El Show debe continuar





Decía Pablo Laso, finalizado el encuentro de ayer, que al final siempre gana el mejor. Yo, disidente como de costumbre, niego la mayor. Y es que el Regal Barcelona no es mejor equipo que el Real Madrid. No tiene mejor plantilla ni practica un baloncesto más armonioso o académico. Simplemente ganó un partido más. El primero, gracias a un triple imposible. El cuarto gracias a los ajustes defensivos planteados por su técnico. El quinto, por una mayor sangre fría. Tres por un total de once puntos que valen una liga -enhorabuena a todos los culés-, pero que no demuestran, necesariamente, una superioridad baloncestística respecto al eterno rival.

La mañana del domingo, el día después del todo o nada, ha amanecido con la noticia de la renovación de Pablo Laso en la que es, sin lugar a dudas, una buena nueva para el madridismo. En estos últimos años al proyecto blanco le han sobrado nombres a los que les ha faltado tiempo. Avalados por su trayectoria llegaron Maljkovic y Messina. Apremiados por la urgencia del ganar o ganar ficharon para hoy olvidándose del hambre del mañana. Ahora, en cambio, la salud de la sección se asienta sobre la juventud de sus piezas más importantes (Llull, Sergio Rodríguez, Nikola Mirotic) y sobre la estabilidad que aporta esta renovación de un técnico que entiende muy bien la psicología de sus jugadores y que lee con destreza las necesidades de cada partido.

Puede ser poco popular publicar esta defensa del técnico vitoriano pocas horas después de que se consumara la derrota y culminara, así, una temporada marcada por la temprana eliminación de la Euroliga y por la consecución de una Copa que puede saber a poco. No debemos olvidar que éste es el año 1 de un proyecto, que en nueve meses no es posible edificar un conjunto ganador, pero sí poner los mimbres.

Y este equipo tiene mimbres. Tiene todos los pilares necesarios para no abandonar en un buen período de tiempo la senda de la victoria. De poco serviría provocar una catarsis ahora que el Real Madrid le ha vuelto a pelear los títulos al Barcelona de la mano de un estilo inconfundible y casi inimitable que se alimenta de la locura incontrolada de Llull y de la más programada de Sergio Rodríguez. Rebotear y correr, algo que ya hacían los Celtics de Red Auerbach en los sesenta, son dos premisas que, aunque nos transportan a otros tiempos, (los de, por ejemplo, los Lakers del Showtime) marcan el nuevo concepto de modernidad aplicado al baloncesto. Conceptos que conviven con los más antiguos y académicos de los Obradovic o Ivkovic (a los que parece adherirse Xavi Pascual), aquéllos basados en reducir el número de posesiones y controlar el tempo del partido y que, por el momento, rinden dividendos en Europa al amparo de un reglamento (hay que ensanchar el campo, castigar con antideportiva las faltas que cortan deliberadamente las transiciones del oponente, imponer los tres segundos defensivos,...) y de un criterio arbitral que los canonizan.

Permitidme felicitar al Real Madrid, a sus jugadores y a su cuerpo técnico, por la gran temporada realizada y por las que vendrán. El rumbo está encauzado y todo el mundo sabe a qué y cómo juega el equipo blanco. Y ello, espero que sus críticos lo comprendan, es gracias a la figura de un Pablo Laso que ha manejado a la perfección un vestuario joven y no sobrado de experiencia que tiene todo lo necesario para que las vitrinas del museo acojan a nuevos inquilinos en un futuro cercano. El 16 de junio de 2012 no es la fecha de un entierro y sí el día en que el Madrid se demostró a sí mismo que pudo, puede y podrá con los mejores equipos del mundo tras un partido en el que quedó patente que el show, sí amigos, debe continuar. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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