El mismo tranvía, la misma ciudad




Claustrofóbica y asfixiante. Así nos presentó Tennessee Williams a su Nueva Orleans natal, a la ciudad que, situada en la costa del Golfo de México, vio nacer el jazz, un nuevo estilo que fusionaba sonidos europeos y afroamericanos. Lo hizo en su obra más conocida, la que le hizo merecedor de un Pulitzer en 1948, Un Tranvía llamado Deseo.

Nueva Orleans fue, durante muchos años, la capital de la Lousiana francesa, el puerto más importante del sur de los Estados Unidos y la capital cultural de la incipiente nación. Además, como no podía ser de otra manera, desde muy pronto pasó a estar ligada con el baloncesto. A estas alturas todos habréis caído en la cuenta. La única razón plausible para que un equipo afincado en Utah, el estado de los mormones, sea conocido como los Jazz, pasa por sus orígenes sureños. Así, en 1974 veían la luz los New Orleans Jazz liderados por el increíble Pete Maravich. Sin embargo, a pesar de contar con la presencia de Pistol Pete, la ciudad no pudo ser testigo de ninguna aparición en playoffs. En 1979 la franquicia se instaló en Salt Lake City y los aficionados tuvieron que esperar hasta 2002 para que el baloncesto profesional regresara a sus calles. Por desgracia, el devastador huracán Katrina hizo que durante los dos años siguientes los Hornets jugaran sus partidos como local en Oklahoma City, ciudad que luego acogería a los Seattle Supersonics rebautizados como OKC Thunder. Para mayor desgracia de ésta, y por ende de la ciudad, la ruina de sus propietarios ocasionó que los Hornets pasasen a ser propiedad de la liga, la cual sólo se está preocupando de generar las condiciones propicias para la llegada de un nuevo comprador dejando aquello como un solar. 



Por suerte para Nueva Orleans y sus aficionados, el baloncesto no se acaba en la NBA. The Big Easy, apelativo con el que también es conocida la ciudad del jazz, el blues y el rhythm and blues (probablemente por lo fácil que era para los artistas salir adelante en aquella Nueva Orleans bohemia de los felices años 20), ha acogido varias Final Four del Torneo Final de la NCAA y en todas ellas han acontecido momentos que permanecerán para siempre en la memoria del buen aficionado.



¿O acaso no fue emocionante ver a Michael Jordan anotar aquel tiro que ponía por delante a los Tar Heels ante los Hoyas en la final de 1982? ¿Quién no recuerda, si no, el tiempo muerto que pidió Chris Webber cuando a su equipo, los Wolverines de Michigan, ya no le restaba esa posibilidad? Pues todo sucedió en Nueva Orleans. En la asfixiante y sudorosa de Tennessee Williams. En la inspiradora y sensual de Louis Armstrong. En las cenizas sobre las que hoy se levanta, más fuerte que nunca, la nueva Nueva Orleans año 6 después del Katrina. 

Con estos precedentes sólo queda esperar que Kentucky, Ohio State, Louisville y Kansas nos regalen un espectáculo digno del escenario. No me la juego demasiado cuando afirmo que brillarán Anthony Davis, Thomas Robinson y Jared Sullinger bajo los tableros. Tratarán de controlar el tempo del encuentro Doron Lamb, Peyton Siva y Aaron Craft. Buscarán anotar, “sólo” anotar, Tyshawn Taylor, Kidd-Gilchrist (también buen reboteador), Deshaun Thomas o Chane Behanan. Intentarán sumar, y no restar, Calipari, Matta, Pitino y Self desde el banquillo. Todo está listo para que el próximo sábado el balón sea lanzado al aire en el Superdome de Nueva Orleans, al aire de una ciudad en la que todo es posible. All that basket. All that jazz. 




UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Kentucky favorita. Kansas la posible sorpresa. No veo ni a Louisville ni a Ohio State levantando el trofeo. Pero todo puede pasar. Sigo leyéndote aunque no comente, crack.

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