La temporada perfecta





Se cumplieron los pronósticos. Un gran equipo ganó a un buen equipo liderado por un único gran jugador. El mayor número de armas, la mayor versatilidad de todas ellas y el uso inteligente de las mismas por parte de un fantástico entrenador, Steve Kerr, decantó la balanza de una interesante final del lado de los Golden State Warriors. El otrora letal tirador ha demostrado tener manga ancha y mano izquierda en el trato con sus jugadores. Estos, a cambio, pusieron a su disposición el sacrificio que genera el hambre de victorias y una suma de talento a la que muy pocos equipos pueden hacer frente.

De unos años para acá, la toma de decisiones de los General Manager del equipo ha sido inmejorable. Las elecciones del draft de Thompson, Barnes, Ezeli y Green vinieron a reforzar la genial maniobra de seleccionar a Curry en el número siete de una promoción que vio pasear por el escenario, antes que al genio salido de Davidson, a nombres tan sospechosos como los de Thabeet, Tyreke Evans o Johnny Flynn. Incluso el de Ricky Rubio chirría, vistas las circunstancias. A pesar de sus iniciales problemas de tobillo, esos que nos hicieron pensar que el suyo sería un nuevo caso Grant Hill, los rectores de los destinos de la franquicia californiana no dudaron a la hora de destronar a Monta Ellis y enviarlo a Milwaukee a cambio de Andrew Bogut, un center que intimida al tiempo que puede jugar de base y al que el karma ha premiado con un año libre de lesiones después de varios de penurias. Solo la adquisición de David Lee a precio de jugador estrella de la liga puede ser discutida, aunque sus números eran magníficos antes de lesionarse en marzo de la temporada pasada. Así, siendo el decimocuarto equipo en el pago de salarios, los Golden State Warriors, con los retoques de Iguodala y Speights, el año pasado, y de Livingston y Barbosa, este, han demostrado ser, sin lugar a dudas, la mejor plantilla del campeonato. Y lo serán nuevamente el próximo, donde el “expiring contract” de David Lee puede ser una jugosa moneda de cambio para reforzar la rotación interior.

Ahora bien, de los dieciséis triunfos más en comparación con el año anterior y de este anillo que viene a suceder al que conquistaran hace cuarenta años bajo la égida de Rick Barry, mucha culpa tienen dos hombres: Steve Kerr y Stephen Curry. El primero, al que ya he alabado en un pasaje anterior de esta entrada, ha conseguido tener listos e involucrados a los quince miembros de su plantilla y, de esta manera, además, ha podido regular los minutos de sus jugadores más importantes. Su postura ecléctica, su flema a la hora de afrontar los errores y la asunción de que con tanto talento reunido lo único que tenía que hacer era convencer a sus chicos para defender unidos, correr y compartir la bola, han sido elementos clave. Steve Kerr ha dejado funcionar algo que de forma natural también lo habría hecho, aunque no tan bien.

Concluyo con Curry, el motivo de cientos de sonrisas repartidas por el mundo a cualquier hora del día. Qué no habría dicho Andrés Montes de este jugón que, compartiendo cartel con cuerpos hercúleos y una profusa generación de bases, ha demostrado ser mejor que todos ellos gracias a un escudo llamado técnica. Técnica para elevarse en menos tiempo y menos espacio que cualquier otro rival. Técnica para driblar por senderos imposibles y sacar pases con ángulo negativo. Técnica para finalizar contra ogros que pretenden aplastarlo. Técnica, pura técnica, para hacernos soñar con una evolución del deporte hacia modelos distintos a la que parecían encaminarnos esos robots biónicos que son Cristiano Ronaldo o Lebron James. Curry mueve los pies como Messi y su mano es la de Maradona, la de Dios, sí. Nadie tiró como él en los 68 años de historia que tiene la liga y nadie olvidará que la no concesión del MVP de las finales obedeció a un ataque de pedantería y erudición mal entendida por parte de siete analistas (los otros cuatro votaron a Lebron) que quisieron premiar el trabajo sucio de Iguodala y su oficio a la hora de aprovechar todos los espacios generados por las amenazas de Curry y Klay Thompson. En fin, seguiré tratando de reconciliarme con el oficio periodístico, pero tendrá que ser en otra ocasión.




UN ABRAZO Y ENHORABUENA A LOS GOLDEN STATE WARRIORS

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