen fotos en las presentaciones de Cristiano o Kaká, hayan dejado ya de reír a carcajadas tras la disparatada petición de Kirilenko ofreciéndose al club blanco a cambio de cuatro millones de euros por temporada. ¿Quién se ha creído este tío? Si por el doble de eso podemos fichar a Altintop...

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Talento por marihuana




Cuerpos diseñados para jugar al baloncesto. Ídolos desde su más tierna infancia. Mujeres mareantes a cada paso. Millones de dólares por castigo. Toneladas de talento no siempre administradas por cerebros a la altura de las circunstancias.

Michael Beasley es sólo otro ejemplo más de cientos. Y no es éste precisamente un virus actual. Ya a finales de los setenta los equipos mostraron una enorme preocupación por los altos índices en cocaína que presentaban numerosos jugadores de la liga.

Junto con la firma del convenio que ha estado en vigor hasta el pasado 30 de junio se cambió la política de vigilancia de drogas. Todo ello porque a finales de los 90 el asunto estaba en auge habiendo sido pillados en posesión de sustancias prohibidas jugadores del caché de Allen Iverson (éste incluso con un arma), Marcus Camby o Isaiah Rider.

Sin embargo, a pesar del endurecimiento de las reglas, el siglo XXI también se ha visto salpicado por casos como el de Josh Howard, Corey Blount o Chris Andersen por citar sólo unos pocos. De hecho, el viejo amigo de Michael Jordan, Charles Oakley, afirmó en 2001 que si a su llegada a la liga, en 1988, fumaban marihuana un diez por ciento de los jugadores, en su última etapa esa cifra ascendía al sesenta por ciento. De hecho, fue a principios de la pasada década cuando unos Blazers plagados de figuras optaron por ser recordados en los libros de historia no como un equipo ganador y sí como los míticos "Jail Blazers" con Rasheed Wallace, Damon Stoudamire y Ruben Patterson como principales implicados en la posesión de drogas. ¿Qué pensaría el bueno de Sabonis al compartir vestuario con estos angelitos?

Y tan duro como llegar a la fama es abandonarla. El tiempo pasa y es muy duro ver cómo tus mejores años de baloncesto van quedando atrás. Shawn Kemp o Stephon Marbury son los principales ejemplos de lo duro que resulta dejar de ser una estrella sin tener un plan "b" en la recámara.

Relataba, hace ya unos meses, la tragedia que supuso para su familia y para toda la liga la soprenderte muerte por sobredosis de cocaína de uno de los cuerpos más atléticos que ha dado el baloncesto universitario. Pero si Len Bias nos dejaba en 1986, no hace falta remontarse tanto en el tiempo para encontrar el paradigmático caso de Eddie Griffin, quien en pleno proceso de rehabilitación en el centro de desintoxicación dirigido por John Lucas perdió la vida al saltarse un paso a nivel y ser arrollado por un tren de la Union Pacific. Podéis hacer conjeturas.

¿No os preguntáis lo que podriáis haber hecho con sus geniales cualidades, lo que habriáis pagado por haber sido deportistas de élite? Ojo, no nos engañemos, la mayor parte de los jugadores de la NBA son esforzados trabajadores que se pasan los veranos cuidando su cuerpo y acondicionándolo para una temporada muy dura. Sin embargo, aquellos que no son capaces de asimilar el infinito salto de la nada al estrellato y de la miseria a la riqueza terminan por enseñarnos el camino equivocado, dándonos envidia por no habérsenos permitido gozar de un talento tan especial. Seguro que ni tú ni yo lo hubiéramos malgastado.

Yo, con los ojos cerrados, les cambio su talento por unos gramos de marihuana. Con sus condiciones no estaría escribiendo este blog en una habitación de Salamanca, lo estaría haciendo desde Las Vegas. Pero tranquilos, con un vaso de limonada.

P.D. Se siguen esperando propuestas relacionadas con el anterior post "Salvemos el Baloncesto". Está en tus manos.
UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Salvemos el baloncesto



Los parques vacíos, las audiencias de ACB tocando fondo, los clubes en concurso de acreedores y la NBA cerrada y no precisamente por vacaciones. El baloncesto cae en picado arrastrado por el contexto general. Es hora de proponer soluciones.

Cada vez resulta más complicado bajar con un balón a cualquier pista y jugar una típica pachanga de nivel. La comodidad de los pabellones, el notable aumento de las temperaturas en los últimos años, los horarios laborales y la pereza de quienes no trabajan están acabando con el inconfundible sonido de las suelas de las zapatillas rozándose contra los diferentes materiales de que se componen las canchas de nuestros parques.

El baloncesto profesional tampoco se salva. Los clubes apenas tienen dinero para pagar sus nóminas y la final de la segunda mejor liga del mundo sólo fue seguida por un 4,6% de share, audiencia más propia de las películas de la sobremesa de los domingos o de una carrera de caballos. El producto podría venderse mejor, es cierto, pero creo que el fallo está en el propio producto. La competencia es feroz con un deporte, el fútbol, que copa el interés informativo y mediático hasta límites insospechados. Su sencillez y la emoción de un resultado corto concitan la atención de una gran cantidad de espectadores que no desean más que pasar noventa minutos alejados de toda preocupación. Con esto no quiero desprestigiar al fútbol ni a quien lo sigue, sino que alabo la manera con la que alcanza tales cuotas de expectación.

El baloncesto es algo muy diferente, un cinco contra cinco, pero al mismo tiempo un doce contra doce, un duelo de banquillos en el que las decisiones de los entrenadores juegan un papel destacado. Un deporte que exige al espectador un grado mayor de atención, de dominio de las reglas, de experiencia e, incluso, de sapiencia. No es que sea un juego para entendidos, pero es más divertido si comprendes los porqués de todo lo que ocurre de manera tan concentrada en el espacio y en el tiempo.

Conocidos los pros y los contras, el estado actual de las cosas y, sabiendo que atravesamos por un período de crisis socioeconómico, es momento de buscar soluciones. Desde aquí os propongo que aportéis vuestras ideas para ver si entre todos podemos hacer que el baloncesto salga reforzado de este momento de impasse por el que atraviesa. He aquí unas pequeñas muestras:

1. Potenciemos el valor del deporte desde la infancia y no lo hagamos desde el punto de vista del deber, sino del querer. Los niños no deben hacer deporte para estar sanos, sino que el deporte es tan divertido que querrán practicarlo no como una medida de salud, sino como un fin en sí mismo.

2. Hay que fomentar la fundación de escuelas de baloncesto no sólo a escala municipal, sino también en el seno de los centros educativos como sucedía en un pasado no muy lejano.

3. Exigir a los medios de comunicación un trato más respetuoso para con nuestro deporte. No es mucho pedir. Simplemente queremos que la información sobre la jornada de ACB no se limite a una reseña de treinta segundos y que la NBA no se resuma en las tres mejores jugadas de la noche, la mayor parte de ellas mates estratosféricos que hacen que nuestros chavales identifiquen baloncesto con saltar muy alto y machacar muy fuerte.

4. Avanzar en la modificación de las reglas en pos de facilitar un mayor espectáculo sin perjuicio de que permanezca intacta la esencia misma del baloncesto. La implementación del reloj de posesión o las defensas ilegales que se sancionan en la NBA son unos buenos ejemplos de cómo con un poco de imaginación un mismo deporte se vuelve más atractivo.


5. Es tarea de todos los entrenadores enseñar a los chavales a disfrutar con aspectos de nuestro juego que no son la anotación. De esta manera el futuro espectador valorará no sólo una acción individual ofensiva, sino también una gran defensa, un rebote por colocación o una buena colocación del bloqueo. Sé que esto es complicado, pero yo renuncio a hipotecar la riqueza táctica de este juego sólo para que haya más cazurros en el bar viendo la tele detrás de una jarra de cerveza. Enseñemos, pues, qué es el verdadero baloncesto y será entonces cuando será apreciado en todo su esplendor.

Espero vuestras propuestas en todos los campos mencionados: baloncesto amateur, crisis económica, venta del producto, modificación del producto,... El baloncesto está necesitado de vuestros sabios remedios.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Esos locos bajitos




Ayer, día 1 de julio, quedaba clausurado el V Campus de baloncesto "María Santos" auspiciado por el Club de Baloncesto de Santa Marta con el que he empezado a colaborar. Después de diez días de arduo mas gratificante trabajo todos los monitores y representantes del club podemos darnos por más que satisfechos por el ambiente reinante y, también, por el comportamiento de los chicos.

Mi experiencia personal fue inmejorable. El ocuparme de los chavales de categoría alevín supuso un gran reto para mí pues nunca había trabajado con chicos y chicas tan jóvenes.

Para algunos el tamaño del balón se asemeja al de un planeta y aun así lo doman como mejor pueden y saben. Disfrutan haciéndole ir de un lugar a otro mientras juegan y ríen con sus compañeros. No entienden, quizá, lo que significa el baloncesto para muchos de nosotros, pero demuestran con cada sonrisa lo que simboliza para ellos. Diversión y amigos.

Algunos me sorprendieron por su manejo de la izquierda. Otros, por el control de su cuerpo. Algunos, fieros competidores; Otros, fieles compañeros. Todos especiales y diferentes.

En un momento, el de principio de la segunda década del siglo XXI, en el que se discute sobre una crisis financiera, sobre la burbuja inmobiliaria o sobre las cada vez más presuntas e inocentes fechorías de Strauss-Kahn me sobraron diez días para darme cuenta de que el verdadero mundo no es el de los constructores o jeques, el del ladrillo o los petrodólares o el que nos muestran los medios de comunicación. No, la más pura realidad se encuentra reflejada en los cristalinos ojos de esos locos bajitos capaces de convertir un grano de arena en una enorme duna de felicidad.

Serrat compuso su canción pensando en los hijos recién nacidos, lo sé. Pero aun así, aunque los chicos del campus no sean mis hijos y aunque algunos midan casi tanto como yo, me atrevo a citar los grandes versos del cantautor con una ligera modificación para dejar un consejo aplicable tanto a infantes como adultos. "Niño, nunca dejes de joder con la pelota".

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS