De gloria y tragedia





Si me piden un nombre relacionado con el periodismo deportivo de baloncesto este ha de ser el de Gonzalo Vázquez (@GVazquezNY). Conocedor del juego como juego, pero también como espectáculo; arqueólogo e historiador de la NBA, además de cronista; su firma es, para mí, la mejor de cuantas se expresan sobre nuestro deporte en el idioma de Cervantes.

Gonzalo Vázquez logra hacer filigranas con los gruesos hilos que mueven la gran rueda del baloncesto como negocio. De las luces que deciden enseñarnos las cámaras conoce también su sombra. De toda fiesta, su trastienda, su trasfondo y sus no siempre queridas consecuencias. Tiene su mirada una especial fijación por los dramas subterráneos que acontecen alejados de los mensajes buenistas y autocomplacientes. Tiene su pluma, estilosa mas en absoluto hortera, la habilidad para transmitir hondura y turbación.

He de reconocer que me ha llevado tiempo concluir la lectura de su obra 101 historias NBA. Relatos de gloria y tragedia, pero no me cuesta confesarlo. Así como juego a adivinar fatigosas jornadas de documentación, maduración (de ideas) y escritura en su confección, me gusta pensar que, como lector, mi papel debía pasar, precisamente, por una degustación lenta y reflexiva. La conservaré, además, como obra de consulta, pues me cuesta pensar en un pasaje de la historia de la NBA que no aparezca narrado en esta obra. Y es que en ellas se suceden los nombres que moran en el imaginario colectivo de todo buen aficionado, pero también otros que residen “donde habita el olvido”, que diría Sabina. Y en el fondo, actuando como atrezzo de este lujoso sainete que es la liga profesional americana, la cultura estadounidense en cuanto que amalgama no siempre armonioso de razas, ideas y maneras de vivir. En fin, todo un tratado sobre el “american way of life” con centro en una cancha de baloncesto.

Finalizo esta breve reseña/recomendación, contándoles la 102ª historia, la del propio autor de este compendio de relatos, la de un Gonzalo Vázquez que se embarcó en la aventura de instalarse en Nueva York y pretender vivir del periodismo de baloncesto en la propia Meca de este deporte. Su regreso, forzado por las circunstancias económicas, anímicas y de salud, pone de manifiesto la insuficiencia del talento como herramienta de supervivencia y sitúa ante el espejo a una sociedad que prefiere consumir literatura rápida y amarilla, asentada en las prisas del rumor, en lugar de una obra construida desde la templanza de una buena reflexión, un vasto conocimiento y una sintaxis elaborada y precisa.

Gracias, Gonzalo, por estas 101 historias. Espero otras tantas para dentro de diez años. Duncan, Popovich, Stevens, Harden, Curry y tantos otros desconocidos a mis ojos, que no a los tuyos, ya las están perpetrando para que nos las cuentes.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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