Baloncesto en tiempos de crisis (III)






Y AHORA QUÉ


Pocos creían, allá en los primeros años de siglo y de milenio, que la opulencia tuviera fecha de caducidad. Todo el mundo tenía los bolsillos llenos y hasta el más iletrado peón, incapaz de ubicar su pueblo en el mapa, te podía explicar con todo detalle el funcionamiento del sistema de frenado de su BMW. Aquella aparente democracia del “casa para todos” no era más que una representación teatral con la que los verdaderos magnates de este mundo pretendían entretener al pueblo. Poco les importaba a los plutócratas que este sistema no fuera otra cosa que un gigante con pies de barro, una entelequia asentada en el dinero prestado y en las hipotecas a futuro.

El gigante se desmorona. Las casas se vacían y los coches se hacen viejos en manos de propietarios que ahora lamentan no haber continuado en la escuela. Los políticos siguen buscando la mano invisible, gobernando a tenor de lo que dictan los mercados y aplicando medidas antiguas a problemas nunca vistos. La Tierra se aplana al mismo tiempo que se llena de obstáculos. El mundo está interconectado y ello exige nuevas habilidades y competencias para las que nadie nos prepara. Y en éstas, como en el resto de crisis, el baloncesto.

Aunque pudiera parecer que un producto tan perfecto y acabado como la actual NBA está vacunado contra cualquier contingencia de este tipo, lo cierto es que también se ha visto afectado por la coyuntura. Ciudades cuyas economías se asientan sobre una base industrial como Detroit o Cleveland presentan entradas por debajo del 70 por ciento de la capacidad. Incluso Indiana (ya saben aquello de “en 49 estados es sólo baloncesto, pero esto es Indiana”) a pesar de contar con una franquicia en clara progresión, sólo ha conseguido reunir a 14.000 pacers de media en la cancha. 



Paradójicamente, en plena tempestad, franquicias ubicadas en mercados modestos como Oklahoma City o Memphis aspiran a levantar en junio el trofeo Larry O´Brien. Así, si la crisis de los años 70 coincidió con una década en la que ningún equipo logró retener título, todo hace indicar que volveremos a atravesar por un período semejante. No se avistan en Dallas opciones reales de título y no parece que el Big Three de Miami pueda hacer valer su presuntuosa predicción de ganar uno, dos, tres, cuatro,... anillos de campeón. A todo ello contribuye el nuevo marco salarial, más restringido, y el cada vez menor ánimo, por parte de los propietarios, para pagar la tasa de lujo. 



A pesar de todo ello el futuro de la NBA no está en entredicho. Su política de excelencia y su concepto de negocio le garantizan el monopolio a nivel global. Las normas, las retransmisiones televisivas, el merchandising,... Todo está encaminado a la consecución de un espectáculo que va mucho más allá del baloncesto.

David Stern no ve en Europa a un competidor. El Comisionado sólo mira al viejo continente para buscar nuevas fórmulas de cooperación. Hasta ahora, los flujos han sido unidireccionales. Los clubes europeos invierten grandes cifras en la formación de jugadores que después, por todos los incentivos que la NBA ofrece, terminan haciendo las maletas para embarcar con destino a los Estados Unidos de Norteamérica. Todo ello, unido a la cantera que representa el sistema universitario, hace que las franquicias puedan contar con los mayores talentos del planeta a coste cero.

Europa tiene mucho que aprender. Siendo imposible competir contra un mercado tan absolutamente devastador como es el de la NBA en el que treinta equipos absorben a la práctica totalidad de estrellas de este deporte, a los equipos del viejo continente sólo les queda la defensa de una especie de pureza, de una tradición que no se sustenta por sí misma y que, desde luego, no llena pabellones. Algunos entrenadores han terminado siendo la figura más reconocible de sus equipos. Así, a Panathinaikos se le identifica con Obradovic al igual que al CSKA de hace unos años se le identificaba con Messina. El baloncesto se convierte en un deporte minoritario, en una obra de arte experimental al alcance de unos pocos.

Este reducido alcance también tiene que ver con el trabajo de los medios. Sólo las retransmisiones de Euroliga con Pablo Martínez y Joe Arlauckas secundando a Lalo Alzueta están al nivel de las que se ven y escuchan al otro lado del charco. Como todo lo bueno, estas retransmisiones han tocado a su fin por el coste que suponían y por la propia reconversión del ente público. Por ello no sé si congratularme por el contrato recientemente firmado entre la FEB y RTVE según el cual la televisión pública queda obligada a retransmitir los mejores partidos de las selecciones nacionales de baloncesto hasta 2014. El hecho de que haya de ser ésta la encargada de emitir estos eventos deja patente la ausencia de interés por parte de los medios de comunicación privados, los mismos que se matan por los derechos de una Eurocopa de Fútbol o de un campeonato del mundo de Fórmula Uno.

Esta desvalorización del producto, unida a la depresión económica, ha desembocado en numerosos casos de clubes en suspensión de pagos. Lo sufren los jugadores y los proveedores. También los clubes de cantera dependientes en muchos casos de las instituciones públicas. Se avecinan tiempos difíciles para los profesionales de baloncesto. Me hablan de casos de entrenadores que ofrecen sus servicios por salarios casi irrisorios. Caminamos hacia un equilibrio por lo bajo que quizá nos coloque en una posición más realista. Con los pies en el suelo y con los niños otra vez en los patios de los colegios. 

Es necesario esperar. Sólo el paso del tiempo nos permitirá observar con perspectiva lo que hoy está sucediendo. Parece claro que estamos en pleno proceso de mudanza, que el baloncesto, al menos en Europa no volverá a ser el mismo. Habrá víctimas, como en todas las crisis, pero me conformo con que haya un único superviviente. El baloncesto. El baloncesto como juego y escuela de valores. El baloncesto como antídoto frente a la depresión.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué buen artículo... Evidentemente el baloncesto, como cualquier industria del espectáculo hoy día, tiene que tocar sueloy darse cuenta del mundo en que vive. En concreto la ACB. Exigencias de presupuesto, pabellón, etc. yo creo que no tienen mucho sentido estos días. Lo que sí que habría que exigirles es un control exquisito de la gestión de los recursos, independientemente de que sean muchos o pocos. En ese sentido toda mi admiración, respeto y cariño para un club como Manresa, año tras año al pie del cañón. Desde Donosti los miro con envidia.

Unknown dijo...

Buen artículo, pero el baloncesto hay que cuidarlo desde que nace, y eso incluye a los equipos amateur, las escuelas, los colegios e institutos y después a nivel profesional los periodistas. Si no se le da la importancia que tiene desde el comienzo va perdiendo fuerza.

Y hay mucha gente que no valora lo que tiene, cuando desde jóvenes se les da un pabellón, un grupo de gente con un objetivo común y los medios para practicar un deporte y lo desperdicia con falta de compromiso y sin constancia.

Esperemos que como dices tú, haya supervivientes a la depresión, pero a todos los niveles.

Brazos!

JJ Nieto dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con el primer comentario. Debemos caminar hacia modelos de gestión sostenibles. Tenemos que dejar de alimentar burbujas pues todos sabemos que terminan por explotar. Me apunto al ejemplo de Manresa, modelo de gestión responsable. Gracias por pasarte por el blog.

Bueno Javi, el que los chavales no sepan apreciar lo que tienen es un mal común no exclusivo del baloncesto. Prefiero pensar que es labor de todos inyectarles en vena la pasión para que luego ni aun queriendo, puedan renunciar a ella.

Quiero agradecer la difusión que ha dado de este artículo el ex jugador de Estudiantes, bloguero de Marca y comentarista de TVE, Pablo Martínez. Y seguro que me dejo en el tintero otras tantas ocupaciones. Un saludo también para él.

Explorador dijo...

La primera frase parece el inicio de "La guerra de los Mundos" ;P

Y bueno, esto es un espectáculo...mal llevado. El baloncesto parece un deporte en el que el más aburrido acaba ganando, a veces. Y ese grotesco choque de intereses acaba siendo letal. Suena bastante exagerado...pero yo creo que es así.

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