2018, estamos en paz





“Muy cerca de mi ocaso yo te bendigo, vida”. Con este verso comienza uno de los más bellos poemas que he leído. Su nombre, En paz, revela una posición hacia la existencia que, tal vez, solo podamos alcanzar hacia el final de la misma, ese momento en el que el lánguido transitar por sus senderos conduce a un otero desde el que contemplar el trayecto. Desde lo alto quizá cobre sentido el serpenteante camino que nos lleva entre cimas y vaguadas concediéndonos, solamente, la posibilidad de la marcha atrás o el abandono (a eso lo llaman libertad). Y es que no me refiero al cambio estético u ornamental de ciudad, trabajo o pareja, sino al recorrido interior que emprende el alma desde que se despereza en una habitación de hospital hasta que duerme para siempre, puede que agitada y esperanzada, o de un modo simplemente sereno.

2018, por usar una medida cualquiera de tiempo, ha sido un buen año baloncestístico. A vista de pájaro, y sin entrar en detalles, vencieron dos propuestas atractivas y valientes. Tanto Real Madrid como Golden State Warriors creen, contra la lógica cartesiana, que una canasta anotada vale más que una no recibida. Ello sin desdeñar el valor de la defensa como catalizador de la energía grupal, reconociendo a figuras como Taylor, Rudy, Iguodala o Green que entienden mejor que nadie eso de “hacer lo necesario”. A esta tendencia se unió Villanova Wildcats, un equipo que ha hecho del juego de 4 y 1, sencillo en sus fundamentos pero obsesivo en los detalles, una auténtica obra de arte. Pablo Laso, Steve Kerr y Jay Wright deberían estar en las quinielas de “hombre del año”. Créanme, necesitamos autoestima ante la atención mediática que reciben los monstruos con quienes compartimos cromosoma XY.

Por otra parte, perdonen mi incoherencia, 2018 ha sido un mal año baloncestístico. Coincido con Popovich en este punto. El triunfo de los algoritmos, la comprobación de su efectividad, aleja al baloncesto de su condición de juego, automatiza conductas y resta valor a la enseñanza y el aprendizaje de los fundamentos. El baloncesto se empresarializa, quién lo desempresarializará, podría ser el inicio de un trabalenguas pero es más bien una pregunta retórica por más que los Spurs se empeñen. La tendencia, como sucede con todos los avances tecnológicos (que no con los progresos sociales), es irreversible. En fin, como diría César Vallejo, hoy me gusta la vida un poco menos…

En el día de ayer experimenté las dos caras del baloncesto que han presidido mi vida en este año. Por la mañana asistía con el corazón paralizado a cada uno de los lanzamientos abiertos del equipo rival, puñaladas en los sistemas fisiológicos de un equipo profesional, donde siempre es difícil tratar de impostoras a las victorias y las derrotas cuando tantas veces explican lo que sucede con implacable dogmatismo. Por la tarde, reunido con viejos amigos con los que compartí experiencia en San Fernando, en el Campeonato de España Mini, y por la noche, reunido con los chicos que tuve la suerte de entrenar (perdonen que use siempre la misma expresión) durante la temporada pasada en el Cadete A de C.B. Tormes recuperé el pulso de eso que hace tan especial este juego, a pesar de las matemáticas, los medidores de rendimiento y las clasificaciones. O gracias a ello, pues solo en el intento obstinado de ser mejores cada día se alcanzan los niveles de emotividad que permiten que las relaciones que traba el baloncesto sean tan de verdad.



De ahí que 2018, año en el que se mezclaron las aproximaciones vocacionales al baloncesto (C.B. Tormes, selección mini de Castilla y León) con otras de carácter profesional (Synergy Sports, Bodegas Rioja Vega C.B. Clavijo), sea una invitación a seguir dando valor a cada pequeño gesto de los que se compone el juego sin perder de vista la dimensión humana que lo rodea, a explicar cada pequeño paso como indispensable para llegar a la meta, pero también, y sobre todo, como parte inseparable del camino que un día emprendimos y al que un día me gustaría referirme en los términos en que lo hizo Amado Nervo en el poema antes mencionado: Amé, fui amado. El sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

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