España también juega



Quedan 48 horas. No es un Celtics-Lakers, pero tampoco es un Timberwolves-Cavaliers. Es decir, no es una final soñada para los propietarios de la ABC, pero Dallas y Miami representan a dos grandes ciudades y a dos grandes mercados.

Los españoles podemos presumir o avergonzarnos (en función de cómo interpretéis la presencia española en el Nuevo Mundo) de haber sido los primeros hombres blancos en poner una pica tanto en Texas como en Florida, lógicamente dos de los estados con mayor número de hispanos. Ambos son piezas preciosas para los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos por contar con un gran número de votos electorales y hasta ahí las coincidencias.

Texas es un continente en sí mismo que hace que podamos encontrarnos desde grandes praderas, hasta desiertos al pie de las primeras estribaciones de las Rocosas pasando por bosques de pinos o robles. Su economía depende en gran medida de la agricultura y de los pozos petrolíferos agotados ya casi hasta su última gota.

Florida es a grandes rasgos una enorme llanura litoral con grandes lagos interiores y con un gran interés turístico concentrado básicamente a caballo entre Miami y Orlando por motivos diferentes.

Ambos estados se enfrentan en una batalla por la primacía en el sur del gran país. El lema de la Florida es "In God we trust" y quien más quien menos puede imaginar a que clase de "God" se pueden encomendar cuando de baloncesto se trata. Sí, a ese que Pippen compara con Jordan y que antes también portaba a sus espaldas el mítico 23 en una clara muestra de osadía no inferior al hecho de cambiarse, ahora, al no menos mítico número 6 (estoy pensando en Bill Russell).

Por su parte, a Texas se la conoce como el estado de la estrella solitaria (por su bandera) y Dirk Nowitzki parece encarnar mejor que nadie ese concepto. O al menos así ha sido durante gran parte de su carrera. Pero esta vez se presenta bien rodeado de una pandilla de fieles compañeros dispuestos a vadear el Río Grande para ganar esta batalla.

Y suena de fondo la banda sonora de La Muerte Tenía un Precio. El Larry O´Brien también cuesta lo suyo. Se trata de sobrevivir al último gran enfrentamiento y poder enfundar de nuevo el revólver en el cinturón para, acto seguido, lavarse las manos y sonreír mientras te colocan el anillo de campeón.

Que ganen los mejores. Y que se hable español en las gradas.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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