Al Fer lo que es del Fer

 




Al Fer lo que es del Fer. Y hablo de mi amigo Fernando, Fernando García, un estudioso y sabio del baloncesto que no deja cabo suelto cuando se trata de hacer un análisis a fondo de lo sucedido y por suceder. Al Fer lo que es del Fer, digo, porque él era de los pocos optimistas que hace más de un mes, incluso tras caer con estrépito ante Grecia, veía mimbres suficientes para competir en este Eurobasket siempre que se dieran las circunstancias adecuadas, lo que se resume en “siempre que el cuerpo técnico hiciera su trabajo de manera maravillosa”, tal y como ha sucedido.

 

En los tres años, aproximadamente, en que llevamos hablando con frecuencia de lo divino y lo humano (poesía y baloncesto), lo propio y lo ajeno (baloncesto específico y general en jerga más precisa), uno va descubriendo por qué a Fernando le obsesiona lo que le obsesiona y cómo lo que le obsesiona tiene mucho que ver con el resultado final de los equipos. Y en este campeonato no ha sido distinto: las obsesiones de mi amigo Fernando también podrían llamarse a sí mismas claves de la victoria de España en este campeonato.

 

La primera de ellas es la involucración o integración de todos los miembros, hacer que todo el mundo se sienta partícipe de lo sucedido y tenga un hueco razonable en la rotación. Y no solo por la "piña", otra de sus obsesiones, sino porque "ocho minutos son muchos minutos", como me recuerda a menudo, pensando en la aportación de un eventual décimo o undécimo jugador. Más vale que sienta que este tiempo es importante, más vale que salte a la pista bien escoltado y no en pelotas frente a la audiencia. Esto debe quedar incluido en el plan de partido: ¿cuándo y con quién va a salir al campo el jugador joven a dar minutos de descanso imprescindibles a la estrella veterana que debe terminar el partido? ¿A qué vamos a jugar entonces? ¿Cómo vamos a defender?

 

La segunda es la diversificación que conduce a la incertidumbre. Y aquí España, al menos en la fase de juego que se corresponde con la defensa posicional, ha estado de diez. De los errores se aprende y de salir a porta gayola contra Eslovenia en los pasados juegos, enseñando una mixta que Doncic no tardaría en comprender y aniquilar, España ha pasado a manejar tres y cuatro defensas distintas cada partido y, además, las ha ejecutado con diferentes niveles de presión e intensidad en función del quinteto propio y rival en pista.

 

La tercera es la fluidez e intencionalidad del juego ofensivo, cuya ausencia ha coincidido con los peores minutos de juego de la selección, generalmente cuando a Lorenzo se le agotaban las muñecas de tanto amasar el balón. Sin embargo, cuando España ha jugado mejor, como insistía también Pepu Hernández en las retransmisiones, es cuando ha sabido apurar las opciones de la transición, con Brown, precisamente, como ejecutor.

 

Parece evidente que nuestro éxito en los deportes de equipo de invasión (cooperación/oposición) tiene que ver con las dimensiones estratégico y táctica. Ayer me dio la sensación de que los franceses, en la víspera de la batalla, se sentaron junto al fuego a beber champagne y contar anécdotas particulares, cada uno la suya. Siendo un equipo más completo, apenas aprovecharon sus ventajas. Siendo un equipo más profundo, salieron a especular y permitieron que Brown o los Hernangómez llegaran frescos al final del partido. En cambio, en el campamento español se sacaron los tableros y los ordenadores y se estudió al más mínimo detalle el plan que nos llevaría a la victoria.

 

Esta superioridad estratégico-táctica es la que viene a explicar este verano glorioso para la marca FEB, su presidente y, sobre todo, su director deportivo, mi paisano José Ignacio Hernández, la definición de un ganador. Tras los distintos confinamientos, los franceses, por ejemplificar en ellos lo sucedido, siguen siendo más altos, más fuertes y completos que los españoles, pero no han evolucionado en la comprensión de lo que hace que un equipo gane a otro después de cuarenta minutos, más allá del talento, el acierto o la suerte. Esto es la estrategia, la táctica y, también, por qué no, un espíritu competitivo que se alimenta de estas dos primeras dimensiones, pues no es lo mismo luchar cada balón en un marco de improvisación o mediocridad intelectual que por una causa bien argumentada, en la teatralización de un guion escrito y reescrito durante horas.

 

Creo que es en esta parte donde cobra más sentido el trabajo de un entrenador. En la concepción de la estrategia y el relato, en la guionización de lo que va a suceder no a partir de la magia o la adivinación, sino a través de un estudio concienzudo del juego, un análisis experto que parte de la recogida y selección de datos y que, a través del procesamiento de estos, alcanza unas conclusiones que el necio califica de inmutables y el sabio de provisionales y transitorias. De ahí que a mi amigo Fernando, y repito esta fórmula desde el orgullo que me provoca emplearla, también le obsesione la capacidad de adaptación, la flexibilidad ante un cambio en las circunstancias o ante un cambio en el observador de las circunstancias. Y aquí nuestra selección volvió a estar de diez, incluso desde la polémica convocatoria o la respuesta a la lesión de Llull.

 

ENHORABUENA A TODOS LOS INTEGRANTES DE LA SELECCIÓN

 

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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