¿Así que quieres ser entrenador?

 



Esta entrada va dedicada a todos los entrenadores con los que compartí el curso de nivel II de la Federación Castellano y Leonesa de Baloncesto a lo largo del pasado mes de forma virtual y este último domingo en persona. Invirtiendo horas en su formación dignifican el oficio, dan valor al tiempo de sus jugadores y se hacen acreedores del respeto de su profesión, ojalá también del de sus empleadores y clientes/padres. Formarse, aunque sea en un campo tan gris y difuso como el de la táctica en baloncesto, donde muchas ideas distintas pueden funcionar siempre que caigan en terreno debidamente abonado y sean ejecutadas por jugadores inteligentes, físicos y técnicos es también una declaración de amor al baloncesto. Y quien ama el baloncesto, como quien se entrega apasionadamente a cualquier otra actividad con implicaciones sociales, ama forzosamente también a las personas, con todas sus imperfecciones.

 

Me hubiera gustado terminar mi intervención del pasado domingo leyendo un poema ya legendario de Charles Bukowski, escritor maldito perteneciente a la escuela del realismo sucio norteamericano, un transgresor no sabemos si por vocación, elección premeditada o necesidad urgente que en lo descarnado de sus letras retrató nuestra verdadera cara, la que nos ocultamos incluso a nosotros mismos para poder seguir viviendo. Pues bien, este poema, titulado ¿Así que quieres ser escritor?, es de recomendada lectura para todos aquellos que, ignorantes de lo que significa juntar unas letras que vayan más allá del mensaje de buenos días a su pareja o la típica parida del chat de amigos solteros, piensan que es muy fácil escribir guiados por una idea equivocada, la que tantas veces guía a los expertos en fútbol o sanidad: no haberlo hecho nunca.

 

Si no te sale ardiendo de dentro, a pesar de todo, no lo hagas. Entrenar no es una elección consciente, una de aquellas que se toman un domingo de verano sopesando pros y contras. Normalmente uno está delante de un grupo de jugadores antes de haberse hecho ninguna pregunta. Y una vez allí se desenvuelve con todas sus habilidades sociales, con su inteligencia lingüística, con su incipiente conocimiento del juego y, sobre todo, con su genuina pasión para la educación y el liderazgo, no necesariamente para el baloncesto.

 

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti, espera pacientemente. Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa. Aquí Bukowski apela a una suerte de facilidad natural, una suerte de talento, en este caso para la pedagogía, la seducción y también para la visualización de situaciones dentro de una cancha. También a una motivación intrínseca, a un furor interno, no inducido por nadie que, en caso de no existir, no conviene buscar fuera. Antes es mejor dejarlo.

 

No seas soso y aburrido y pretencioso, no te consumas en tu amor propio. En fin, cuesta creer si es un poema dirigido a escritores noveles o una invitación a jubilarse para entrenadores desprovistos de alma y pagados de sí mismos. No hay peor escritor que el aburrido y pretencioso, pero este es un pecado aún más grave en el caso de los entrenadores de formación, quienes se enfrentan cada día a chavales estresados, con agendas de diplomático de carrera y cien alternativas de ocio a su alcance.

 

A no ser que quedarte quieto pudiera llevarte a la locura, al suicidio o al asesinato, no lo hagas. Un poco tremendista, tal vez, pero muy atinado. Mi amigo Fernando siempre dice que entrenar es una especie de sacerdocio laico por los votos que implica contraer. Más vale que esta elección provenga, por lo tanto, de un amor verdadero, de una pulsión irrefrenable, de un frenesí inicial que luego convendrá domar, eso sí, en un ejercicio de sobriedad y prudencia, dos valores fundamentales del buen entrenador.

 

Cuando sea verdaderamente el momento, y si has sido elegido, sucederá por sí solo y seguirá sucediendo hasta que mueras o hasta que muera en ti. No hay otro camino y nunca lo hubo. La carrera de entrenador es una llamada y, aunque no creo en este carácter casi divino, sí creo que, ante las dificultades que los profesionales afrontan en su día a día, no es una profesión para todo el mundo. También creo que uno es entrenador con independencia de que alinee a Lebron James o a un alevín de primer año en el acta. Cambia el tipo de baloncesto practicado, no la magia ejercida. Y no debería cambiar tampoco la pasión. Y si cambia, amigos, ya saben, no lo hagan.


UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS 

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