San Pedro y San Pablo





El 29 de junio es una fecha señalada para la cristiandad. Si San Pedro fue la piedra angular sobre la que se asentó la Iglesia tras la muerte de Cristo, Pablo de Tarso, judío converso, fue el mejor altavoz de los principios del cristianismo haciendo de la necesidad virtud al legarnos alguno de los documentos literarios de mayor interés de la Antigüedad, las cartas con las que se dirigió a las diferentes comunidades.

Hoy, onomásticas aparte, se presenta la gira de la selección olímpica de baloncesto, la archiconocida entre el vulgo como ÑBA, la que forman trece hombres y un equipo técnico y de cuyos éxitos se apoderan, sin rubor, cientos de burócratas cuya única labor es estar presentables para la foto. A las doce de la mañana, en breves minutos, nuestro Pedro (Juan Carlos Navarro) y nuestro Pablo (Pau Gasol) tomarán la palabra para prometer trabajo y dedicación, nunca resultados.

Así, desde la prudencia, se embarcan en esta nueva aventura olímpica, la tercera de esta generación de jugadores de baloncesto que se ha ido renovando al compás del paso del tiempo y que no entiende de nombres y sí de principios. Y es que, por muchas críticas que le hayan llovido a Sergio Scariolo, lo cierto es que el equipo nacional mantiene un mismo estilo desde que en 2006 se impusiera en el Mundial de Japón.

La irrupción de la figura de Marc, la ausencia de un cuatro abierto de garantías por la imposibilidad de llevar a dos jugadores naturalizados (y que impide la presencia de Mirotic), y el hecho de no poder contar con un tres de las garantías que ofrecía Carlos Jiménez nos exige apostar por un modelo de juego distinto. Así, con dos interiores interiores y sin un alero alto con la capacidad que una cita como los Juegos exige, todo pasa por generar espacios a partir de una referencia en el poste bajo, por circular la pelota de esquina a esquina sin que ésta se detenga largo rato en las manos de ningún jugador. Todo pasa por confiar en el cerrojo que imponen los Gasol e Ibaka bajo nuestro aro, por las aptitudes intimidatorias de nuestros hombres altos para cubrir los déficits a nivel físico de nuestros dos mejores exteriores.

Calderón y Sergio llevarán la manija. Una fusión de ambos terminaría configurando un jugador diestro en todo tipo de suertes. Calderón empezará y terminará los partidos salvo inspiración sobrehumana del canario. Manejará el tempo del partido, alimentará a los perros grandes y encontrará con su habitual precisión en el pase a los tiradores saliendo de los bloqueos. A su vez, su tiro exterior se convertirá en una amenaza para aquellas defensas que intenten prestar especial atención a nuestro juego en el poste medio o a las penetraciones de Navarro y Rudy.

Sergio, por su parte, tratará de dinamitar los partidos compartiendo minutos en pista con Llull, Ibaka y también con Reyes. Con estos tres jugadores a su alrededor, al tinerfeño sólo le será necesario encender su prodigiosa mente para encontrar líneas de pase para los alley-hoops de Ibaka, los tiros en cinco metros de Reyes y las salidas fulgurantes a la contra de Sergio Llull.

Víctor Sada y Rafa Martínez se juegan el último puesto. Estudiando los movimientos pasados del seleccionador, lo lógico sería que incluyera a Sada por su capacidad reboteadora y la habilidad para minimizar el rendimiento de determinados jugadores rivales a los que deberemos vigilar muy de cerca en nuestro periplo por Londres.

Pero más allá de Navarros y Rudys, de Marcs e Ibakas, de Caldes o Chachos, nuestro referente volverá a ser Pau. Nuestro particular San Pablo, una rara avis que jugó de alero hasta los 19, de ala pívot hasta los 23 y de center puro hasta los 28 para retomar el papel de cuatro tanto en los Lakers como en la selección por la presencia a su lado de dos pívots puros como Bynum y Marc, es quien nos debe aproximar al oro a través de su constancia en la sala de máquinas, su experiencia ganadora y su talento para convertir en fácil lo difícil. En las próximas fechas conoceremos su destino, el equipo en el que militará, si le da la gana, a partir del próximo octubre. Pero no nos equivoquemos, el daño (para los rivales) ya está hecho. Pau ya ha sido decapitado de todas las maneras posibles, ha sido vendido y revendido y si ha jugado en los Lakers es porque la liga vetó su traspaso a Houston en una operación a tres bandas que debía concluir con Chris Paul en el equipo de oro y púrpura. Pau ha conocido el olor a mercancía barata y se ha sentido tratado como un cualquiera en una liga en la que ha ejercido un papel dominante durante más de una década. Por ello, que nadie espere a un Pau achantado y retraído, a un ser acomplejado ante el aluvión de estrellas que pese a las bajas presentará el combinado de Estados Unidos. Pau es un hombre en una misión. Una misión que pasa por la consecución de un oro histórico que hará que sean otros los que, al fin, se caigan del caballo y le reconozcan, de una vez, el lugar que por derecho propio le corresponde. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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