Tarde de clásicos





En determinadas materias, ya sean ciencia o arte, es difícil delimitar lo clásico de lo moderno, lo viejo de lo nuevo, el ayer del hoy. Los doctos en cada disciplina suelen recurrir a sucesos que a modo de hito marcaron, y marcarán para siempre, una frontera. Sin embargo, ni siquiera los cambios de paradigma en la pintura, la música, la literatura o el cine pueden evitar que haya autores que apuesten por recuperar viejos cánones estilísticos o narrativos, que haya, en definitiva, una mezcla de estilos tan enriquecedora para el propio arte como fastidiosa para quienes lo pretendemos entender desde una postura mucho más simplista.

Sería cuanto menos osado, si no pedante, pretender dividir en períodos la corta vida de un deporte cuyas reglas se sentaron hace poco más de un siglo y cuyo desarrollo profesional acaba de alcanzar la otrora edad de jubilación. Sin embargo, 65 años de NBA y 55 de baloncesto profesional en España han dado mucho de sí y es posible, sin caer en el exceso, hablar de rivalidades clásicas, de duelos con sabor añejo que elevan la categoría de deporte un peldaño más allá. Y es que los duelos entre Lakers y Celtics por un lado y Barcelona y Real Madrid, por otro, han mantenido su interés a lo largo de las décadas con independencia de que se jugaran con o sin reloj de posesión, con o sin línea de tres puntos, en pabellones de madera o en recintos que desafían las leyes de la gravedad. Estos partidos son clásicos porque, además, oponen maneras diferentes de entender la política, el juego o la propia vida. 



Es difícil establecer símiles entre realidades tan distintas. Admitiendo la pluralidad intrínseca de España sigue resultando arriesgado comparar dicha diversidad con la que podemos atisbar en un país que es casi un continente. Y si Madrid y Barcelona siempre se han presentado a sí mismas como polos opuestos, Boston y Los Ángeles pertenecen a dimensiones diferentes. En ambos casos se percibe cómo, en cada caso, una de las dos ciudades representa el cosmopolitismo, la liberalidad y el progresismo, mientras que la otra parece defender, aunque a veces las apariencias engañan, la moralidad, el patriotismo y una visión más conservadora tanto de lo público como de lo privado.

En cualquier caso, lo que convierte en clásicos a los duelos que disfrutaremos esta tarde y noche en la Península, es que en ellos se verán las caras los equipos más laureados de ambas ligas, los verdaderos dominadores del baloncesto a uno y otro lado del océano. La Historia nos dice que Barcelona y Lakers gobernaron la rivalidad en sus inicios (años 40, aunque en España sólo se disputaba la Copa) y que después fueron Real Madrid y Celtics los que maniataron al conjunto de la competición (años 60 y 70). Pero si hay que rescatar una época, si hay que definir un período como el más brillante de la historia del baloncesto, éste sería la década de los 80. Y es que en los 80 tanto Real Madrid como Barcelona, tanto Celtics como Lakers, nos brindaron partidos históricos, peleas (algunas literales) y batallas para el recuerdo. En aquellos tiempos Solozábal y Corbalán nos mostraron que hay diferentes maneras de jugar en la posición de base, Epi, Jackson, Sibilio o Petrovic que hay mil formas de matar y Martín y Norris que nada es suficiente cuando se trata de defender tu orgullo y el de todo un equipo. Al mismo tiempo, Ramón Trecet, Héctor Quiroga y Esteban Gómez, nos hicieron soñar cada noche retransmitiendo los enfrentamientos deportivos entre un paleto de Indiana, Larry Bird, y un humilde chico de Michigan que dormía siempre con un balón, Magic Johnson. Bueno, sin olvidarnos de las mil maneras que trató de inventar Robert Parish para frenar a Kareem, de las finalizaciones de contraataque de James Worthy o el juego de pies en el poste de Kevin McHale. 




El epílogo en ocasiones trágico (muerte de Petrovic y Martín, contagio del virus VIH de Magic) de estos mitos dio la bienvenida a un nuevo período de prosperidad tanto en Los Ángeles como en Barcelona. En estos últimos veinte años ambos conjuntos han estrechado el cerco que les separaba a nivel de títulos respecto a sus particulares némesis (aunque hay que resaltar la diferencia aún notable entre las 30 ligas del Real y las 17 del Barcelona, así como entre las 8 Copas de Europa de los blancos y las 2 de los azulgrana).

Esta noche, aunque la nostalgia pretende atraparnos, el presente, y su aire pragmático, será el que marque el desenlace de ambos encuentros. En Vitoria todo parece indicar que será una cuestión de ritmo. A muchas posesiones el Barcelona sólo puede ganarle al Madrid una vez de cada diez y esa vez ya ocurrió. Centrarán la atención, cómo no, el choque entre Lorbek y Mirotic, el daño que pueda hacerle Tomic a un juego interior blanco corto de centímetros o los recursos que utilizarán ambos entrenadores para limitar el daño que determinados jugadores puedan causarles. Estoy pensando en Mickeal y Navarro por parte del Barcelona y en Llull o Sergio Rodríguez atacando a Huertas o Rudy y Carroll castigando al propio capitán culé.

En el Garden de Boston colisionan dos equipos en busca de una identidad que se muestra cuanto menos difusa. Los Celtics encadenan cinco victorias consecutivas desde que se confirmara la lesión de ligamento cruzado de Rondo. Y yo, aun siendo un defensor del talento de este base, creo que hay una cierta relación causal. Ahora hay cinco jugadores que defienden, no cuatro que se multiplican por el capricho de ir a robar balones del quinto. Ahora hay cinco jugadores que intervienen en ataque cuando antes eran dos, Rondo y al que le diera el pase para tirar después de quince segundos botando. Dicen los jugadores que no juegan mejor por la lesión de su base, sino porque están jugando para dedicarle las victorias. Sin embargo, recuerdo un equipo, el del 2008, con Rondo como actor secundario, que cosechó 66 victorias en temporada regular y un anillo. Y aunque no sea 2008 y las piernas pesen mucho más, prefiero esta versión.

Como deberían preferir en los Lakers un quinteto con Gasol como único referente interior. Con él la bola fluye, circula, entra dentro, sale fuera. Con él pierden intimidación atrás, pero son un equipo más feliz. Y es que ver a tu hombre alto lanzar por debajo del cincuenta por ciento desde la línea de tiros libres debe de ser cuanto menos frustrante. D´Antoni se encontró con dos de los mejores pívots del campeonato y aun así puso sus principios por delante para no cambiar la hoja de ruta. Cuatro abiertos. Con tanto talento, me atrevo a apostar por que Groucho Marx ya tendría al equipo angelino en playoffs. La fortuna para el italiano, que no para los seguidores de la franquicia, es que Gasol estará seis semanas de baja siendo éste un buen pretexto para empaquetarlo en un traspaso.

Aun con la baja de Pau no me atrevo a hacer vaticinios. Lo haría si fueran dos choques corrientes, dos partidos más en el medio de una temporada. Pero no. Son clásicos y en los clásicos, perdónenme la perogrullada, gana el equipo que mete más puntos. 



UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

1 comentarios:

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