Necesidad, deseo, oportunidad






Rara vez deseo, necesidad y oportunidad coinciden en el tiempo. Muchas veces quieres lo que no necesitas (un coche de alta gama). Otras, necesitas lo que no quieres (comer pescado). Y pocas, además de querer lo necesario, o necesitar lo querido, se da la circunstancia propicia para ello.

Hoy es uno de esos días. Quizá por ser el trigésimo de un abril que no fue abril (por frío, no por lluvioso) al menos en el paralelo 40 grados Norte unos cientos de kilómetros al oeste del Meridiano 0. Ayer los Clippers hicieron historia remontando 27 puntos a los Grizzlies y, de esta manera, me pusieron en bandeja el poder recordar una fecha que, en medio de un período negro para los Celtics como fue el largo desierto en el que nos movimos entre los meses de junio de 1986 y 2008, irrumpió en el horizonte como un oasis lleno de colores verdes y una gran fuente de agua.

El deseo de escribir sobre aquella hazaña siempre estuvo ahí. Al deseo se suma, hoy, la necesidad que sentimos todos los célticos de levantarnos tras la derrota de esta noche frente a Atlanta en un partido que, además, puede acarrearle una sanción deportiva a Rajon Rondo por haber entablado un contacto físico (y no amoroso precisamente) con uno de los oficiales.

Empecemos por el final. El estoico y habitualmente impertérrito Jim O´Brien enseñaba el puño al aire del Garden (por entonces Fleet Center) para celebrar la victoria. Pocos minutos después, delante de los micrófonos, nos dejaría una frase para el recuerdo: “Durante tres cuartos el partido pareció un infierno, pero el último, el último cuarto, fue lo más parecido al Edén”. ¿Tenía motivos el por entonces entrenador de los Boston Celtics para emplear estos términos bíblicos en relación a un simple partido de baloncesto?

Lo cierto es que no fue un 25 de mayo cualquiera. Habían pasado 15 años desde que el Garden se vistiera de gala por última vez para acoger un partido de Final de Conferencia. Ya no caminaban sobre el parqué Bird, McHale o Parish. Muchos espectadores ni siquiera habían nacido a tiempo para verles. Entonces vestían de verde algunos tipos cuyo talento, estoy seguro, avergonzaba a la por entonces máxima figura céltica en vida, Red Auerbach. Pero, por suerte, a pesar de haber nacido en un suburbio de Los Ángeles, también jugaba, y hubiera muerto de haber sido menester, de blanco y verde Don Paul Pierce. Un Paul Pierce bien secundado por ese incalificable jugador al que Montes, por su polivalencia y por aparecer en cualquier lado de la cancha de manera genialmente anárquica, apodaría Soldado Universal. Me refiero al hoy arruinado Antoine Walker, otra víctima más del juego que ha dilapidado su fortuna hasta el punto de verse obligado a vender el anillo que cosechara años más tarde, en 2006, con los Heat. El propio ex de Kentucky confesaría al finalizar el encuentro que jamás había estado envuelto en un partido como aquel.

Pocos antecedentes hacían presagiar la victoria final de los Celtics. Desde luego no los 21 puntos en contra al comienzo del último cuarto. Tampoco el 2 de 14 que por entonces registraba la gran estrella céltica. Probablemente nada hubiera cambiado de no haberse percatado Walker de las sonrisas burlonas que les estaban regalando desde el banquillo de los Nets. Fue entonces cuando se dirigió al resto de compañeros y les dijo: “Tenemos que recuperar el respeto”. 



“El arranque fue la clave”, confiesa años después el por entonces base de los de Boston, Kenny Anderson (ya saben, como diría Montes Fantasías Animadas de Ayer y de Hoy). “Fue el que nos hizo contar con el apoyo del público”. Y el Garden cuando ruge ruge de verdad. Bien lo sabía Byron Scott, antiguo laker y entrenador de los de New Jersey aquel día. Pocos públicos pueden intimidar de la misma manera. Buscando un símil futbolístico, el Garden sería Anfield. O tal vez San Mamés. Un lugar lleno de tradición con público entendido a la par que fiel. Aquella noche el ruido era ensordecedor, los jugadores tenían que gritar para comunicarse entre sí y apenas se escuchaba el silbato de los colegiados. Espoleados por la grada jugadores como Rodney Rogers o Tony "Lambada" Delk pasaron a jugar un rol fundamental. Pero si el Garden metió y evitó unas cuantas canastas, qué decir de Paul Pierce. 



Apodado “The Truth” por parte de Shaquille O´Neal tras asistir a una exhibición del 34 de los Celtics durante un partido entre las dos franquicias con más historia de la liga, Paul Pierce tuvo que esperar hasta aquel 25 de mayo para convertirse en el único y verdadero ídolo de la afición de Boston. Así, a pesar de haber anotado 41 puntos en un duelo al sol con Lebron o de haber sido MVP de las finales de 2008, el partido que mejor recuerda fue aquel tercero de la Final de Conferencia contra los Nets de Jason Kidd, Richard Jefferson y Kenyon Martin. Curiosamente el último que vencería Boston en una serie que finalizaría con un 4-2 en contra y con los Nets enfrentándose a los Lakers en las finales de la liga. 



El actual capitán de los Celtics se olvidó de los lanzamientos de cinco metros que aquel día no estaban cayendo para buscar el aro con una vehemencia inusitada. Cuando no anotó sacó falta. Así hasta sumar 19 puntos, muchos de ellos en forma de tiros libres decisivos. Así, liderados por Paul Pierce y alimentados por la grada los Celtics protagonizaron otro partido más para la historia, otro de los que permanecerán en las videotecas para el deleite de los fans y para el reconocimiento de los expertos en la materia. Os recomiendo que, seáis o no de este equipo, disfrutéis con la tensión, con la intensidad, con el bramar de la grada o con los rostros hambrientos de los jugadores de Boston. Simple necesidad. Puro deseo.

Desde aquel día, en la NBA ya están al corriente de que “48 minuti en el Garden son molto longui”. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

En caliente






Deliberadamente en caliente. Así me he propuesto escribir este post. De la misma manera y a la misma temperatura con la que se gestaron algunos de los momentos más importantes de la historia del hombre. De haber reflexionado fríamente sobre las consecuencias trágicas que hubiera podido acarrear la toma de la Bastilla no estaríamos estudiando hoy la Revolución Francesa. De la misma manera, el mundo sería muy distinto si los norteamericanos no hubiesen reaccionado con vehemencia y orgullo ante el sibilino y alevoso ataque a su base militar en Pearl Harbour por cuenta de los japoneses.

Por ello he decidido no contenerme y poner las cartas sobre la mesa. Hace pocas horas que hemos perdido la final del campeonato provincial infantil contra los chicos de Salesianas, formados y entrenados, básicamente, en el Club Baloncesto Tormes, el más grande (Perfumerías Avenida aparte), en términos económicos y de masa social, de nuestra ciudad, Salamanca. Lo hemos hecho por ocho puntos, diferencia que no refleja lo sucedido durante el partido pues, a falta de poco más de dos minutos, estábamos a sólo una canasta. Los chicos lo han dejado todo, pero la dura defensa rival alimentada por un arbitraje que permitió el uso de las manos no nos dejó desplegar nuestro mejor juego ofensivo.

Hablar en caliente no significa caer en el empleo peyorativo del lenguaje. No pretendo rescatar de nuestro rico vocabulario todos esos vocablos, cientos, pensados para hablar con ánimo de ofender. Tampoco tengo una lista de jugadas, al más puro estilo Mourinho, para explicar el porqué de mi enfado e indignación. Son motivos más hondos los que me llevan a escribir con las mangas remangadas y a regurgitar toda la mierda que mis chicos han tenido que tragar durante el partido de esta tarde.

Podríamos estar horas debatiendo sobre la verdadera importancia de una final provincial de la categoría infantil. Objetivamente no se trata de un campeonato de España. Sin embargo, hasta el más insensible mortal, sería capaz de reconocer la ilusión que mueve a los chavales. Para ellos es todo un acontecimiento, una cita romántica con el deporte que más aman.

Quizá sea parte de la pedagogía que pretenden vendernos desde los colegios de árbitros. Quizá quieran enseñarle a los niños lo dura que es la vida antes de tiempo, antes de que una dolorosa relación o un “amable” profesor se lo deje claro. Preferiría que lo descubrieran viendo El Buscavidas o leyendo A Sangre Fría y no por mor de un arbitraje chulesco y malencarado; tan equivocado en el fondo como descuidado en las formas.

No sé si le faltaron luces o le sobraron cojones a uno de los árbitros para acudir con un chándal del C.B. Tormes, el mismo club en el que entrenan el noventa por ciento de los jugadores rivales. Desconozco si es una prueba que tienen que pasar todos los aspirantes a árbitros cuando una vez tras otra son designados para dirigir encuentros en los que intervienen equipos de su mismo club. Desde un punto de vista humano no deja de ser un marrón. Si te equivocas para los tuyos eres parcial. Si lo haces para el contrario un traidor. Éste se aprendió muy bien aquello de “Roma no paga a traidores” y no quiso disimular. Ni siquiera con el chándal.

Tampoco se cortó un pelo el principal, un árbitro veterano con tablas y experiencia en partidos como éste. Entiendo que de la simple lectura de la frase interior es imposible deducir la tonelada de ironía que incluía. El principal resultó ser una joven figura del arbitraje salmantino, el próximo Betancourt (creo que ahora sí se nota), un ser íntegro que no dudó en castigarme con una técnica por hacerle llegar el balón al otro árbitro para acelerar la continuación del juego. Es cierto que se trataba de un pase de más de quince metros. Pero el balón le llegó suavemente a las manos. Desconozco si quería enseñarme la técnica del pase o si le molestó la perfección en la ejecución. Lo único que sé es que aquellos dos tiros libres y posesión acabaron por decantar el encuentro a favor del conjunto rival en una acción tan determinante como la del tapón, con dos abajo a falta de dos minutos y medio, que supuso la eliminación por faltas de uno de nuestros mejores jugadores.

Lo siento, empiezo a parecerme a Mourinho y no era ésa mi intención. Así, a pesar de que desde mi parcial parecer me siento perjudicado, no era éste el principal motivo de este post. Lo que no querría es dejar pasar la expresión con la que se dirigió ese mismo veterano de 18 ó 19 años a uno de mis chicos de 12. Entiendo que todos podemos tener un mal día, pero ni siquiera después de ser despedido se le puede decir a un preadolescente: “Pero tú qué protestas subnormal”. Y aun así no quiero cargar las tintas sobre estos jóvenes árbitros a los que se les concede el privilegio de dirigir una final. Prefiero hacerlo contra quienes los eligen.

Se nos llena la boca hablando de la importancia del deporte de base. Todos los políticos corren como si fueran críos para hacerse la foto con los chicos vestidos de corto. Vende mucho decir que se apuesta por la cantera. Pero no se cuida. No se atiende a las necesidades de ese material tan sensible que encierra un chico (una chica) de trece o catorce años. ¿Por qué no aparecieron en el pabellón dos árbitros veteranos conocedores de las reglas y con la experiencia suficiente como para evitar el bochorno que se produjo? ¿Por qué se menosprecia a las categorías inferiores cuando constituyen, en realidad, la fuente principal de las que se va a seguir abasteciendo el baloncesto durante los próximos años? ¿Por qué se juega de tal manera con las ilusiones de estos jóvenes jugadores? ¿Por qué? Que alguien me lo diga para que pueda dormir más tranquilo.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO (del puro y sin mácula) PARA TODOS

Menudo cuadro







Tenía una intuición y quise corroborarla. Acudí al diccionario de la RAE y las sospechas se convirtieron en pruebas definitivas. Cuadro es una de las palabras con más acepciones de nuestra lengua. Diecisiete en total. Ninguna, curiosamente, hace alusión, estricto sensu, al sentido que pretendo darle en este post.

Parece que la décima acepción, “conjunto de nombres, cifras u otros datos presentados gráficamente, de manera que se advierta la relación existente entre ellos”, puede servirnos para hablar de los próximos playoffs de la NBA. Dieciséis equipos luchan por el campeonato. El que quiera vencer habrá de superar cuatro rondas a cada cual más difícil hasta alcanzar el centro del bracket. Chicago Bulls y San Antonio Spurs acuden como cabezas de serie en sus respectivas conferencias y, sin embargo, los apostantes tienen otros dos nombres en mente: Miami y Oklahoma.

Antes de entrar a valorar las opciones de los diferentes equipos, me gustaría hacer una pequeña mención sobre quienes ya están de vacaciones. Los teóricos de la liga, basándose en la experiencia previa de 1999, vaticinaban una temporada repleta de sorpresas a consecuencia del lockout. Sin embargo, yo, simple aficionado, me atrevo a decir que entre los dieciséis clasificados no falta, ni sobra, ningún equipo.

Lucharon hasta el final Houston y Phoenix en el oeste y Milwaukee en el este. Los tres sufrieron las inoportunas lesiones de jugadores importantes y en los tres casos sus entrenadores sacaron el máximo rendimiento a sus activos. Sorprendieron, en lo positivo, Timberwolves (hasta la lesión de Ricky) y Raptors (pese a la lesión de Bargnani). Rozaron el bochorno los Wizards (hasta la destitución de Flip Saunders) y los Bobcats. Se despidieron, sin pena ni gloria, los Nets de New Jersey. Apuntan al futuro, además de los Wolves, los Warriors de Klay Thompson, Stephen Curry, David Lee y el eternamente lesionado Bogut.

Pero mientras estos equipos esperan pacientemente a que se produzca el sorteo para conocer el orden de elección en el draft, Chicago, Miami, Indiana, Atlanta, Boston, Orlando, New York y Philadelphia en el este y San Antonio, Oklahoma City, Los Ángeles Lakers, Memphis, Los Ángeles Clippers, Denver, Dallas y Utah en el oeste, se preparan para el desafío. Por ello, en este afán por predecir un futuro que casi siempre nos deja en mal lugar voy a hacer un ejercicio de especulación al más puro estilo FMI.

Chicago Bulls (50-16) - Philadelphia Seventysixers (35-31)

Enfrentamiento a seguir: Luol Deng-Andre Iguodala

El estado de forma de Derrick Rose es una incógnita. Sin embargo, al equipo de Thibodeau le debería bastar con su defensa asfixiante y con la aportación ofensiva de Deng y Boozer para superar al cuadro de Doug Collins. Los Sixers han practicado un juego colectivo de alto nivel, pero acabarán pagando la ausencia de una estrella en los minutos finales. 4-1 Chicago.

Miami Heat (46-20) - New York Knicks (36-30)

Enfrentamiento a seguir: Lebron James-Carmelo Anthony

Carmelo Anthony está jugando el mejor baloncesto de su carrera. Tyson Chandler es el cinco más altruista del campeonato y Amare Stoudamire llega fresco a las eliminatorias por el título. Así, a pesar de no creerme el cuento de la CenLincienta, creo que los Knicks están preparados para darle un susto a los chicos de Spoelstra. 4-3 Miami. 



Indiana Pacers (42-24) - Orlando Magic (37-29)

Enfrentamiento a seguir: Roy Hibbert-Glenn Davis

Uno de los equipos más cohesionados de la liga se mide al gallinero más famoso de la NBA. Los Pacers tienen juego interior, perímetro y banquillo. Tienen a un entrenador competente y a Larry Bird en primera fila. Sólo la magia de Disney puede obrar el milagro. Lo tengo claro, a Stan Van Gundy le quedan a lo sumo cinco partidos. 4-1 Indiana.

Atlanta Hawks (40-26) - Boston Celtics (39-27)

Enfrentamiento a seguir: Jeff Teague-Rajon Rondo

Sin Horford, lesionado para toda la primera ronda, ni Pachulia, baja para los primeros partidos, la sombra de Kevin Garnett se extiende cada vez más alargada. El Philips Arena será testigo de la resurrección de los hombres de verde de la mano de un ex de la franquicia, Doc Rivers, que intentará demostrar por enésima vez, que su pizarra es la mejor de la liga. 4-2 Boston. 



San Antonio Spurs (50-16) - Utah Jazz (36-30)

Enfrentamiento a seguir: Tim Duncan-Al Jefferson

Tras la decepción que supuso caer ante Memphis la temporada pasada no cabe esperar que a los Spurs les pueda ocurrir lo mismo. Duncan, Parker y Ginobili se saben la lección. Lo malo, para sus rivales, es que también se la han enseñado a Green, Leonard, Bonner, Blair, Jackson Diaw o Splitter. Doce jugadores listos para la batalla serán el principal aval de los Spurs. Harris, Hayward, Millsap y Jefferson, todo lo que presenta Utah. La balanza parece descompensada. Más si sumas la presencia de Popovich en el banquillo. 4-1 Spurs.

Oklahoma City Thunder (47-19) - Dallas Mavericks (36-30)

Enfrentamiento a seguir. James Harden-Jason Terry

Esta eliminatoria suscita en mí sentimientos enfrentados. Por un lado comprendo la superioridad física y baloncestística del perímetro de los Thunder. Por otro me pregunto cómo se las van a apañar los de Scott Brooks para frenar a Dirk Nowitzki con el mono de playoffs. Lo decía Tomjanovich: “Nunca subestimes el corazón de un campeón”. Tampoco, añadiría yo, el mal que Westbrook puede infligirle a su propio equipo. 4-3 Thunder. 



Los Ángeles Lakers (41-25) Denver Nuggets (38-28)

Enfrentamiento a seguir. Arron Afflalo-Kobe Bryant

Me cuesta creer que los chicos de George Karl hayan podido culminar una temporada tan apañada. A priori no tienen grandes dosis de talento. Sin embargo, su juego físico y anárquico se convierte, habitualmente, en un quebradero de cabeza para sus rivales. Los de Mike Brown pueden violar directamente la zona rival con la pareja Bynum-Gasol. Bryant, en cambio, lo tendrá más difícil ante un gran defensor como Afflalo. Los de las Rocosas se encomiendan al calor de su público y a los más de 1.500 metros de altitud a las que se encuentra su cancha. Que no se dejen los Lakers uno de los dos primeros partidos en casa. 4-3 Lakers.

Memphis Grizzlies (41-25) - LA Clippers (40-26)

Enfrentamiento a seguir: Mike Conley-Chris Paul

Los chicos de la “Lob City” han decidido dejar crecer su barba hasta caer eliminados en estos playoffs. Mucho me temo que pronto visitarán a su barbero. Se miden a unos Grizzlies mejor trabajados en defensa y con un juego ofensivo más equilibrado. Paul tendrá enfrente a uno de los mejores defensores sobre balón, Mike Conley, quien también le hará bajar el culo en el otro lado de la cancha. DeAndre Jordan y Blake Griffin harán los mates. Randolph y Marc Gasol cogerán los rebotes decisivos, amén de hacer mejores a sus compañeros. 4-2 Grizzlies. 



Hagan apuestas. UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Baloncesto en tiempos de crisis (III)






Y AHORA QUÉ


Pocos creían, allá en los primeros años de siglo y de milenio, que la opulencia tuviera fecha de caducidad. Todo el mundo tenía los bolsillos llenos y hasta el más iletrado peón, incapaz de ubicar su pueblo en el mapa, te podía explicar con todo detalle el funcionamiento del sistema de frenado de su BMW. Aquella aparente democracia del “casa para todos” no era más que una representación teatral con la que los verdaderos magnates de este mundo pretendían entretener al pueblo. Poco les importaba a los plutócratas que este sistema no fuera otra cosa que un gigante con pies de barro, una entelequia asentada en el dinero prestado y en las hipotecas a futuro.

El gigante se desmorona. Las casas se vacían y los coches se hacen viejos en manos de propietarios que ahora lamentan no haber continuado en la escuela. Los políticos siguen buscando la mano invisible, gobernando a tenor de lo que dictan los mercados y aplicando medidas antiguas a problemas nunca vistos. La Tierra se aplana al mismo tiempo que se llena de obstáculos. El mundo está interconectado y ello exige nuevas habilidades y competencias para las que nadie nos prepara. Y en éstas, como en el resto de crisis, el baloncesto.

Aunque pudiera parecer que un producto tan perfecto y acabado como la actual NBA está vacunado contra cualquier contingencia de este tipo, lo cierto es que también se ha visto afectado por la coyuntura. Ciudades cuyas economías se asientan sobre una base industrial como Detroit o Cleveland presentan entradas por debajo del 70 por ciento de la capacidad. Incluso Indiana (ya saben aquello de “en 49 estados es sólo baloncesto, pero esto es Indiana”) a pesar de contar con una franquicia en clara progresión, sólo ha conseguido reunir a 14.000 pacers de media en la cancha. 



Paradójicamente, en plena tempestad, franquicias ubicadas en mercados modestos como Oklahoma City o Memphis aspiran a levantar en junio el trofeo Larry O´Brien. Así, si la crisis de los años 70 coincidió con una década en la que ningún equipo logró retener título, todo hace indicar que volveremos a atravesar por un período semejante. No se avistan en Dallas opciones reales de título y no parece que el Big Three de Miami pueda hacer valer su presuntuosa predicción de ganar uno, dos, tres, cuatro,... anillos de campeón. A todo ello contribuye el nuevo marco salarial, más restringido, y el cada vez menor ánimo, por parte de los propietarios, para pagar la tasa de lujo. 



A pesar de todo ello el futuro de la NBA no está en entredicho. Su política de excelencia y su concepto de negocio le garantizan el monopolio a nivel global. Las normas, las retransmisiones televisivas, el merchandising,... Todo está encaminado a la consecución de un espectáculo que va mucho más allá del baloncesto.

David Stern no ve en Europa a un competidor. El Comisionado sólo mira al viejo continente para buscar nuevas fórmulas de cooperación. Hasta ahora, los flujos han sido unidireccionales. Los clubes europeos invierten grandes cifras en la formación de jugadores que después, por todos los incentivos que la NBA ofrece, terminan haciendo las maletas para embarcar con destino a los Estados Unidos de Norteamérica. Todo ello, unido a la cantera que representa el sistema universitario, hace que las franquicias puedan contar con los mayores talentos del planeta a coste cero.

Europa tiene mucho que aprender. Siendo imposible competir contra un mercado tan absolutamente devastador como es el de la NBA en el que treinta equipos absorben a la práctica totalidad de estrellas de este deporte, a los equipos del viejo continente sólo les queda la defensa de una especie de pureza, de una tradición que no se sustenta por sí misma y que, desde luego, no llena pabellones. Algunos entrenadores han terminado siendo la figura más reconocible de sus equipos. Así, a Panathinaikos se le identifica con Obradovic al igual que al CSKA de hace unos años se le identificaba con Messina. El baloncesto se convierte en un deporte minoritario, en una obra de arte experimental al alcance de unos pocos.

Este reducido alcance también tiene que ver con el trabajo de los medios. Sólo las retransmisiones de Euroliga con Pablo Martínez y Joe Arlauckas secundando a Lalo Alzueta están al nivel de las que se ven y escuchan al otro lado del charco. Como todo lo bueno, estas retransmisiones han tocado a su fin por el coste que suponían y por la propia reconversión del ente público. Por ello no sé si congratularme por el contrato recientemente firmado entre la FEB y RTVE según el cual la televisión pública queda obligada a retransmitir los mejores partidos de las selecciones nacionales de baloncesto hasta 2014. El hecho de que haya de ser ésta la encargada de emitir estos eventos deja patente la ausencia de interés por parte de los medios de comunicación privados, los mismos que se matan por los derechos de una Eurocopa de Fútbol o de un campeonato del mundo de Fórmula Uno.

Esta desvalorización del producto, unida a la depresión económica, ha desembocado en numerosos casos de clubes en suspensión de pagos. Lo sufren los jugadores y los proveedores. También los clubes de cantera dependientes en muchos casos de las instituciones públicas. Se avecinan tiempos difíciles para los profesionales de baloncesto. Me hablan de casos de entrenadores que ofrecen sus servicios por salarios casi irrisorios. Caminamos hacia un equilibrio por lo bajo que quizá nos coloque en una posición más realista. Con los pies en el suelo y con los niños otra vez en los patios de los colegios. 

Es necesario esperar. Sólo el paso del tiempo nos permitirá observar con perspectiva lo que hoy está sucediendo. Parece claro que estamos en pleno proceso de mudanza, que el baloncesto, al menos en Europa no volverá a ser el mismo. Habrá víctimas, como en todas las crisis, pero me conformo con que haya un único superviviente. El baloncesto. El baloncesto como juego y escuela de valores. El baloncesto como antídoto frente a la depresión.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Las dos caras del baloncesto





El día en que el príncipe, no el rey, le entregaba al nieto, y no al galardonado (Nicanor Parra), el Premio Cervantes de literatura amaneció con nubes en el horizonte. Fue el día 23 una jornada de resaca, de ojos pequeños y bolsas hinchadas. De celebración para unos y reflexión para otros.

El día 22, resaca a su vez del clásico Barça-Madrid, fue intenso en términos deportivos. Ganó Nadal demostrándole a Djokovic que él, de pequeño, mamó arcilla y no leche. Lo hizo también Vettel en Bahrein para recordarnos que es alemán y qué él decide por qué, cómo y cuándo. Ganaron también los Lakers gracias a un Kobe imperial que debió de leer la entrada que le dediqué hace escasas fechas.

Ayer domingo finalizó también la tercera edición de la Liga Senior Provincial de Salamanca, una competición modesta en número de equipos y presupuesto, pero repleta de jugadores de calidad dispuestos a dar lo mejor de sí mismos sobre la cancha. Siete conjuntos midieron sus fuerzas. Cuatro entraron en los playoffs y sólo dos tuvieron el privilegio de disputar la final.

En uno de ellos, el a la postre perdedor, juego (o lo intento) yo. Es el Bambú Legends de Cabrerizos y está formado por un grupo humano espectacular. Casados o solteros, trabajadores o estudiantes, guapos o feos, lo cierto es que todos los miembros de este equipo compartimos una pasión llamada baloncesto. Pero la pasión a veces no es suficiente para vencer. No si te enfrentas a un rival de muy alto nivel con jugadores de gran calidad. Me refiero al Heladerías Smooth de Villamayor, el equipo campeón.

Los chicos entrenados por Borja dominaron el rebote y anotaron en transición. Su acierto en el tiro exterior facilitó la tarea de sus jugadores interiores y su agresiva defensa zonal dificultó la circulación de balón de unos Legends que dominamos el tempo del encuentro durante los primeros quince minutos. Pero los partidos se ganan a partir del tercer cuarto y Smooth, al más puro estilo Dream Team, puso una marcha más en la segunda mitad de la contienda para asegurarse el triunfo.

Esta tercera edición de la liga provincial ha adolecido de los mismos males que la caracterizaron otras temporadas. Una competición llamada a ser provincial ha de conformarse con ser una liga de Salamanca y alrededores. La macrocefalia de la capital salmantina dentro del territorio de la provincia, sumada a la falta de afición (que me disculpen si no es así) al baloncesto en algunos centros urbanos o semiurbanos como Ciudad Rodrigo, Peñaranda o Béjar impiden su expansión. Pero no es éste el único mal. La falta de público es otro. Sé que es difícil vender arena en un desierto, pero me molesta ver los pabellones vacíos cuando los leñeros del fútbol modesto reúnen a unas cuantas decenas de entrenadores frustrados (esos entrañables ancianos) y a otros cuantos familiares.

El nivel de arbitraje ha sido bastante bueno. Hemos disfrutado con la presencia de árbitros de experiencia contrastada y con nuevos valores que, más allá de sus aciertos o errores, comparten con todos los miembros de esta pequeña familia del baloncesto salmantino, el amor a este deporte. Sólo un pero a la labor federativa. En este contexto de cinturones apretados y sogas al cuello se echa en falta un descuento en la cuantía de las fichas y de los seguros deportivos. Jugar al baloncesto no debe ser un privilegio. No si queremos que se consolide como la mejor opción detrás del tirano fútbol.

Otro asunto pendiente es el de los patrocinadores. Atravesamos un momento crítico, es cierto. La filantropía es, hoy en día, sinónimo de masoquismo y hasta el más iletrado mortal ha de admitir que esponsorizar a un conjunto de este torneo es de todo menos una inversión productiva. Por ello quiero agradecer a Café de Anita, Leonardo´s Santa Marta, Electrochips, Heladerías Smooth y al restaurante Bambú su compromiso con el baloncesto. También quiero destacar, en estos tiempos difíciles el apoyo de Cabrerizos, Santa Marta, Carbajosa, Monterrubio, Villares o Villamayor. Su contribución puede no ser una fuente de ingresos, pero sí una apuesta por los valores que transmite un deporte como el baloncesto marcado por la lucha honesta entre dos contendientes que intentan hacer valer sus recursos físicos, técnicos y tácticos trabajando en equipo..

Por ello, para mantener la pureza de este juego, situada muy por encima de esos impostores disfrazados de victoria o derrota, quiero denunciar la acción más sucia y vil que he visto en un pabellón de baloncesto. La protagonizó el Señor Paz Mundial, un trastocado mental que cuando se llamaba Ron Artest ya protagonizó una reyerta en el Palace de Auburn Hills de Detroit. De poco han servido los métodos que le recomendara en su día Phil Jackson para rescatarle de la oligofrenia. Más le valdría a este personaje encontrar la paz interior antes de aspirar a la paz mundial. De lo contrario nunca podrá predicar con el ejemplo. Ahora sólo espero que la decisión de la NBA esté a la altura del producto que nos quiere vender y que a este sujeto le caigan varios meses de sanción. Yo no quiero a Ron Artest en una pista de baloncesto. Yo no quiero a señores que intimidan con la violencia. No quiero malos ejemplos para los que están empezando a descubrir las bondades del baloncesto. Yo, en este San Jorge que da sus últimos coletazos, me conformo con un libro y una rosa. 



Enhorabuena a Heladerías Smooth de Villamayor por el título. UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

The Sweetheart of Tobacco Road






Desde tiempos remotos el hombre, animal presuntuoso y pertinaz, ha querido volar. Este deseo milenario que alimentó mitos y leyendas en la Antigüedad (la más famosa quizá la de Dédalo e Ícaro) dejó de ser algo utópico toda vez que la técnica y la ciencia aportaron las claves básicas para luchar contra esa fuerza, la gravedad, que nos atrae hacia el núcleo del planeta.

Muchas son las dudas acerca de los pioneros. Globos aeroestáticos, aeroplanos o aviones alimentados por motores a vapor consiguieron alzar el vuelo. Todos estos modelos se caracterizaban por ser menos pesados que el aire y por depender, de esta manera, de las corrientes ascendentes y en altura de las que también se aprovechan aves como las águilas o los buitres. Sin embargo, los Hermanos Wright inventaron un avión más pesado que el aire que era impulsado por la potencia de un motor de combustión y que ya en 1910 pudo alcanzar los 97 kilómetros a la hora.

La aeronáutica rompió numerosas barreras físicas. Ahora, volar en el interior de una aeronave, es algo rutinario y accesible. La aviación civil se ha convertido en el medio de transporte más seguro y, gracias a ella, el mundo se ha hecho más pequeño. Sin embargo, mientras la ciencia se empeña en acercarnos a las estrellas, la naturaleza no deja de imponernos barreras. Sólo un hombre, Mike Powell, pudo saltar 8,95 metros en horizontal. Sólo Javier Sotomayor, fui testigo directo de ello, situó todo su cuerpo por encima de un listón a 2,45 metros de altura.

Cuarenta y ocho pulgadas de salto vertical. Más de ciento veinte centímetros. Ésa es la marca de otro superhombre, del joven, hoy cerca de la edad anciana, que, en la época en que George Lucas nos dejaba atónitos con la primera película de la saga Star Wars, fue apodado como David Skywalker Thompson.

David Thompson nació en el seno de una familia pobre de Carolina del Norte siendo el más pequeño de once hermanos. Así, en un Estado con gran tradición baloncestística este chico humilde terminaría siendo toda una leyenda, “The Sweetheart of Tobacco Road”. ¿Cómo? Es fácil. Siendo el mejor jugador universitario de su época. Una época en la que, curiosamente, estaban prohibidos los mates en virtud de una regla que se había impuesto para limitar el dominio tiránico que ejercía Lew Alcindor (Kareem Abdul Jabbar) bajo los tableros. Por ello, con la ayuda de su compañero Monte Towe, popularizó los hoy tan comunes alley-hoops. El base colgaba el balón en el cielo para que David lo cogiera en el aire y lo introdujera en la canasta sin apoyarse en el aro. Pero no era ése su único recurso. Thompson podía lanzar, penetrar sobre su mano derecha, postear a jugadores más grandes,...

Después de liderar a su equipo hacia una temporada perfecta con 27 victorias en 1973, David Thompson hubo de esperar un año para superar su gran reválida, conseguir el mayor galardón del baloncesto universitario, ganar el Torneo Final. Sin embargo, en una época en la que sólo los campeones de conferencia accedían a la “locura de marzo”, los Wolfpacks hubieron de vencer a los terrapins de Maryland en la final de la Atlantic Coast Conference (ACC) tras una prórroga en un partido que muchos analistas definen como el mejor de la historia del baloncesto colegial. 


Superado este escollo, los chicos de North Carolina State lograron superar las fases iniciales para plantarse en una Final Four que se disputaría en el propio estado, en la ciudad de Greensboro. El escolta de 1,93 llegaba a la gran cita tras haber sido elegido como All American. En el horizonte, en su horizonte, la UCLA entrenada por John Wooden que venía de vencer en las siete ediciones anteriores. Ambos conjuntos se enfrentaron en la semifinal. Ni siquiera los 29 puntos y 18 rebotes de Bill Walton pudieron evitar que éste fuera su último partido como universitario. Seis abajo a falta de 2:55 para el final, David Thompson tomó las riendas. Inspirado por el público local, a falta de 55 segundos Skywalker anotaría una bandeja por encima del propio Walton que Sports Illustrated inmortalizaría en su portada. Dos tiros libres del ídolo local certificaban el triunfo. El Imperio de Wooden había sido derrocado. UCLA caía siete años después. Thompson se preparaba para jugar una final que no tuvo historia. Los Wolfpacks fueron muy superiores a los chicos de Marquette que carecían de la estatura suficiente como para frenar a Tom Burleson, un 2,24 que complementó a la perfección a David Thompson durante los dos años en los que el equipo firmó un récord de 57-1, a la altura de los más grandes conjuntos universitarios de la historia. 



No es de extrañar que Thompson fuera elegido como número 1 del draft de los dos campeonatos profesionales del país para finalmente aterrizar en Colorado, en la falda de las montañas rocosas. Con él los Nuggets se convirtieron en el mejor equipo de la ABA. Consiguieron el mejor balance en temporada regular y, durante el All Star, consiguieron imponerse a un combinado de los mejores jugadores del resto de plantillas. Sin embargo, el equipo liderado por el rookie y en el que también destacaban Dan Issel y Bobby Jones, caería derrotado en la final ante los Nets de Julius Erving. No era la primera vez que Thompson perdía en un enfrentamiento directo con el Doctor J. También lo hizo en el famoso concurso de mates en el que el neoyorquino hizo por primera vez un mate desde la línea de tiros libres. 


 
Tras la fusión entre ambos campeonatos, David Thompson permaneció fiel a los Nuggets hasta 1982. Se puede decir que hasta 1978 la historia del chico de Carolina del Norte fue la de una continua subida hacia ese cielo que habitualmente podía tocar con las manos. Precisamente en el último partido de esa temporada, en el afán de ser el máximo anotador del campeonato, Thompson se fue hasta los 73 puntos frente a los Pistons, tercera mejor marca en un partido tras los 100 de Chamberlain y los 81 de Kobe. Sin embargo, horas más tarde, George Gervin anotaría 63 para mantenerse en la primera posición de la clasificación de anotadores. Precisamenteen aquel 1978 los Nuggets echaron por tierra su última gran opción hasta la fecha para ganar el campeonato al perder contra los Seattle Supersonics en la final de conferencia.




Sus habilidades se vieron recompensadas con la firma de un contrato multianual que le convirtió en el deportista mejor pagado de la liga. Este incentivo económico le impuso una presión añadida a su juego, que ya nunca volvería a ser el mismo. Sin embargo, su millonario contrato es tan sólo la punta de un iceberg que estuvo a punto de destruirle para siempre. Frustrado por toda una sucesión de lesiones y, seguramente, mal asesorado, David Thompson, como tantos otros, fue absorbido por el agujero negro de las drogas. Así, en la temporada 1982-1983, tras ser relegado al banquillo por su entrenador, decidió internar en un centro de desintoxicación. Su regreso, ya no en Denver, sino en Seattle, fue efímero. Así, el 11 de marzo de 1984, en las escaleras de la mítica discoteca neoyorquina Studio 54, Thompson se destrozó el ligamento y el cartílago de su rodilla derecha. Un último intento, menos de diez partidos, dejó bien a las claras que a Skywalker el cielo ya le quedaba muy lejos. Tanto como al resto de mortales.

Su número 33 luce en lo alto del Pepsi Center. Ningún nugget podrá vestir jamás su camiseta. Hoy, David Thompson emplea su tiempo en dirigirse a los jóvenes exponiendo su ejemplo y su renovada fe en Jesucristo. Con ello pretende evitar que nuevas víctimas caigan en el tentador mundo de las drogas. Limpia así su conciencia para dormir cada noche sin tener que repetirse aquellas palabras que proclamó el día de su retirada: “He echado a perder una gran oportunidad para haber sido el más grande”.

Pero sí que lo fue. Al menos para un Michael Jordan que decidió que Thompson fuera su padrino en la ceremonia de entrada en el Hall of Fame de Springfield. Skywalker lo contaba de esta manera: “Recibí una llamada del Hall of Fame y me dijeron que iba a ser el padrino de uno de los nuevos miembros. Como no acerté a decir nada ellos prosiguieron y me explicaron que se trataba de Michael Jordan. Entonces sólo pude exclamar ¡wow!” Así, los dos embajadores más destacados de las dos universidades del estado de Carolina del Norte firmaron para siempre la paz entre dos programas que siempre habían estado enfrentados. Años antes podrían haberlo hecho junto a las estrellas. Entonces, en 2009, bien entrados en años, lo hicieron con los pies en el suelo, pero con un discurso, el de Michael, que estuvo a la altura de los vuelos de estos dos genios a los que siempre, aunque lleguen a ser entrañables ancianos pegados a un bastón, recordaremos surcando el cielo.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Que no caiga en el olvido





Hay enfermedades que te quitan la vida. Otras, en cambio, aniquilan tu identidad mientras el corazón, caprichoso él, sigue latiendo. Una de ellas es el Alzheimer.

Muchas personas confunden lo accesorio con lo principal. Creen que el dinero, el poder o la fama son lo único que de verdad importa. Olvidan que el ser humano se alimenta de vivencias. Somos lo que hacemos, lo que planeamos, pero sobre todo lo que recordamos. La memoria es parte indisoluble de nuestra existencia y sin ella viviríamos en un eterno presente, en una continua sucesión de albas y ocasos sin preguntas ni respuestas.

Son muchas las familias que conviven con esta enfermedad, muchos los hijos que se ocupan de padres que no les reconocen. Sin embargo, son pocas las mesas de café en las que se habla de Alzheimer. Sí se departe, en cambio, sobre el paro o la crisis. También se hacen planes de futuro y se calculan los hijos que se desean concebir. Se comprueba, por tanto, que no evitamos los problemas, que podemos hablar de aspectos que nos desagradan e inquietan. La pérdida de la memoria, en cambio, directamente nos aterra. Preferimos pensar que es algo muy lejano, pero está ahí, presente en nuestra sociedad, en nuestro tiempo, en nuestras vidas. También en el baloncesto.

Doc Rivers, entrenador de Boston Celtics, es un hombre emocional. No es extraño verle con los ojos humedecidos. Ayer, luchando contra las lágrimas no pudo evitar balbucear al referirse a la reciente retirada de Pat Summit, la entrenadora del equipo femenino de la Universidad de Tennessee. “En estas situaciones te das cuenta de hasta qué punto amamos este trabajo, de hasta qué medida estamos enamorados del entrenamiento. Está en nuestra sangre. Lo amamos".



Treinta y ocho temporadas. Mayor número de victorias en competición universitaria, mil noventa y ocho. Ocho campeonatos universitarios. Ocho veces nombrada mejor entrenadora del año. Oro en Los Ángeles 84. Elegida, también, como mejor entrenadora del siglo XX. Undécima mejor entrenadora de cualquier sexo y competición según The Sporting News en 2009. En treinta y ocho años ningún equipo terminó con un balance inferior al cincuenta por ciento de victorias. Así es el currículum de Patricia Sue Head, el de Pat Summit como siempre fue conocida, el de la actual entrenadora emérita de las Lady Vols de Tennessee, una de las muchas personas que padecen esta enfermedad degenerativa. Con sólo 59 años. 



Para Pat ésta es sólo una prueba más que le plantea la vida. Como aquella a la que se enfrentó con sólo veinticuatro años cuando le fue ofrecido el cargo de entrenadora en la universidad. “Tenía muchísimo miedo de no estar a la altura”. Ahora, treinta y ocho años después, ha cedido el testigo entre las alabanzas de todos sus colegas. “No me importan los títulos que consiguió”, afirmaba Kim Mulkey, entrenador del equipo femenino de Baylor, “ella ha hecho muchísimo por este juego, mucho más que ganar una vez tras otra”. Pat Summit contribuyó a generar una cultura de excelencia en el seno de un deporte, el baloncesto universitario femenino, que durante muchos años navegó a la sombra del deporte masculino. Todo el mundo la recuerda por su integridad fuera y dentro de la pista, por elevar el nivel de baloncesto sin recurrir a tretas o atajos, caminando siempre por la vereda que le dictaban sus principios éticos y morales, su manera de entender el baloncesto. De su seno salieron varias estrellas de la WNBA como Tamika Catchings o Candace Parker, jugadoras que siempre consideraron a Pat como su segunda madre. 

Hay legados que se ensombrecen. Hay principios que se erosionan en la búsqueda de la victoria sobre todas las cosas. No el de Pat. Aunque un día pueda llegar a olvidarlo. Por eso mismo les invito, como amantes de un deporte por el que Summit ha hecho tanto, a que si llega ese día acudan a recordárselo. Enséñenle las fotos en que aparece emocionada. Muéstrenle todas esas portadas de periódicos que llenaron, en su día, las chicas a las que ella entrenó no sólo para ser mejores jugadoras, sino sobre todo para ser mujeres íntegras y honestas. Ella nos dice dónde podremos encontrarla. “Si alguien pregunta por mí podrán encontrarme observando el entrenamiento o en mi oficina. Entrenar me ha dado la oportunidad de convivir con jóvenes estudiantes y atletas y de poderles ayudar a descubrir qué es lo que de verdad quieren. Seguiré amando este deporte. El baloncesto seguirá siendo mi pasión. Y ello nunca va a cambiar”. Ya lo saben amigos. No dejen de ir.

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Baloncesto en tiempos de crisis (II)




La Crisis de los 70. ABA y NBA. El mundo es demasiado pequeño para los dos.


Un cuarto de siglo después de que se firmara con uranio radiactivo el armisticio más costoso de la historia de la humanidad el mundo había dejado de ser una esfera dividida por un telón de acero en el que dos superpotencias se repartían el resto del pastel dirimiendo sus diferencias muy lejos de Washington o Moscú. Curiosamente, dos de los países más devastados por la II Guerra Mundial, Japón y Alemania, se habían convertido en dos centros económicos de primera magnitud. Estos países dejaron de ser meros contribuidores del crecimiento económico de los Estados Unidos para configurarse como una feroz competencia llamada a alterar las viejas premisas de un modelo, el capitalista, que había experimentado, durante los años 60, el período más feliz de su existencia. Ello, unido a la descolonización del continente africano y a la dependencia de los países desarrollados respecto al petróleo como materia prima básica e imprescindible para mantener su modus vivendi, desembocó en un período de recesión económica e inflación que llevó al Presidente Nixon a tomar medidas de manera unilateral rompiendo la paridad dólar-oro que garantizaba la seguridad y la confianza en los intercambios comerciales.

La subida por parte de los países de la OPEP del precio del barril de petróleo generó un incremento de los costes en todas las actividades industriales. Así, sin llegar a tener el impacto de la Crisis de los 30, la crisis de los años 70 motivó un cambio de perspectiva y una reconversión industrial sin precedentes. Causa o consecuencia, huevo o gallina, qué sé yo, lo cierto es que la caída del viejo modelo de producción fordista contribuyó al nacimiento de la conocida como sociedad de la información y del conocimiento.

La década de los 70 marcó una época en el baloncesto moderno. Al menos en Estados Unidos. El fin de la tiranía de los Celtics permitió que los dos más grandes mercados de la liga pudieran saborear, al fin, las mieles del triunfo. Lo hicieron los Knicks en el 70 y en el 73. Lo hicieron los Lakers en 1972 (ya habían conseguido títulos, 5, cuando jugaban en Minneapolis). No fue una década de dinastías. Más bien todo lo contrario. Equipos como Milwaukee Bucks en 1971 (con Kareem y Oscar Robertson en sus filas), Golden State Warriors en 1975, Portland Trail Blazers en 1977, Washington Bullets en 1978 o Seattle Supersonics en 1979 se alzarían por primera vez y última con el anillo de la NBA. 



En paralelo a ésta, otra liga, la ABA, se abría paso entre los senderos de la marginalidad. Nacido en 1967, este exótico campeonato que introdujera la línea de tres y el balón tricolor, se convirtió en todo un referente para la población afroamericana de las ciudades sin baloncesto profesional. Alejada de cualquier ánimo de lucro, su principal logro fue el de servir de plataforma para alguno de los iconos más reconocidos de la historia de nuestro deporte. En sus canchas triunfaron jugadores como Julius Erving, George Gervin o David Thompson, amén de algunos hombres grandes que, de haber desarrollado su carrera únicamente en la NBA, hubieran batido récords de intimidación y rebote, especialmente Moses Malone. 



Finalmente, como era de esperar en un período de recesión económica, ambos campeonatos se terminaron fusionando en 1976. Cuatro nuevos equipos, los únicos supervivientes del fin de la ABA, ingresaron en la NBA: New Jersey Nets, San Antonio Spurs, Denver Nuggets e Indiana Pacers. Así, a pesar de la llegada de los jugadores antes mencionados, el talento hubo de dispersarse generándose el caldo de cultivo propicio para que ningún equipo pudiera repetir título (algo que no volvería a ocurrir hasta que los Lakers cosecharan los títulos de 1987 y 1988).

Tengo la impresión, no sé si compartida con ustedes, de que los períodos de crisis suelen ser el acto preliminar de una gran obra de teatro. Así, si la Gran Recesión fue el sainete previo, permítanme el sarcasmo, de la II Guerra mundial, la inestabilidad económica y deportiva de los años 70 fue la antesala de la consagración del baloncesto como producto mediático. La NBA se benefició de la sociedad de la información como ésta lo hizo de los duelos entre Larry Bird y Magic Johnson adornados por la presencia de jugadores procedentes de esa especie de Edad Media que para muchos fue (para mí no) la década de los 70. La gente reconocía el talento de los Rick Barry, Lew Alcindor, Bill Walton o Earl Monroe, entre otras estrellas de la década. Más aún, incluso, valoraba la espectacularidad de las acciones del Doctor J o de David Skywalker Thompson. Pero el gran público estaba ávido de grandes duelos y de batallas épicas y sólo ese choque cultural en verde y amarillo entre Celtics y Lakers pudo colocar de nuevo al baloncesto en el lugar que había ocupado durante los años sesenta. 



Sin embargo, no debemos olvidar que, al igual que sin Medievo no habría habido Renacimiento, tampoco sin aquellos oscuros años 70, con su crisis económica y su baloncesto sobrio, habría nacido esa década de los 80 tan ostentosa y colorista. Sin el Doctor J y David Thompson quizá no hubiera existido nunca el Michael Jordan que conocimos. Y es que estos dos jugadores fueron los ídolos del joven neoyorquino. Ellos olieron las nubes antes de que lo hiciera el 23 de los Bulls. Y quizá, si ellos no hubiesen volado antes, Dios nunca se hubiera disfrazado de jugador de baloncesto.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

Ni contigo ni sin ti




Se acercan los playoffs de la NBA y no dejo de escuchar de boca de los analistas y comentaristas deportivos de éste y otros países que los Lakers son favoritos al título. Su argumento es que ya han estado ahí y que tienen los ingredientes necesarios para ello. Es decir, el mejor juego interior de la liga y a uno de los tres mejores (para ellos el mejor) jugadores del campeonato.

El primer axioma es indiscutible. O tal vez no. La base de esta plantilla es la que ganó en 2010 el anillo. Cierto y no. Cuatro titulares repiten, pero los Lakers echarán de menos la aportación de Lamar Odom desde el banquillo. Ni siquiera Kobe se explica su salida y es que el número 7 es la polivalencia hecha jugador de baloncesto. Contar con Lamar Odom saliendo desde el banco es toda una bendición para un entrenador de baloncesto. Su envergadura y su primer paso hacia mano izquierda le convierten en un jugador muy difícil de parar en el uno contra uno. Su capacidad para rebotear y para correr la cancha, en un all around player difícilmente comparable a ningún otro jugador de la historia de la liga. Pero ya no está. Se fue.

Como se fueron también Shannon Brown o Trevor Ariza, jugadores que interpretaron muy bien su rol. Como lo interpretó a la perfección un Derek Fisher al que le dieron boleto para luego envolverle en elogios durante su regreso al Staples. Baste recordar que Bryant ha ganado anillos sin O´Neal, pero no sin Fisher. El presidente del sindicato tenía la curiosa costumbre, heredada quizá de Robert Horry, de anotar tiros decisivos en momentos puntuales de la temporada. ¿Quién los meterá ahora? ¿Ramon Sessions? ¿Steve Blake?



Me tildarían de loco si no admitiera que Bynum y Gasol forman la mejor pareja interior del campeonato. No pensaba compararlos con la Ibaka-Perkins por mucho que intimide el primero o con la Griffin-Jordan aunque Chris Paul les haya hecho parecer mejores de lo que son. Tener a dos tíos por encima de 2,13, con brazos enormes y sobrados de calidad es algo con lo que no cuentan los Bulls, los Heat, ni ningún otro equipo de la NBA. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Bynum es un tipo egoísta, un jugador enamorado de su imagen capaz de posponer su operación de rodilla para ir a bailar el Waka-Waka a Sudáfrica durante el mundial de fútbol. Pau Gasol, por su parte, no huele una bola. Es obviado en todos los sistemas y sus compañeros aún no tienen claro que todos los ataques de Lakers deberían empezar por sus manos. Por otra parte, la carencia de tiradores exteriores permite a las defensas rivales organizar ayudas y dobles marcajes. 



Y en éstas Kobe. Atravesando por una situación familiar complicada, al escolta de Philadelphia le están pesando las 33 primaveras que le contemplan. Y no sólo eso, también todas las batallas libradas desde que aterrizara en la liga directamente desde el instituto. Kobe ha ganado anillos, es verdad, pero Kobe no ha descubierto el secreto. El de Russell, Bird o Magic. El de Jordan e, incluso, Duncan. Bryant siempre juega mejor cuando delega en sus compañeros, cuando comparte responsabilidades y cuando genera juego sin balón. Sin embargo, el 24 de los Lakers tiene la dichosa manía de querer solucionar los partidos por el camino más largo, el del abuso del dribling y los tiros imposibles. Y este camino le ha permitido aspirar a batir récords individuales en múltiples facetas. Y ganar cinco anillos me dirán algunos. No, yo prefiero pensar que ha tenido la suerte de que este afán autodestructivo no haya podido evitar la consecución de cinco anillos (sí evitó, por ejemplo, que los Lakers de Malone y Payton ganaran el título en 2004), tres de los cuales llegaron en una época de escasez de talento en la que Shaquille O´Neal se paseaba por la zona cual Wilt Chamberlain en los sesenta (más aún porque no se encontró con ningún Bill Russell). 




Dejen de tirarse de los pelos. Reconozco en Kobe un talento especial que nadie después de Jordan y hasta la llegada de Durant había tenido. Sus 81 puntos pasarán a la historia. También alguna que otra exhibición en playoffs, generalmente ante las flojas defensas de la Conferencia Oeste, (recuerdo, a bote pronto, una Final de Conferencia ante Phoenix Suns en la que se paseó por la cancha). Pero no. Nunca podré decir que Kobe entendió el objetivo último del juego. No hizo equipo. Y a mí, al menos, nunca consiguió emocionarme. 

Ahora, mientras se recupera de una lesión “programada” que le permitirá llegar fino a Playoffs, los Lakers están jugando bien al baloncesto. Hacen circular la bola y han conseguido un equilibrio entre el juego interior y el exterior. Sin embargo, todos en la plantilla saben que sin Kobe optar al anillo sería poco menos que una utopía. Lo malo, quizá ellos no lo sepan, es que con él también lo será. No es el año de los Lakers. Lo siento Kobe, pero ni contigo ni sin ti. Espero no equivocarme.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS