Disfrázate de ti mismo





Carnaval, carnaval, carnaval te quiero, bailaremos sin parar en el mundo entero. Espero que me perdonéis por empezar esta entrada citando las enseñanzas de ese maestro de maestros que es Georgie Dann. Detrás de sus letras se esconde una filosofía “guatequera” tan vieja como el hombre, una filosofía que, a través de la práctica deliberada, que no siempre consciente, ha alcanzado rango de uso social. Es curioso (en realidad no), tiene el ser humano la virtud de heredar del pasado sólo aquellas tradiciones que le provocan placer inmediato olvidándose, por el contrario, de aquellas otras que le causan desazón y malestar. Merece la pena recordar que, aunque de origen pagano, las saturnales romanas, el carnaval nace, como tal, de la mano del cristianismo como una especie de “vacatio” previa a ese período de abstinencia y renuncia que es, por definición, la cuaresma, ese lapso de cuarenta días que el común se pasa anticipando mentalmente las vacaciones de Semana Santa, mientras las mujeres de negro de los pueblos se devanan los sesos planificando recetas carentes de toda mácula (carne o pescado) para los días de ayuno.



Después de este apunte pseudohistórico me gustaría cambiar de tema sin desviarme del todo de ese nexo de unión que durante estos días será el carnaval. Y es que en este sábado de máscaras y suplantaciones algunos tuvimos la suerte de disfrutar con la presencia, en Santa Marta, de alguno de los mayores expertos en coaching deportivo. Beatriz Sánchez Torrecilla, psicóloga y fundadora de “Kiss Your Frog”, Manuel Martínez Mántaras, experto en coaching, y Jorge Sariego, entrenador de porteros en el Sporting de Gijón, dedicaron su esfuerzo a hacernos reflexionar sobre esa gran desconocida que es, para nosotros, nuestra propia mente.



El seminario, como toda obra bien hecha, se gestó al inicio del otoño gracias a la iniciativa de Pedro, coordinador deportivo del ClubBaloncesto Santa Marta quien, consciente de la importancia de la faceta mental en el entrenamiento, se puso en contacto con los organizadores para ofrecer un producto de calidad no sólo a los técnicos del club, sino a cuantos estuvieran dispuestos a invertir su tiempo en reflexionar sobre sus métodos, sus capacidades de liderazgo y, en definitiva, sobre sí mismos.



Yo, claro, no sólo por el vínculo emocional y personal que me une al club, sino también por continuar en ese proceso continuo de cuestionamiento, tuve la suerte de participar. Eso sí, lo confieso, siempre que asisto a un taller de este tipo acudo con las mismas reservas y precauciones con las que observo una obra de arte abstracto. A veces hasta me estremezco ante el aluvión de palabras clave y frases cortas sobre las que articulan los discursos estos maestros del asesoramiento y la tutoría personalizadas.



Sin embargo, he de reconocer, y no me cuesta, que disfruté mucho con la performance de Manuel, Jorge y Beatriz. Y digo performance porque lo que ofrecieron no fue una ponencia, una charla o una simple lección. Es más, dijeron más con su actitud que con sus palabras y sólo así se puede explicar que durante siete horas de mi vida apenas perdiera la atención durante unos pocos segundos. A partir de sus experiencias y también, a raíz de lo mucho visto y vivido en numerosos cursos y talleres, supieron ofrecer una dinámica amena y atractiva que además, como bien nos recordaron, pretende dejar poso, hacernos pensar, sacarnos de esa región de confort que muchas veces se construye en torno a la negación como frontera o límite de un talento, el de cualquiera, que va mucho más allá del que habitualmente mostramos.



Soy consciente de que el alejamiento que otras obligaciones me impusieron respecto de las canchas me ayuda a mostrarme abierto hacia la innovación y la adopción de nuevas dinámicas y rutinas en el entrenamiento deportivo y también, por qué no, en la agenda de mi vida. Otros técnicos que siguen luchando día a día contra la realidad social e individual de muchos jóvenes no se muestran tan optimistas sobre la capacidad del ser humano para brillar y hacer brillar en el contexto de una actividad deportiva. Es lógico, el mismo polvo del camino nos ciega y niega cualquier perspectiva. Sin embargo, yo, desde la distancia, soy partidario de incorporar cambios en nuestros códigos de comunicación con los chavales, en las propuestas de entrenamiento y estilos de dirección. Haciendo lo que se viene haciendo ya sabemos hasta dónde podemos llegar y, además, la experiencia nos dice que las generaciones, sus intereses y motivaciones, cambian mucho más rápido que nuestros métodos y formas de comunicar por lo que los resultados, no sólo los deportivos, sino también los formativos, son cada vez peores.



Por esto mismo, a modo de juez de paz medieval, me atrevo a afirmar que en este siglo XXI no caben ayunos eclesiásticos ni orgías carnavalescas. Toca deshacernos del pasado y para ello es imprescindible retirar cualquier tipo de máscara o velo que nos impida divisarnos a nosotros mismos. En el trato con los jóvenes no podemos ser ni mujeres de negro cocinando potaje ni hedonistas suplantadores de personalidades múltiples. Al menos no todos los días. Es el momento, en cambio, de aceptarnos con nuestro traje diario, sacarle lustre y disfrutar de él para, así, hacer disfrutar a los demás con nuestra presencia y generar entornos propicios para el aprendizaje, la formación integral y el éxito vital, sea cual sea la forma que éste adopte en cada caso. 





UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS