Inspiración



El reloj de la mesilla marcaba las seis y media. Tocaba desperezarse y abordar el último repaso de cara al examen de las diez. La noche anterior había dejado grabando el Magic-Celtics, la oportunidad de revancha para unos chicos de Orlando que habían caído cuatro días antes frente a los de Boston por un deshonroso marcador de 87 a 56. El tiempo me cunde y consigo terminar el estudio a eso de las ocho y cuarto. No puedo reprimirme y acudo al salón para ver el partido. Pero no hay partido.

A las bajas ya conocidas de Jeff Green, Rajon Rondo y Ray Allen se une la de un Jermaine O´Neal acuciado por unas dolencias crónicas de rodilla. El roster de los Celtics parece el de un equipo de la liga de Puerto Rico al que han llegado para retirarse Paul Pierce y Kevin Garnett. No me extrañaría que algún chico de Orlando recién llegado desde Disneyworld le preguntara a su padre por la procedencia de esos tipos vestidos de verde llamados Moore, Bradley o Stiemsma y que éste sólo pudiera responderle: “Calla, estoy buscando a Larry Bird”.

Pero como bien dijo Rick Pitino respondiendo a sus nostálgicos críticos, “Larry Bird is no walking through that door”. Y sin embargo, sin Bird o Russell, sin Cousy o Havlicek, sin Cowens o McHale, a los Celtics se les reconoce de lejos. Caminan con la frente alta, con la barbilla apuntando al cielo y con el pecho hinchado. Eso sí, anoche hicieron falta 24 minutos para poder identificarlos.

Aun sin Howard, relegado al banquillo por dos faltas tempraneras, Orlando anotaba desde todas las posiciones y a través de todos los jugadores. Cogían todos los rebotes, robaban y salían al contraataque. Se estaban sirviendo en frío la tan ansiada venganza. 32-16 el primer cuarto, 26-21 el segundo. Máxima de 27 en un momento del segundo cuarto. 58 puntos totales, más que en los 48 minutos del lunes. ¿Qué había cambiado?

Pagaría dinero por conocer lo que se dijo en el vestuario visitante del Amway Center durante los viente minutos que dura el descanso en la NBA. Me gustaría saber cómo Doc Rivers se introdujo en la mente de sus jugadores para picarles en su orgullo al tiempo que les invitaba a confiar en ellos mismos y en sus compañeros. Me gustaría saber cómo se urdió la transformación de un equipo derrotado, superado en todas las facetas, cómo se reconstruyó la autoestima de unos jugadores que habían perdido todas las batallas individuales durante los dos primeros cuartos.

Apareció Pierce, como en tantos otras remontadas, como en tantos otros momentos cruciales de la historia reciente de los Celtics. Ejerció de base en ausencia de Rondo, defendió con balón, sin él, reboteó y anotó. Le acompañó Garnett. Defendiendo a Howard como sólo un veterano e inteligente jugador puede hacer. Taponó balones desde una altura que hacía tiempo que no visitaba, metió tiros tras el fade away como sólo él sabe hacerlo. Y surgió Moore, un producto de Purdue, un olvidado del draft por su debilidad física, pero un anotador de vieja escuela, de esos que convierten tiros importantes como si hubieran nacido sólo para ello.

Aparecieron los Celtics, los del espíritu de Juanito a la americana. Los que ostentan la mayor remontada en un último cuarto de Playoffs. Los que poseen el récord de mayor “comeback” en unas finales. Esos que como el propio Daimiel reconoce “nunca defraudan”. Sacaron el recetario, el de las grandes gestas, el de las viejas noches. Recordaron las señas de identidad que les convierten en una marca de calidad patentada. Si los Bulls son el equipo en el que jugó Jordan, Houston el lugar donde bailó Olajuwon o Los Ángeles la sede del Showtime, los Celtics son mucho más que eso. Más que jugadores o tendencias, más que períodos concretos de éxito.





Una filosofía basada en el trabajo, una lucha constante alimentada por la fe. El orgullo de no dar un balón por perdido, la constancia del que se sabe inspirado por una fuerza no terrenal. Y de esa fuente de inspiración bebieron Russell, Auerbach o Bird al tiempo que aumentaban su efecto y su leyenda. Una fuente que no es exclusiva ni excluyente, que acoge a todos los que quieran convertirse. Converso es Pierce, un joven angelino que practicaba en los suburbios de Inglewood para poder jugar como Magic. Converso es Rivers, un Hawk resignado a perder una primavera tras otra contra los chicos de Bird y McHale. Llegaron de fuera, pero ya son nuestros.

Doc Rivers es un gran estratega. Un enamorado de la defensa que hace años incitó a sus jugadores a pasar a la historia como el mejor equipo defensivo de todos los deportes americanos recordando a los Chicago Bears de 1985. Doc Rivers es un motivador, un entrenador de jugadores. Al finalizar la gran remontada culminada con un 91-83 que supone un parcial de +35 desde que los de Orlando se pusieran 27 arriba, muchos entrenadores hubieran caminado con altivez hacia el banquillo repasando mentalmente lo buenos y guapos que son. Rivers, en cambio, sufrió el agasaje de sus jugadores. Buscó una a una, la mirada de sus jugadores para después darse un abrazo con ellos.

No puedo decir mucho más. El día no pudo empezar mejor. Sólo me queda la lástima de que este encuentro no fuera retransmitido en abierto. Los chavales habrían podido comprobar lo que significa el baloncesto, los principios de esfuerzo y recompensa que lo hacen tan especial. Os invito a ver el partido, más bien los dos partidos que en 48 minutos se sucedieron. Os recomiendo que os sentéis y disfrutéis del esfuerzo y la entrega, de la defensa y la intensidad física, del liderazgo de Pierce y Garnett y del modo en que éstos involucraron a todos sus compañeros.




De lo que es ser un Celtic. Aunque muchos no lo entendáis.

UN ABRAZO Y BUEN BALONCESTO PARA TODOS

3 comentarios:

@jose13bis dijo...

Buen post man,

me gusta el estilo empleado. Suerte con el examen de las 10.

Unknown dijo...

Todo pasión, te doy mi enhorabuena por este post.

Sin duda los Celtics tienen algo especial y nunca se les puede sacar de la quiniela, pero... creo que este no será el año. Lo que no hace que siga admirando la valentía del BIG 3 y el gran Doc.

Cheers!

Aplicativos Moviles dijo...

Excelente post, que gusto es visitarte y siempre tener algo bueno que leer.

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