La leyenda, el base, el hombre





El vecino amable. El yerno ideal. El perfecto anfitrión. El base que todos quisimos ser algún día, aunque sólo fuera jugando un partido con amigos. También un hombre perseguido por la sombra de la sospecha, por las sombras, en definitiva, que nos envuelven a todos para cegarnos de vez en cuando. Porque amar el baloncesto es tarea sencilla. Es un acto de entrega continua que encuentra, tarde o temprano, la recompensa. En cambio, amar a una mujer, ése sí que es asunto complejo. También de entrega, tal vez, pero poliédrico. Nunca esférico. 

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UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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