Feliz San Patricio





En unas pocas horas sabremos si el cadáver encontrado en la cripta del convento de las Trinitarias de Madrid es realmente el de don Miguel de Cervantes Saavedra. Los hosteleros de la zona se frotan las manos esperando que esos huesos sean sus huesos. De hecho, les bastaría con que los científicos digan que son suyos para beneficiarse del turismo que atraerán, aunque fuesen, en realidad, los de un triste desarrapado con una millonésima parte del talento del escritor. En fin, cuánta caspa. Un consejo para turistas necrológicos: lean a Cervantes, dejen que toda esa masa ósea se pulverice en paz en una cripta, o donde sea, y guárdense el morbo donde les quepa.

Mucho más de mi gusto es la celebración del día de San Patricio en honor a otro muerto, el misionero cristiano que introdujo la fe en la Isla Esmeralda tras ser apresado y esclavizado por piratas escotos. Hoy, 17 de marzo, monumentos de todo el mundo se teñirán de verde y, aunque no deje de ser una innecesaria excusa para untarse hasta el morro de cerveza, el hecho de que la fiesta se haya internacionalizado revela, de algún modo, el espíritu esencialmente viajero de ese irlandés para quien toda cantina, con independencia del idioma en el que en ella se cante, es la suya propia.

Precisamente, un día de San Patricio como hoy, hace 52 años, Bob Cousy jugaba su último partido de liga regular en el Boston Garden. El “Houdini del parqué”, como era conocido en el círculo baloncestístico este pequeño base de ascendencia francesa, recibió una merecida ovación de la parroquia céltica. Lo siento, pero he de decir que ninguna otra franquicia ha sabido homenajear a sus ídolos como los Celtics. En Boston, más que en ningún otro lugar de la geografía del deporte, aplican las siguientes palabras de Borges: Somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros.

No se confundan, Bob Cousy, con 86 años, al contrario que Cervantes y San Patricio, sigue muy vivo. Muy vivo y disfrutando de los progresos de unos Celtics que parecían, a comienzos del mes de febrero más bien muertos. Los chicos de Brad Stevens han dejado de mirarse los unos a los otros tratando de distinguir quiénes formarán parte del proyecto a medio plazo y quiénes, por el contrario, son carnaza de traspaso en pos de la manida reconstrucción. Ahora solo se miran para compartir la bola, cambiar asignaciones en el balance y echarse una mano. La química del equipo es sensacional. Todo el mundo asume su rol y sale al parqué, cuando le toca, con ganas de pelear cada balón y bajar el culo en defensa. El mérito, siendo de todos, lo es particularmente de Brad Stevens, el entrenador “milagro” que presentara en dos ocasiones consecutivas a la modesta universidad de Butler en la final del torneo de la NCAA y que, ahora, se ha propuesto acortar los plazos para que los Celtics vuelvan a presumir de su marca registrada: el espíritu ganador.

Es muy posible que esta escaramuza dure muy poco y que la realidad se imponga tarde o temprano dejándonos fuera del playoff o a modo de rápida eliminación. Sin embargo, para nuestro orgullo herido, no hay mejor cura que poder ver los partidos sabiendo que de verde vestirá un equipo competitivo que practica buen baloncesto. Y bueno, a final de año, ya veremos si Turner, Smart y Bradley pueden formar parte de nuestro backcourt de futuro; si Crowder puede ser un buen alero suplente o si Zeller, Olynik y Sullinger son complementos suficientes de un juego interior que, claramente, hay que remodelar si queremos (y queremos) aspirar a mayores logros. También si hay que quedarse con Thomas o traspasarlo. O si podremos darle salida al contrato de Gerald Wallace. Y un largo etcétera.

Por el momento toca disfrutar de cada partido y de la propuesta inteligente que nos plantea el entrenador cada noche. Lo dije en su momento, Brad Stevens es la viga maestra de este proyecto y en torno a él, poco a poco, se irán manifestando aquellos que por derecho propio aspiren a suceder, en la gloria deportiva, a los numerosos ídolos y leyendas que pisaron un día ese parqué de barniz tan especial. A esos muertos a los que el aficionado de los Celtics nunca olvidará, aunque no sepa donde moran sus restos. Un brindis por ellos y por San Patricio.




UN ABRAZO, BUEN BALONCESTO PARA TODOS Y FELIZ SAN PATRICIO

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