Estudiar y competir





Es cierto, somos nuestras elecciones. Un sí o un no en un momento determinado y crucial de nuestra vida puede determinar el destino de la misma. Es inevitable, lo admito, pero no admito, en cambio, que un chico con cierto talento para el deporte deba inclinarse por estudiar o abordar sin arneses la escalada hacia el profesionalismo con apenas diecisiete años. Y es que, aunque existan excepciones, a esa disyuntiva nos conduce el sistema universitario español, más aún ahora que con Bolonia pretenden convertir al alumno en un agricultor “de sol a sol”, únicamente preocupado de su plantación, únicamente dedicado a un estudio que, por lo demás, sigue instalado en la regla agustiniana.

Luego nos extrañamos de que cada vez menos jugadores den el salto, de que las ligas inferiores, que deberían tener la fisonomía de una lanzadera, sean en realidad geriátricos de los que se niegan a salir, porque salir es morir, los viejos dinosaurios de nuestro baloncesto. Y con razón, claro, porque, como ellos bien afirman, no vienen por debajo chavales con la ilusión, el talento y la capacidad de sacrificio suficiente como para quitarles un sitio que ellos se ganaron entrenamiento a entrenamiento.

La mejor opción pasa por Estados Unidos, donde el sistema permite conciliar ambas realidades igualmente imprescindibles para quien se halla infectado por el virus del deporte y por la necesidad de sacar adelante un buen expediente académico que actúe como salvaguarda en caso de que el talento no sea suficiente o la fortuna se muestre esquiva. Ahora bien, todo lo que suena a cruzar el charco e ingresar en uno de esos campus mitificados por las películas de nuestra adolescencia, genera cierto miedo en los jóvenes deportistas y sus familias. Es lógico. Más aún si tenemos en cuenta que en este mundo globalizado permanecen inalteradas las fronteras culturales, idiomáticas y sentimentales.

Como toda gran decisión vital, ir a estudiar a Estados Unidos requiere de una fuerte carga de información y asesoramiento para la que, después de haber estado leyendo sobre el tema, es necesario tratar con profesionales. A mi juicio, tras haberme informado para ayudar a un jugador al que tuve la suerte de entrenar, creo que la empresa que mejores y más completos servicios ofrece es la agencia AGM Sports, gestionada por antiguos beneficiarios de becas y, por lo tanto, por personas que conocen muy bien el proceso y las gestiones que acarrea. Y es que iniciar el curso en una universidad americana, ya sea con una beca deportiva o con una de carácter académico, requiere de numerosos trámites y de un trabajo de concienciación y de preparación previa con el deportista estudiante que comienza con muchos meses de antelación.

Todo para lograr ese reto que a priori no debería parecer tan improbable, ese sueño que no debería ser tal de integrar el deporte, de forma más o menos profesional, en la vida, sin que esta unión suponga un divorcio inmediato o una frustración imperecedera. Pero para ello hace falta una cultura deportiva que aquí en España, paraíso de tapas y cañas y de sueños que juegan a la lotería, aún no tenemos. Para ello hace falta que instituciones y corporaciones se den cuenta de los valores que aporta el deporte a nivel humano, de que formación académica y formación deportiva no deben ser rivales, sino complementos

Mucha suerte para todos aquellos que intenten cumplir este objetivo tan salpicado de sacrificios como de satisfacciones.






UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

¿Qué tal, entrenador?




La pasada semana quise emplear el espacio de la columna que todos los jueves escribo en el diario digital Salamanca RTV al día para hablar de la relación entre los jugadores y el entrenador, entre este y cada uno de ellos. Una relación que va más allá de lo deportivo, de las tiranteces del día a día, de las victorias y las derrotas y hasta de los desencuentros generacionales.


Al iniciarse en todo oficio es bueno contar con referentes. La osadía está bien, pero cuando carece de fundamentos deviene enseguida en ignorancia. Los míos, sin duda, se encuentran en el baloncesto universitario norteamericano, allí donde los preparadores, entrenadores, técnicos, o como se les quiera llamar, además de formar para la competición hacen las veces de tutores, de guías formativos y espirituales. John Wooden y Mike Krzyzewski estarían en el primer lugar de la lista.  

Poco antes de morir, de los ciento ochenta chicos que jugaron en sus equipos, John Wooden, el entrenador más laureado del baloncesto universitario norteamericano, conservaba relación con ciento setenta y dos. La mayoría lo llamaban semanalmente para preguntarle por su estado físico deseando, secretamente, poder recibir una nueva enseñanza –tal vez la última debido a su precario estado de salud– de quien fuera su maestro para poder transmitírsela a sus hijos. Y, de nuevo, como si no hubiera pasado el tiempo, su viejo entrenador les citaba las mismas palabras que les recitara a modo de sermón en su primer día en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA): No mientas, no hagas trampas, no robes; gánate el derecho a estar orgulloso.  

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Bienvenidos al futuro





Allá por el mes de febrero, apurando el límite para la ejecución de traspasos, los Milwaukee Bucks intercambiaron a Brandon Knight por Michael Carter-Williams. El objetivo último de esta operación era seguir construyendo una plantilla plagada de hombres grandes para su posición, versátiles, esto es, con la capacidad para defender a tres o cuatro oponentes, y con gran envergadura.

Esta última fue la característica principal de los jugadores de rotación de los Milwaukee Bucks durante la pasada temporada; largos brazos para incomodar el bote, para tocar balones, para forzar pérdidas, para cerrar penetraciones, para cortar líneas de pase y para intimidar. Largos brazos también para puntear tiros desde distancias desde las que hacerlo sería imposible para el resto de mortales. Largos brazos para poder defender los uno contra uno con mayor separación y darse así una mejor oportunidad para anticiparse a los movimientos del atacante. Largos brazos que favorecen también closeouts más ordenados y no tan suicidas.

Gracias a esta apuesta y a los sistemas propuestos por Jason Kidd, su nuevo entrenador, la de los Bucks fue junto a la de los Warriors la mejor defensa, estadísticamente hablando, de la liga. Los Bucks fueron el equipo que forzó más pérdidas (17,4) y consiguió más robos (9,6) por partido. Consiguieron también de sus rivales el quinto peor porcentaje de tiro y ser el octavo equipo que menos puntos encajara, siendo el segundo bajo el parámetro normalizado de puntos recibidos cada cien posesiones (defensive rating). Pagaron peaje, eso sí, a la hora de cerrar el rebote defensivo, siendo el sexto peor equipo en esta faceta concediendo 26,7 segundas opciones cada 100 posesiones.

Ello les permitió pasar de un récord de 15 victorias y 67 derrotas a un balance equilibrado de 41-41. Eso sí, no lo consiguieron solo a base de tamaño y envergadura, sino también asumiendo los esquemas y la demanda de intensidad que les propuso su entrenador. Porque, parafraseando de un modo bastante libre el comienzo de Anna Karenina, todas las buenas defensas se parecen, pero las malas lo son cada una a su manera. Veamos en qué se parecen las buenas defensas.

1. Cierran las penetraciones impidiendo ganar con facilidad el centro de la zona, lugar del campo donde más posibilidades existen para generar un daño irreversible. Ello se consigue a base de un alto compromiso, una gran capacidad física y una buena técnica individual de desplazamientos y closeout.
2. Usan las manos provocando numerosos “deflections” o desviaciones de la pelota, terminen o no en una recuperación. Estos “balones tocados” merman la confianza de los atacantes y se comen segundos de posesión.
3. Llevan la iniciativa. Aprietan el balón para que no piense, conducen a los atacantes a zonas del campo no deseadas, le quitan el balón de las manos a la estrella rival. Son, en terminología reciente, proactivas. No reaccionan en función de la propuesta del atacante, sino que obligan a reaccionar.
4. Cuentan con grandes con capacidad de intimidación. Solo así, con la puerta de casa bien vigilada, se puede ser proactivo y agresivo. Solo si se cuenta bajo aro con gente grande, con capacidad y buen timing de salto es posible estrechar marcajes y forzar a los rivales a situaciones que les hagan sentir incómodos.
5. Se comunican y son generosas en los esfuerzos colectivos. Los jugadores se conceden e inspiran mutuamente confianza y se comunican constantemente para llegar a defender, por orden de prioridad, balón, aro y jugadores más próximos a balón. Todas las buenas defensas presentan un lado débil muy activo y bien posicionado para acudir a las ayudas.
6. Reducen al mínimo la producción ofensiva del equipo rival en acciones de pick and roll. Dado que el bloqueo directo se ha convertido en la fórmula más empleada de ataque, reducir su impacto estadístico se ha vuelto una prioridad. Los Bucks lo consiguieron siendo agresivos al balón en el caso de rivales con capacidad para tirar y generar juego (hedges o incluso traps y recuperación con posible rotación entre grandes) y negando el bloqueo en el caso de jugadores más bien penetradores y, por supuesto, en la situación de bloqueo lateral (45 grados) con independencia de la pareja que lo jugara. De hecho, fueron el mejor equipo defendiendo dicha situación, tal y como muestran las estadísticas avanzadas de NBA. Permitieron el menor número de puntos por parte del driblador (0,7 por cada situación de bloqueo directo) forzando el quinto peor porcentaje. En el caso del jugador bloqueador, permitieron 0,94 puntos, pero a cambio forzaron el mayor número de pérdidas.
7. Pelean cada balón. Ganan las batallas particulares y se apoderan de cada balón suelto. 

La adición de principios defensivos básicos con la apuesta por el tamaño, la envergadura y la versatilidad, derivó en un ejercicio defensivo fantástico del que todos debemos aprender y tomar nota. Antes de que empiece la temporada, e incluso a pesar de los traspasos acontecidos, me atrevo a apostar que la de los Bucks será nuevamente una de las mejores defensas de toda la NBA. Cuentan con un inteligente ideólogo en el banquillo y con los jugadores necesarios para ello; jóvenes, atléticos y humildes. Os dejo con este vídeo ilustrativo. Espero que os guste.





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El bloqueo directo. San Antonio Spurs.





Hay veces en que, por mi defensa de la recuperación del juego uno contra uno, de los duelos individuales dentro de un deporte colectivo, parece que me posiciono en contra de la utilización del bloqueo directo. Y no es así. Si acaso me hastía el abuso de este recurso, el que los sistemas de los equipos prevean una cantidad ingente de movimientos para culminar prácticamente todos en una situación de pick and roll, pick and pop o cualquiera de sus variantes.

Ahora bien, su uso parece inevitable y se remonta, aunque el dato no es del todo fiable, a los años veinte del pasado siglo. Sin embargo, hasta convertirse en una moda tendría que esperar. Y es que si Adolph Rupp lo adoptó como un sistema dentro de los muchos que utilizaría en la Universidad de Kentucky a caballo entre los años cuarenta y cincuenta, sería la pareja Stockton-Malone la que más contribuyó a su popularización.

Su uso, además de inevitable, es lógico. Sus ventajas son innumerables y van desde lo más obvio; la interposición de un cuerpo en la trayectoria del defensor del balón o la obligación de hacer salir a defender a un jugador grande al perímetro, hasta lo más sofisticado; el aislamiento de parte del “stuff” defensivo y la mejora, a raíz de ello, de los espacios para atacar.

Si en la actualidad hay un equipo que domine la situación de pick and roll como inicio del juego ofensivo, planteándola como lo que es, un sistema de ataque que involucra a cinco jugadores y que genera una ventaja primigenia a la que luego dar continuidad, ese equipo es San Antonio Spurs. Los chicos de Popovich, aunque eliminados en la primera ronda de playoff por un conjunto mucho más atlético, demostraron durante los siete partidos de que constó el enfrentamiento, dominar la coreografía del pick and roll. A continuación os voy a mostrar los esquemas más habituales que utilizan para sacar el máximo partido del talento de sus jugadores y del reducido espacio de la cancha para, por último, mostraros un vídeo con numerosos cortes de la mencionada eliminatoria.

1. Esquinas ocupadas. Postes asimétricos. Dinamismo vertical y horizontal (gráfico).



Aunque, probablemente debido a la pareja de pívots a la que se enfrentaban, repitieron poco este dibujo durante la eliminatoria que he analizado, este esquema es uno de los más utilizados por el equipo tejano a lo largo de la temporada. Consiste en un bloqueo directo central que culmina, en función de las alternativas defensivas en un movimiento complementario de los postes alrededor del contorno de la zona. El hecho de que las esquinas estén ocupadas por tiradores dificulta las ayudas y hacen de los codos de la zona fantásticas zonas para recibir y atacar el aro.



2. Bloqueo directo lateral con la esquina de lado balón liberada.



Este es el dibujo que más se repite durante un partido de los Spurs. Lo juegan directamente en llegada o tras una inversión. El otro poste se esconde y juega apariciones a la espalda o en la región del tiro libre. Dos buenos tiradores abren el campo y dificultan las ayudas que habrán de ser necesariamente largas. Los Clippers, en la eliminatoria estudiada, tardaron en darse cuenta de la necesidad de negar este bloqueo obligando a los Spurs a convertirlo en un lateral guiado a fondo aunque, aun así, los de Popovich encontraron soluciones exitosas.



3. Bloqueo directo lateral o central con dos jugadores a la cara y uno a la espalda.



Situación típica en la que el equipo juega con una sola referencia interior y cuatro jugadores exteriores con amenaza de tiro. Nuevamente, si la defensa es agresiva a balón, se genera una situación de dos atacantes con un defensor en el lado fuerte, lo que provoca muchas dificultades a la defensa. La negación del bloqueo, bien a través de lo que en la jerga se conoce como “blue”, o bien la conversión del mismo, pasando de tercero o de cuarto y forzando el repick, obliga a jugar hacia la esquina ocupada y contar con dos jugadores en el lado de ayuda capaces de “golpear” la continuación y de evitar pases directos a los tiradores.



4. Continuación corta con dos jugadores a la espalda.



Cuando el esquema es el contrario y el bloqueo se dirige hacia donde solo hay un jugador dejando, en cambio, dos a la espalda, la norma pasa, en caso de defensas agresivas, por jugar continuaciones cortas, en la región del tiro libre, desde las que un hombre grande y buen pasador, con capacidad de poner el balón en el suelo, puede generar verdaderos desequilibrios atrayendo a los defensores del lado débil.



5. Situaciones novedosas.

Aunque el uso del pick and roll por parte de los San Antonio Spurs es bastante clásico (en el buen sentido) también emplearon situaciones diferentes como bloqueos consecutivos, bloqueos entre grandes y bloqueos de dos acciones, que son aquellos en los que el bloqueo directo coincide con una situación diferente en el lado contrario de flare, (bloqueo ciego para caída de exterior) pin down o preparación de un bloqueo directo dinámico tras inversión. Se trata de una jugada muy difícil de defender porque los jugadores han de transformar muy rápido sus posiciones y su mentalidad desde el lado de balón hasta el lado de ayudas.

*Situación particular conocida como "pick the picker" en la que el bloqueador luego recibe un bloqueo ciego. Dificulta mucho las segundas acciones defensivas. 

Sin duda, un tratado sobre cómo emplear el bloqueo directo en nuestros equipos que queda mejor reflejado en este vídeo. Fíjense sobre todo, en los tres jugadores que están alejados del balón, en sus posiciones y sus movimientos.




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Peligro de extinción (II)





La semana pasada he estado siguiendo el Campeonato de Europa masculino sub 18 disputado en Grecia en el que la selección española solo ha podido ser séptima tras caer ante Bosnia en los cuartos de final. En él he observado que los chicos juegan igual que los adultos, es decir, que las selecciones de formación son clones de equipos ACB y selecciones absolutas. Esto es, corren más bien poco, juegan con sistemas elaborados que rara vez culminan en menos de catorce segundos, apenas introducen un balón interior, (los grandes son ejecutores de bloqueos y esforzados del rebote) definen en situación de bloqueo directo y como las defensas priorizan parar al driblador y la continuación todo acaba resumiéndose en un concurso de triples.

Solo las selecciones balcánicas constituyen una excepción, aunque la de Serbia U-18, en concreto, menos de lo que lo pudo ser la U-20 que le arrebató el oro a España en la final. Son verticales, construyen desde el uno contra uno y el concepto de dividir y doblar (draw and kick) y dominan el arte de la parada y tiro (pull up shot) y el de la fabricación de espacio desde bote. Normalmente carecen de especialistas y cuentan con tipos grandes, muy grandes, con una gran lateralidad, amenaza de tiro y presencia en el rebote.

La pregunta es si la formación debería tener sus propios códigos, si en vez de victorias los logros debieran estar enfocados a la promoción de los jugadores, aunque claro, defensores del estado actual de cosas afirman que solo a través de la competición puede terminar de formarse un jugador llamado a formar parte de la élite. Si preguntas a los técnicos federativos todos presumen de que el jugador español destaca entre sus compañeros de generación por su capacidad para competir. Y es cierto, pero a su vez es también un eufemismo de ciertas carencias relativas a la técnica individual que son, al final, junto con los condicionantes físicos, las que dan el pase a grandes contratos y grandes ligas.

Quizá el excesivo uso de soluciones tácticas que van más allá de nociones básicas sobre ocupación de espacios, acompañamiento de penetraciones y ofrecimiento de ángulos de pase se deba a que, de lo contrario, sin estas herramientas, nuestros jugadores no podrían competir de tú a tú con otras selecciones. Tiro de memoria y vengo a recordar una selección sub 19, en el mundial junior de Lisboa que vencemos, mucho más vertiginosa y simple en sus planteamientos. Y también con soluciones novedosas y a priori poco lógicas (Raúl López posteando a su par, unos contra uno de Pau Gasol desde seis metros,...). Ahora bien, quizá aquello solo pueda repetirse cuando volvamos a tener una generación de semejantes características. Y el sentido común nos dice que no se volverá a repetir.

Bueno, todo esto para continuar dotando de argumentos a mi particular posición en favor del juego uno contra uno, del enfrentamiento directo, de la lucha frontal entre el ánimo de crear y la necesidad de destruir. Nuevamente acompaño un vídeo, esta vez de Carmelo Anthony, ese nativo de Brooklyn de ascendencia portorriqueña y afroamericana que juega como dicta tal mezcolanza, como esa mezcla de parque y escuela que terminó derivando en uno de los más versátiles jugadores ofensivos. Capaz de anotar desde cualquier punto de la cancha, Carmelo es, junto con Kobe Bryant, el verdadero maestro de la triple amenaza, la situación de juego en la que el atacante, con los pies encarados a la canasta, puede realizar cualquier acción del juego pudiendo, a través del uso de las fintas, cubrir sus verdaderas intenciones. De nuevo, si sois jugadores o entrenadores, os invito a aprender de los mejores a través del siguiente vídeo. 


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